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Una comida con Luis Miguel Barbosa
Cuento con los dedos de una mano, y me sobran dos —dedos, no manos—, las veces que me he sentado a compartir alimentos con personajes del gremio político. Recuerdo un desayuno con la señora Gloria Guevara Manzo a la sazón —expresión exacta tratándose de comida— secretaria de Turismo en la administración de Felipe Calderón. Una comida con Manlio Fabio Beltrones y Francisco Arroyo Vieyra cuando éste era Presidente de la Cámara de Diputados y aquél era el que mandaba, y la que me propongo narrar a continuación:
No puedo precisar la fecha exacta pero infiero, por un par de detalles que mencionaré, que fue en el año 2013, después del mes de abril y antes de noviembre, cuando el hoy gobernador de Puebla, Luis Miguel Barbosa, era coordinador de la fracción parlamentaria en el Senado del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el día que compartimos viandas. Fuimos varios en la mesa, pero no viene al caso decir los nombres de quienes estuvieron como testigos de mi desaguisado verbal.
Uno de los comensales era un maestro del periodismo por el que, no obstante haberlo tratado poco, siento estimación. En la plática con el senador invitado salió el tema de la derecha y la izquierda. Yo —dijo el susodicho maestro— más bien tengo ideas de derecha. Irónico —y pendejo— el que escribe dijo burlón. ¿Usted de derecha? Fíjese que yo no lo había notado. Mi sarcasmo —pensé— si bien no era para tirarse al suelo de la risa sí —creí— podía haber suscitado una sonrisa. Por el contrario lo que provocó —así lo percibí— fue un silencio acusador.
Aunque el mutismo causado por mi ironía me perturbó, logré superarlo. Me mostré muy interesado en la conversación. Ésta llegó al punto donde el legislador invitado, en aquel entonces identificado dentro del PRD con la corriente denominada “los chuchos”, hizo el panegírico de su partido al que le dio el crédito del héroe protagónico de la película del Senado donde el PRI era el villano. Olvidado mi dislate anterior ataqué de nuevo. Esta vez dije que lo que el perredista decía no era para tanto porque, al fin y al cabo, el PRI y el PRD eran primos hermanos. Si mi lindeza anterior originó un silencio acusador, esta vez el silencio fue espeso y unánime. Los ojos de batracio del senador se clavaron en los míos. No supe qué decir.
El resto de la comida lo pasé abochornado. Aproveché un silencio cuando estaban sirviendo el postre para, subconscientemente sacarme la espina, balbuceando y sin convicción alguna, le manifesté al senador poblano que me parecía muy buena la labor que estaba realizando el Senado de la República. Creo que el resto de los reunidos debe haber pensado: ahora este pendejo se pasó, el elogio es innecesario. Pero eso lo deduje después cuando me percaté de que por hacerme el chistoso perdí la oportunidad de expresar lo que desde que me invitaron a la comida quería hacer: Exponer mi disgusto por la pésima actitud del Senado el día 25 de abril del mismo año, cuando irrumpieron en el ámbito camaral tres ciudadanas activistas de Greenpeace, una de ellas descendió practicando rapel, para mostrar una manta con la leyenda: “Maíz transgénico, traición a la patria” cosa que los representantes de los ciudadanos repudiaron unánimemente. Me hubiera gustado saber la opinión del señor Barbosa acerca del desgarramiento de vestiduras de la panista Mariana Gómez del Campo, a la que la irrupción de las activistas le pareció “una falta de respeto y considero además —dijo—, que habríamos de cuidar los accesos”. (Meses antes Marianita había llevado a su novio a conocer el “sagrado recinto legislativo”. Fueron fotografiados besándose en diferentes áreas del mismo). También le hubiera preguntado su posición respecto a lo que por el mismo motivo dijo el priista Patricio Martínez García: “me parece que en este país tenemos todos los cauces para la expresión y manifestación de ideas (¿como cuáles...?) es insultante para la democracia y para este Senado este tipo de presencias. De haber expresado lo anterior hubiera salido con buen sabor de esa comida y no con la vergüenza surgida de las babosadas por mí pronunciadas.
Empero, en noviembre de ese año, el licenciado Barbosa, debido a la diabetes que padece, fue sometido a una operación donde le amputaron una pierna. El 13 de marzo del 2017, su olfato político le hizo renunciar al partido que tanto defendía (PRD) para enrolarse en las filas de Morena, movimiento que lo llevó a la gubernatura poblana.
Hace unos días, el gobernador Luis Miguel Barbosa —su parecido con la caricatura de Homero Adams el de la película que está por estrenarse es notable— debió sentirse como yo me sentí en aquella comida, pero elevado a la milésima potencia cuando al referirse —sin mencionarlos— a Martha Érika Alonso y a su esposo Rafael Moreno Valle, que murieron al desplomarse el helicóptero en el que viajaban, enunció: “yo gané (la elección) me la robaron, pero ¡los castigó, Dios!”
Lo mío fueron tres babosadas. Lo de él fue una barbosada.
Creo que al Mandatario poblano como a mí nos faltó aplicar la sentencia creada por el gran escritor estadounidense Mark Twain (1836-1910): “Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda”.