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Vencer el mal
Crecí en una época repleta de de ideas equivocadas, el dicho “el que no tranza no avanza” era visto como una justificación para la trampa, en donde entendimos un México en el que las leyes eran sólo para quienes no tuvieran recursos para pagar un buen abogado (Lozoya en hospital, nos hace pensar que ese México sigue más que vigente), estar “bien relacionado” era sinónimo de tener amistades con recursos, sin importar de dónde o cómo esos recursos se hubieran hecho. Acabar con la corrupción, no sólo comprende instituciones que funcionen para detectar, investigar, procesar y castigar, también requiere un cambio de actitud ante ello, en el espacio privado.
Y el mejor ejemplo de esto, es quizá lo que sucedió en Instituto de Estudios Tecnológicos de Massachusetts (MIT), mientras Luis Videgaray, exsecretario de Hacienda y Relaciones Exteriores (a donde llegó a aprender) en el sexenio de Enrique Peña Nieto, presentaba una conferencia, fue increpado por Alonso, un estudiante. “Hablas de confianza, hablas de confianza en las empresas tecnológicas. Hablaste de confianza entre los países. Creo que también vale la pena hablar de la confianza de los ciudadanos hacía sus gobiernos, y la confianza en las instituciones académicas en las que estudiamos estas cuestiones de la democracia y la ética. Y usted está en medio de esas dos, como exministro de Enrique Peña Nieto, y su coordinador de campaña, y su papel en el Estado de México. Y ahora está aquí en MIT, y yo quisiera hablar de aquello que es como el elefante en el cuarto, porque en México los procesos políticos siempre han estado marcados por problemas serios, y el presidente Peña Nieto no fue la excepción. Ya sea que estemos hablando de los escándalos de OHL, Odebrecht, de Pemex y Emilio Lozoya que fue arrestado la semana pasada y tu papel particular en estos temas. Estamos hablando de la malversación del dinero de Hacienda para financiar campañas electorales. O hablamos de Monex y las tarjetas pre-pagadas de Soriana. Pensé que valdría la pena hablar de eso en el contexto de su discurso sobre la confianza y la democracia porque pienso que era el elefante en el cuarto. Gracias.”
Alonso es así, la voz de la indignación, el cambio social que necesitamos. No quien busca sentarse al lado del personaje, tomarse una foto, entablar una relación, sino quien con elementos (incluso respeto) señala lo evidente y lo condena. Lograr un cambio requiere de que todos seamos como Alonso, y vale la pena señalar que si queremos hacerlo bien, también hay que reconocer en él, la educación y preparación que recibe. Porque no sólo necesitamos nuevos cuadros, necesitamos que estén mucho mejor preparados que los anteriores, no peor.