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Opinión

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¿Y las B-Corps de México?

En este espacio hace 15 días hablé de la necesidad de que nuestra sociedad viva tres revoluciones de manera simultánea (digital, ambiental y económica), para poder impulsar un crecimiento incluyente y sustentable que detone mayor bienestar.

En ese objetivo no todo depende de políticas públicas y de gobiernos más eficaces y eficientes en sus tareas.  Para lograrlo también se requiere una transformación del sector privado. Hoy prácticamente todas las empresas globales del mundo han adoptado metas en el marco de los objetivos ESG impulsados por Naciones Unidas.

Sin embargo, hay iniciativas que van aún más lejos. Tal vez la más audaz y ambiciosa en términos de lo que exige a las empresas es la llamada B-Corp. El movimiento B-Corp nació en 2006 en Estados Unidos y pone a disposición de las empresas un exhaustivo método de medición de impacto en cuatro áreas: gobernanza, empleados, comunidad y medioambiente. Según su manifiesto, la comunidad de empresas B-Corp trabaja para reducir la desigualdad, disminuir los niveles de pobreza, construir un medio ambiente más saludable, comunidades más fuertes y la creación de más empleos de alta calidad con dignidad y propósito.

La idea de las B-Corps es acelerar un cambio de cultura empresarial para redefinir el éxito en los negocios y construir una economía más incluyente y sustentable, ya que los problemas más desafiantes de la sociedad no pueden ser resueltos sólo por el gobierno o por la filantropía. En su principal mística, se comprometen a utilizar sus ganancias y el crecimiento como un medio para promover un fin mayor a la generación de utilidades.

Lograr pertenecer a este grupo de empresas no es fácil. La certificación es un proceso arduo. B-Corp está consciente de que sus esfuerzos perderían toda credibilidad si quienes aspiran a este distintivo acaban usándolo como un sello de greeenwashing. Es decir, las compañías que obtienen el certificado cumplen con los más altos estándares de desempeño social y ambiental, transparencia pública y asumen la responsabilidad legal de mantener un equilibrio público entre sus ganancias y su propósito.

Hoy tan solo 48 empresas mexicanas son parte de la familia de las B-Corps, pero ninguna de ellas pertenece a la lista de las 500 de Expansión.  Es decir, son compañías medianas o chicas, muchas de diseño e industrias creativas, finanzas digitales, cooperativas o incluso, chefs como Eduardo Olvera y su Pujol. Sería muy importante que también las grandes empresas asumieran el compromiso de ir más allá de los objetivos ESG.

De hecho, hay un serio debate sobre el rigor y la veracidad de lo que las empresas reportan en sus objetivos ESG ya que en su mayoría no son auditados por un tercero. Es decir, la empresa es juez y parte ya que la información que difunden sobre su desempeño y cumplimiento de metas es generada, revisada y evaluada por ellas mismas. En este sentido, el rigor de la certificación B-Corp es una de sus grandes ventajas y abona a la transparencia, la rendición de cuentas y la evaluación de avances en estas importantes áreas. B-Corp obliga a la reflexión y a la autocrítica, no solo a la difusión de logros.

Pero además de que cada empresa adopte objetivos en estos cuatro ámbitos (gobernanza, comunidad, empleados y sustentabilidad), es indispensable que también les exijan a sus proveedores que avancen en ir adoptando un comportamiento similar. Solo así podremos ir construyendo una economía distinta. Las principales compañías del país ya sea de manufacturas, productos agrícolas o de servicios, deben ir convirtiendo a esta filosofía a toda su cadena de valor.

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Julio es egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, con maestría en políticas públicas de la Universidad de Georgetown.

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