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Opinión

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AICM, T-MEC y futbol

Uno de los cócteles más interesantes que tenemos enfrente es lo que sucederá con el Mundial de Futbol 2026. Concebido en la idea de una integración trilateral de libre comercio, imbuidos en el espíritu de la Monarca que recorre de Canadá hacia México pasando por Estados Unidos, uniendo a los tres países y sus estadios, en una justa deportiva con horizontes de una vecindad amistosa que busca el crecimiento conjunto, el Mundial del 2026 será, quizás, como los juegos Olímpicos de 1936: una prueba de resistencia frente a la intolerancia y la soberbia... de todos lados. 

Mientras eso sucede, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) también tiene que prepararse para estar a la altura de lo que le espera. No olvidemos que el AICM es, literalmente, la puerta de entrada a México y que sí o sí, debe estar a la altura de la imagen de que queremos mostrar al mundo: una terminal aérea moderna, funcional, bella (¿por qué no?) y sobre todo, un escaparate de lo que es México frente al mundo.

Por ahora, el AICM debe vivir una renovación histórica si lo que quiere es que el mundo conozca una cara presentable de lo que México quiere decir con su transformación histórica. Para ello, la Secretaría de Marina (Semar), en colaboración con la Facultad de Arquitectura de la UNAM, lanzó un concurso de conceptualización arquitectónica para mostrara una visión más allá de una simple remodelación. Más bien, es como una apuesta por colocar a México en el mapa de la infraestructura aeroportuaria mundial.

El concurso, estructurado en categorías específicas para las terminales 1 y 2, buscó mejorar espacios clave como las salas de última espera, las áreas de migración y las zonas de reclamo de equipaje. La idea, dicen, es que no sólo sea “bonito” sino funcional, innovador, sustentable... por eso se incluyen espacios veres, materiales reclables y le idea de “experiencia del usuario” (esa entelequia que hoy en día es sexy y vendible, pero que poco saben describir).

Entre los ganadores destacaron equipos como el de Jesús Alexandro Rosas Candelario, Bernardo Briseño Martínez y sus colaboradores, quienes dominaron varias categorías con propuestas que -dicen- “fusionaron modernidad y elementos representativos de la cultura mexicana”. Por otro lado, proyectos como el de Isabel Arechederra Tovar, centrados en áreas específicas como las salas de migración, brillaron por su atención al detalle y su perspectiva de sustentabilidad.

Ojalá que eso se traduzca en una experiencia real de agilidad y buen trato que tanto le urge a este entorno. Basta ver lo que ocurre con una familia china que lleva dos semanas pidiendo asilo y viviendo en el AICM un remake de “la terminal” de Tom Hanks, mientras activistas de derechos humanos luchan porque se les permita permanecer en el país.

La categoría para la fachada de la Terminal 2 fue declarada desierta, algo que nos lleva a preguntarnos el nivel de claridad de los términos del concurso.

Pese a todo, el jurado, compuesto por representantes de la Semar, el GACM, el Colegio de Arquitectos de la CDMX y expertos, tuvo la difícil tarea de elegir entre propuestas diversas que hoy dejan un legado: la posibilidad de transformar el AICM en un referente internacional. Ojalá lo logremos.

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