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Opinión

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¿Qué ajustes vendrán en el presupuesto para 2025?

Este viernes 15 de noviembre, a más tardar, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) presentará el paquete económico 2025, con el que sabremos cuáles son sus expectativas para la economía el año que está a la vuelta de la esquina, de dónde sacará dinero el gobierno federal y cómo se lo va a gastar.

El primer año de una nueva administración es muy importante, pues marcará semejanzas y diferencias con la administración previa, lo mismo que las circunstancias que posibilitan o dificultan el camino que se busca seguir. Y por eso el paquete económico de 2025 es de particular interés.

El pronóstico de crecimiento para 2025 de varias instituciones del sector privado, incluidos los especialistas consultados por Banxico se coloca entre 1 y 1.5%. Habrá que esperar por la estimación de la SHCP, pero con la desaceleración que se observa para el cierre de este año, los reacomodos en la relación con Estados Unidos y los cambios institucionales apresurados de las últimas semanas –que no dejarán a la economía intacta– parece que el PIB crecerá todavía más despacio que este año.

En el contexto de las finanzas públicas, el crecimiento económico es crucial, porque de él depende la recaudación tributaria. Es lo que hace sostenibles los esfuerzos fiscales y lo que crea el espacio para implementar políticas orientadas al desarrollo nacional y al bienestar de la población.

Si el crecimiento es bajo, la recaudación en general será baja, y por eso las renuncias recaudatorias serán un aspecto importante en 2025. En particular, los estímulos al IEPS que se cobra al consumo de combustibles podrían deteriorar más los ingresos. De acuerdo con el reporte “Hacienda en la mira”, que publica el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) con los datos trimestrales de SHCP, el avance de la recaudación del IEPS al cierre de septiembre era 87% con respecto a lo programado para los primeros nueve meses del año.

Además de los impuestos que tienen mucha inercia –ISR e IVA– y del IEPS, que en buena medida funciona como colchón para el precio de los combustibles, otro aspecto a tener en cuenta serán los ingresos petroleros que recibe el gobierno federal. En los primeros nueve meses de 2024 el avance con respecto a lo programado fue 50.3%. Eso quiere decir que el gobierno se quedó alrededor de 100,000 millones de pesos por debajo de su meta en ese período.

Igual que hace veinte, cuarenta o sesenta años, es una mala idea que el petróleo financie el gasto corriente del gobierno o para subsidiar combustibles, cuando debería usarse únicamente para construir infraestructura, fomentar la innovación y otros elementos que conviertan la riqueza que está debajo del suelo en riqueza que produzca más riqueza. Pero mientras eso no cambie, tendremos que seguir dependiendo de los altibajos en el precio del crudo y de que ahora sí, por fin, las transferencias a Pemex den resultados distintos (que no han dado ni parece que vayan a dar si se continúa por el mismo camino).

Hablando de gastos, además de la carga que Pemex ha implicado para el presupuesto, otros elementos cuyo peso exige seguimiento y análisis de los especialistas son las pensiones, que posiblemente superen el 6% del PIB en 2025; y el costo financiero de la deuda, que tal vez se programe en más de 1.3 billones de pesos.

Si a lo anterior se le añade el gasto federalizado, los programas sociales que ya están en la Constitución y otros que poco se pueden mover –como el de educación, que implica pagar los salarios de cientos de miles de trabajadores–, es claro el aprieto en que se encuentra la administración para reducir el déficit fiscal, que cerrará el año cerca de 6%. ¿Dónde hay que recortar? ¿En la inversión pública, en algún servicio del Estado, en las empresas públicas?

Si bien el paquete económico refleja las preferencias y prioridades de la administración, también muestra el contexto en que se hace la política fiscal. Se enfrentan los anhelos con la realidad, las dificultades con la pericia y chocan todo tipo de intereses, algunos más razonables que otros, pero intereses al fin.

Ingeniero y economista. Es profesor por asignatura en El Colegio de México y Director de Economía en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), donde acompaña investigaciones sobre energía, finanzas públicas, comercio exterior y mercado laboral, con un enfoque en la sostenibilidad.

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