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Opinión

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El añorado “Desarrollo Estabilizador”

Dos fueron los artífices de la “autonomía carismática” durante la época del Desarrollo Estabilizador: Ortiz Mena en Hacienda y Rodrigo Gómez en Banxico...

Con muy buen juicio, el primer secretario de Hacienda del sexenio de López Obrador planteó la conveniencia de tratar de emular la estrategia del “Desarrollo Estabilizador”, que ofreció tan estupendos resultados del año 1954 a 1970. Carlos Urzúa sabía bien que una emulación tipo calca sería imposible, dadas diferencias muy importantes en el orden estructural. De manera importante, el principio de la apertura comercial que se había concretado en el Tratado de Libre Comercio (hoy, T-MEC) y en el régimen de tipo de cambio flexible. También, de manera muy relevante, en la reforma mediante la cual se había otorgado autonomía al Banco de México desde el año 1994.

¿Por cuáles razones tratar de emular la estrategia del Desarrollo Estabilizador? Por los estupendos resultados que se obtuvieron en la forma de un crecimiento sostenido del producto interno a tasas por arriba del 6% real. Asimismo, por una elevación continua de los salarios en términos reales y el reforzamiento de los procesos de avance en el campo y en la industria.

En cuanto a política monetaria, se concretó en el período de referencia la, por mí denominada, “autonomía carismática” del Banco de México. Durante el Desarrollo Estabilizador, nuestro Instituto Central careció de autonomía legal. Sin embargo, los resultados que se obtuvieron fueron como si la hubiera tenido. ¿De qué manera pudo ser posible ese desempeño? ¿Por qué hablar de “autonomía carismática”?

Como parte de la mencionada estrategia económica, cabe destacar que, en su transcurso, la inflación en México mostró un nivel muy parecido al de igual indicador para Estados Unidos. Y de ello se derivó el mantenimiento de la paridad externa de la moneda nacional en 12.50 pesos por dólar. Los dos logros anteriores no fueron objetivos en sí mismos, sino precondiciones para la autosustentabilidad del proceso de crecimiento económico. En palabras menos técnicas, para evitar que el crecimiento fuera interrumpido por episodios de crisis de balanza de pagos con devaluación.

Dos fueron los artífices de la “autonomía carismática” del Banco de México en la etapa del Desarrollo Estabilizador. En lo principal, Antonio Ortiz Mena al frente de la Secretaría de Hacienda y don Rodrigo Gómez del Banco de México. Ambos tuvieron el gran acierto de convencer a los presidentes de la República en turno de que, para conseguir un crecimiento autosostenido del producto con elevación continua de los salarios reales, eran necesarias dos precondiciones. La primera, una política fiscal disciplinada con déficits presupuestales reducidos. La segunda, una política monetaria orientada al mantenimiento de la paridad oficial. ¡Héroes de la economía, a quienes resulta conveniente evocar!

Columnista

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