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Balance de un sexenio
El próximo martes se acaba el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. El día que parecía lejano, para bien de unos y mal de otros, llegó. Aunque ya varios lo han hecho, es momento de hacer balance de estos seis años. Y, sobre todo, más allá de los legados, es clave entender qué país deja el presidente a su sucesora, escogida y promocionada por él, en lo económico.
Los resultados generales en esta materia se podrían caracterizar como claroscuros, con más oscuros que claros.
El crecimiento acumulado del PIB, la medida más importante para entender la economía de cualquier país, del sexenio es de 4.5%, un promedio –geométrico– de apenas 1% con una tendencia a la baja. La última cifra anual para el segundo trimestre de 2024 fue de apenas 0.95%, y se espera que este año cierre en 1.5 por ciento. Este es el peor resultado en términos de crecimiento económico desde Miguel de la Madrid. Las cifras per cápita son menos alentadoras: el crecimiento acumulado en términos reales es de 0.2% y, en paridad de poder de compra (aún con un crecimiento estimado de 2.4% para 2024), es de 0.8 por ciento. Es decir, en promedio los mexicanos tenemos los mismos ingresos en términos reales que al inicio del sexenio; el pedazo de pastel por persona se mantuvo exactamente del mismo tamaño.
Se podría argumentar que esto es resultado del Covid, y algo influyó, pero basta con ver los resultados de otros países y su recuperación de esta y de crisis anteriores. Estamos muy por debajo del ritmo de recuperación de otras crisis como en 1994, 2001 o 2008. Comparado con otros países, la diferencia es notable en velocidad y magnitud. Si tomamos como referencia diciembre de 2019, México está 3% arriba, mientras que EU está 11% arriba, Brasil 9%, Colombia 14%, Chile 8% y Francia 10 por ciento.
La parte que los defensores de este gobierno apoyarían, con algo de razón, es que la manera en que se distribuye el “pastel” mejoró. Según datos del Inegi, durante el sexenio de AMLO, el salario promedio mensual de los trabajadores asegurados en el IMSS subió de $10,298 pesos en diciembre de 2018 a $14,251 en julio de 2024, lo que representa un incremento de poco menos de 10% en términos reales. Por otro lado, el salario mínimo aumentó significativamente, pasando de $88.36 pesos diarios en 2018 a $207.44 en 2024, un alza de más del 135 por ciento. En cuanto a la pobreza, el Coneval reportó una reducción en la pobreza extrema de 8.7% de la población en 2018 a 7.1% en 2022. Esto llevó a una ligera disminución de la desigualdad, con el Gini bajando de 0.426 en 2018 a 0.415 en 2022.
Esto fue el resultado de diversas políticas, principalmente el aumento al salario mínimo —que era urgente—, la eliminación del outsourcing y, quizá más importante, paradójicamente, los requerimientos laborales sobre resolución de conflictos del T-MEC.
¿Qué le deja AMLO a su sucesora?
Aquí el panorama se pone más oscuro. En términos fiscales, tras una postura tremendamente heterodoxa en la pandemia —que influyó en la recuperación—, en los últimos dos años el gobierno dio rienda suelta al gasto. Este año, los Requerimientos Financieros del Sector Público posiblemente superen el 6% del PIB. Un recorte del 3%, como se plantea, terminaría de hundirnos en una recesión dada la reciente trayectoria de la economía. Además, la narrativa de nearshoring está casi muerta por la falta de energía, las historias de terror en materia de seguridad y la reforma judicial.
El equipo de la próxima presidenta empezará con mucho trabajo para enderezar el barco y ya no se podrá culpar al pasado.