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Cómo podría beneficiar a México el regreso de Trump
Si los planes de Donald Trump de imponer nuevos aranceles a las importaciones procedentes de México conducen a renovadas conversaciones sobre inmigración, delincuencia y comercio, los mexicanos deberían acoger con agrado la oportunidad.
CIUDAD DE MÉXICO. Tras ganar las elecciones presidenciales estadounidenses el mes pasado, Donald Trump no tardó mucho en anunciar que impondrá aranceles de importación del 25% a todos los productos procedentes de México y Canadá, además de sumar 10 puntos porcentuales a todos los aranceles existentes sobre los productos procedentes de China. Aunque el objetivo declarado es obligar a estos países a bloquear el flujo de migración ilegal o fentanilo desde su territorio hacia Estados Unidos, la política arropa prolijamente los temas favoritos de Trump –inmigración, crimen y aranceles– en un solo paquete.
La respuesta era previsible. México advierte que los aranceles serían sumamente perjudiciales e inflacionarios. Aunque ha ofrecido cooperación para disipar las preocupaciones de Estados Unidos, también está dispuesto a tomar represalias si Trump sigue adelante. Y algunos en Canadá han sugerido un acuerdo separado, al argumentar que México se está convirtiendo en una plataforma para las exportaciones chinas a Estados Unidos.
En términos generales, se ha considerado que México es vulnerable a la agenda política de Trump. Hasta ahora, sin embargo, el mercado parece estar asignando una baja probabilidad a la imposición de aranceles, tal vez apostando a que Estados Unidos no se arriesgará a un desmantelamiento extraordinariamente disruptivo del tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC, la continuación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte). El tipo de cambio solo se ha depreciado en torno a un 1.7% desde el anuncio de Trump, y el diferencial de los bonos mexicanos apenas se ha ampliado.
La reacción a las anteriores amenazas arancelarias de Trump en 2019 fue mucho más dramática. En aquella ocasión, amenazó con imponer aranceles escalonados que empezarían en el 5% y llegarían hasta el 25% para obligar al entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (ampliamente conocido como AMLO), a frenar el flujo de migrantes procedentes de Centroamérica y Sudamérica. AMLO respondió desplegando la guardia nacional en la frontera sur de México, antes de acabar estableciendo una relación de trabajo –e incluso cierta afinidad– con Trump.
Pero AMLO ya no está, y la nueva administración de la presidenta Claudia Sheinbaum lleva menos de tres meses en el cargo. Sus primeros 100 días coincidieron con uno de los peores brotes de violencia de los últimos tiempos por parte de grupos del crimen organizado. Tras la detención de un importante líder de un cártel, una guerra territorial entre rivales se ha cobrado miles de vidas, entre ellas la del alcalde de la capital de un estado y la de un sacerdote.
Sheinbaum heredó esta situación de AMLO, cuyas políticas de seguridad fueron desastrosas. A pesar de supervisar la creciente militarización del país, su administración evitó la confrontación directa con los cárteles. Esa estrategia claramente ha fracasado (lo que ha provocado duras críticas, aunque tardías, del gobierno estadounidense), y ahora la administración de Sheinbaum ha aumentado la presión con una política más coherente basada en un mayor intercambio de inteligencia y cooperación con las autoridades locales.
Esta es un área de interés común para México y Estados Unidos. Sheinbaum y Trump tienen la oportunidad de restablecer la cooperación entre sus países en materia de intercambio de inteligencia y aplicación de la ley, algo que quedó en suspenso con AMLO. Podrían empezar por introducir controles más estrictos para impedir la venta de armas a los cárteles de la droga por parte de traficantes estadounidenses, que suministran aproximadamente el 70% de los arsenales de los cárteles.
Aunque los fabricantes de armas estadounidenses han hecho lobby con éxito contra las restricciones a este tipo de ventas, privar a los cárteles de armas sería enormemente beneficioso tanto para México como para Estados Unidos, sobre todo al reducir drásticamente la producción y exportación de fentanilo hacia el norte. Asimismo, al igual que en 2019, México podría reforzar los controles fronterizos para frenar el flujo de migrantes, cuyo número ya ha disminuido sustancialmente este año.
Cualquier renegociación del T-MEC probablemente se centraría en los mismos temas que la revisión del TLCAN durante el primer mandato de Trump: el “contenido de valor regional” de la industria automotriz, los salarios en México y diversas medidas para desalentar la deslocalización de la fabricación de Estados Unidos. Es probable que esto suceda. Sin embargo, hay otra demanda que los mexicanos deberían recibir con beneplácito, porque podría fortalecer el Estado de derecho dentro de sus propias fronteras.
La Constitución mexicana se modificó recientemente para consagrar las reformas judiciales de AMLO, que introdujeron elecciones para los jueces de la Corte Suprema y jueces federales. Estados Unidos y Canadá han expresado su preocupación por este cambio, advirtiendo que podría allanar el camino a un gobierno autocrático de partido único. Y otra iniciativa constitucional de la era de AMLO, destinada a eliminar las entidades regulatorias autónomas, podría violar tanto la letra como el espíritu del T-MEC.
Por supuesto, puede que a Trump no le importe la erosión de la democracia en México. Pero su candidato a secretario de Estado, Marco Rubio, fue un crítico abierto y frecuente de AMLO, a quien acusó de capitular ante los cárteles de la droga y de apoyar a los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por otra parte, se trata de regímenes autoritarios que hasta a Trump le desagradan.
En consecuencia, una renegociación del T-MEC podría ser un instrumento útil para restaurar algunas de las instituciones dañadas de México y evitar que el partido de AMLO, Morena, avasalle otras reformas pendientes. Mejor aún, la presión estadounidense podría acentuar las divisiones al interior de Morena, debilitando el apoyo al expresidente y dándole a Sheinbaum más margen de maniobra. La erosión de la democracia mexicana probablemente no pueda detenerse mediante un marco cuasilegal “importado” a través de la ratificación de un acuerdo comercial revisado. Pero llevar la división dentro de Morena a un punto crítico ciertamente no haría ningún daño.
Cuanto antes se aleje la sombra de AMLO, sabremos qué Sheinbaum gobernará México. Hasta ahora, ha seguido en su mayor parte el manual de AMLO, pero también ha intentado tender puentes con el sector privado para atraer inversiones en energías limpias y logística. Sheinbaum quiere aprovechar las oportunidades que ofrece el énfasis de Estados Unidos en la deslocalización de sus cadenas de suministro, pero estos esfuerzos se han estancado como resultado del deterioro institucional de México.
El autor
Guillermo Ortiz, exministro de Hacienda de México y gobernador del Banco de México, copreside el Grupo de Trabajo del G30 sobre América Latina.