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El caos y los aranceles de Trump

“Los aranceles, y solo los aranceles, crearon esta enorme riqueza para nuestro país. Luego cambiamos al impuesto sobre la renta. Nunca fuimos tan prósperos como durante ese período. Los aranceles saldarán nuestra deuda y ¡HARÁN A AMÉRICA RICA OTRA VEZ!”

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OpiniónEl Economista

Dicen los economistas que los aranceles son una forma de impuestos indirectos a los consumidores. En aras de proteger una industria, arengar sentimientos nacionalistas y patrioteros o jugar a la geopolítica, los políticos usan esta herramienta, desconociendo que éstos hacen mucho más daño más allá de sus fines. Sin embargo, para populistas como López Obrador y Donald Trump, los fines de las políticas irracionales tienen un propósito en sí mismo: el caos y la negociación del “nuevo orden” bajo amenaza. 

Hasta los años treinta del siglo pasado, los aranceles eran la política predominante de comercio exterior en los Estados Unidos y otros países del mundo. Representaban la mayoría de los ingresos de los gobiernos de Estados Unidos y México en el siglo XIX y principios del siglo pasado. Por ejemplo, de 1790 a 1860, los aranceles constituían aproximadamente el 90% de los ingresos del gobierno de Estados Unidos.

Sin embargo, a medida que la economía estadounidense se expandió y diversificó, surgió la necesidad de fuentes de ingresos más estables y equitativas. La dependencia de los aranceles presentaba limitaciones, especialmente en tiempos de fluctuaciones comerciales. Además, la creciente desigualdad en la distribución de la carga fiscal llevó al gobierno a considerar alternativas. Este contexto propició la adopción de la Decimosexta Enmienda a la Constitución en 1913, que permitió la implementación del impuesto federal sobre la renta. Esta transición buscaba establecer una fuente de ingresos más consistente y justa, adaptada a las necesidades de una economía en transformación.

La implementación del impuesto sobre la renta no eliminó por completo el uso de aranceles, pero sí redujo su papel predominante en la generación de ingresos federales. Con el tiempo, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos promovió políticas de libre comercio, reduciendo gradualmente los aranceles para fomentar el comercio internacional y fortalecer las relaciones económicas globales.

Los aranceles fueron desapareciendo en Estados Unidos y únicamente se usaban para proteger industrias, por temas de seguridad nacional (por ejemplo, con equipo militar) y como armas de negociación. Trump y sus políticas nativistas de “América Primero” encajan en la última parte. Sus amenazas siempre sirven para sentarse a la mesa con la presión encima de desatar ese caos.

Lo cierto es que Estados Unidos es una economía altamente dependiente del comercio exterior. Imponer aranceles unilaterales puede desatar guerras comerciales innecesarias para su economía. En ese sentido, Trump ha dicho que quiere imponer aranceles del 25% a las importaciones desde México y Canadá a partir del 1 de febrero.

Llevar a cabo una política de esta naturaleza no solo sería violatoria de los tratados comerciales sino un error económico. México y Canadá son dos de sus principales tres socios comerciales y la interdependencia económica es tan grande que imponer aranceles podría traer hasta una recesión en estados como Texas, Michigan y California. Estos estados representan en conjunto el 56.5% del comercio total entre ambos países. Además, México es uno de los tres países más importantes para exportaciones de 29 estados de EU.

Por eso, el caos de los aranceles sería como una bomba sucia. El alcance no solo destruiría al enemigo imaginario de Trump sino contaminaría a su propia economía.

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