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Opinión

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Cien años leyendo a solas y para todo el mundo

Foto: Archivo SRE

Foto: Archivo SRE

Rosario Castellanos nació en la Ciudad de México por pura casualidad: su familia estaba de viaje en la capital, pero inmediatamente fue llevada a Comitán, Chiapas, lugar donde siempre habitó su alma y reconocía como su territorio original. Corría el año de 1925. Hace justamente cien años.

Curiosa, observadora, con muchas historias por contar y un apremiante deseo de entender, regresó a la Ciudad de México a estudiar en la UNAM, primero en la facultad de Derecho y después en Filosofía y Letras. Así lo hizo y muy pronto entendió todo y desarrolló un estilo. Mire usted. lector querido, la siguiente nota de su tesis “Sobre cultura femenina”, para obtener el grado de maestra en Filosofía, después de terminar la licenciatura:

“En cambio, me enseñaron a llorar. Pero el llanto

es en mí un mecanismo descompuesto

y no lloro en la cámara mortuoria

ni en la ocasión sublime ni frente a la catástrofe.

Lloro cuando se quema el arroz o cuando pierdo

el último recibo del impuesto predial”.

.

Carnet de estudiante de la UNAM. ARCHIVO UNAM.

A lo largo de los años su pluma abordó todos los géneros; especialmente la poesía, pero también la narrativa y el ensayo. La labor periodística de Rosario Castellanos también fue notable: colaboró con relatos, poemas, crítica literaria y artículos de diversa índole tanto en los suplementos culturales de los principales diarios del país como en revistas especializadas de México y del extranjero. En Excélsior, por ejemplo, aparecía asiduamente en su página editorial, y como literata publicó varios libros de poesía. Sin embargo, su obra en prosa reveló un compromiso social, escasamente presente en las escritoras de aquel entonces. Balún Canán, su primera novela, tuvo un gran número de ediciones y fue traducida a muchas lenguas y tal obra, junto con Ciudad real, su primer libro de cuentos, y Oficio de tinieblas, su segunda novela, acabaron constituyendo la trilogía indigenista más importante de la narrativa mexicana del siglo XX.

En su momento un escándalo, Mujer que sabe latín, libro de su autoría, una profunda reflexión sobre la condición femenina, la igualdad de género y la defensa de los derechos de las mujeres, cambió el destino de muchas. Fue comparado con El segundo sexo de Simone de Beauvoir, la habitación propia de Virginia Woolf y las palabras de Flora Tristan inaugurando el feminismo. En él, Rosario Castellanos escribió:

“A lo largo de la historia la mujer ha sido más que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito. El creador y espectador del mito ya no ven a la mujer a alguien de carne y hueso, con ciertas características biológicas, fisiológicas y psicológicas; menos aún perciben en ella las cualidades de una persona que se le asemejan en dignidad, aunque se diferencia en conducta, sino que sólo advierten la encarnación de algún principio, generalmente maléfico, fundamentalmente antagónico (…) Desde que nace una mujer, la educación trabaja sobre el material dado para adaptarlo a su destino y convertirlo en un ente moralmente aceptable, es decir, socialmente útil. Así se le despoja de la espontaneidad para actuar; se le prohíbe la iniciativa de decidir: se le enseña a obedecer los mandamientos de una ética que le es absolutamente ajena y que no tiene más justificación y fundamentación que la de servir a los intereses, a los propósitos y a los fines de los demás.”

.

Rosario Castellanos de niña. ARCHIVO UNAM..

Ganadora de premios y becas, creyente de que las palabras eran el único modo de alcanzar lo permanente en este mundo, Rosario Castellanos escribió hasta el final y nunca perdió prestigio. Pero la realidad –—la injusticia, el desamor, los dolores de su pueblo chiapaneco— la sumía en crisis sentimentales y religiosas tan profundas, que hasta dejó de creer en la otra vida. (“A Dios, lo he perdido —confesó en una célebre entrevista— y no lo encuentro ni en la oración ni en la blasfemia, ni en el ascetismo ni en la sensualidad”). Y a tal desolación vino a sumarse una fatal desesperanza que muchos quisieron creer era el presentimiento de su prematura desaparición en 1974. (“Heme aquí, ya al final, y todavía no sé qué cara le daré a la muerte”, escribió.

Rosario Castellanos será la figura por conmemorar pasado mañana, el Día Mundial del Libro. Se festejarán los 100 años de su nacimiento y públicamente y en voz alta, se dará lectura a Balún Canán.

Mientras tanto yo, lector querido, aquí le dejo un poema de la comiteca para que lo disfrute a solas:

Ser de río sin peces, esto he sido.

Y revestida voy de espuma y hielo.

Ahogado y roto llevo todo el cielo

y el árbol se me entrega malherido.

A dos orillas del dolor uncido

va mi caudal a un mar de desconsuelo.

La garza de su estero es alto vuelo

y adiós y breve sol desvanecido.

Para morir sin canto, ciego, avanza

mordido de vacío y de añoranza.

Ay, pero a veces hondo y sosegado

se detiene bajo una sombra pura.

Se detiene y recibe la hermosura

con un leve temblor maravillado.

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