El día que Claudia viajó

Claudia viajó. La presidente Claudia Sheinbaum debutó en la Cumbre del G20 en Río de Janeiro, Brasil. Son buenas noticias, sí. Lo son porque la decisión de asistir a este foro marca una diferencia de su antecesor, quien, como sabemos, apostó por el repliegue de México del mundo. Lo son también porque el cambio ocurre en un contexto especialmente significativo para México ante la creciente incertidumbre por el regreso de Donald Trump a la presidencia estadounidense. Y, por último, porque permitió a Sheinbaum reunirse brevemente con sus homólogos de las principales economías del mundo.

Con una intervención que inició con una serie de preguntas retóricas y que estuvo marcada por el ideario de Andrés Manuel López Obrador, la presidenta abogó por la acción ambiental global y propuso que los países del G20 destinen 1% de su gasto militar a una iniciativa de reforestación inspirada en el programa Sembrando Vida. Un planteamiento que me parece tendrá poco o nulo eco dentro de la comunidad internacional.

Sin embargo, lejos del discurso pronunciado por la presidenta y del exagerado optimismo provinciano de algunos observadores mexicanos, la representación del país en el G20 fue provechosa en la medida en la que Sheinbaum sostuvo tres reuniones bilaterales clave: con Joe Biden, Justin Trudeau y Xi Jinping.

Con Biden porque se trata de su primer y si acaso único encuentro en persona antes de que Biden deje la Casa Blanca. Un encuentro breve, pero simbólico porque ocurre tras meses de tirantez en la relación bilateral. Apenas hace unos días, la presidenta descalificaba las críticas del embajador estadounidense Ken Salazar a propósito de la fallida estrategia de seguridad de “abrazos no balazos”.

Con Canadá, a mi juicio la reunión más relevante para Sheinbaum, debido a que representa un potencial frente de incertidumbre adicional en el contexto de la inminente revisión del T-MEC. En los últimos días, líderes canadienses —incluidos los primeros ministros de Ontario y Alberta— han sugerido la posible expulsión de México del tratado si no iguala los aranceles de Canadá y Estados Unidos sobre las importaciones chinas.

Canadá ha adoptado una postura de alineación total con Estados Unidos frente a China en temas comerciales. Este verano, anunció la aplicación un arancel del 100% a vehículos eléctricos y del 25% al acero y aluminio provenientes de China, en sintonía con los niveles propuestos por la administración Biden. La reunión con Trudeau es significativa en la medida en que construir una relación directa con su par canadiense puede eventualmente contribuir a desactivar un problema.

A propósito de la revisión del T-MEC, el gabinete de Sheinbaum ha reiterado una y otra vez su confianza en tener el sartén por el mango debido a los beneficios del tratado. Sin embargo, las declaraciones de sus contrapartes norteamericanas son todo menos casuales y está claro que la relación con China sí será un tema de discusión.

Con Xi Jinping hubo mucha sonrisa y apretón de manos. Tanto Sheinbaum como representantes de la Secretaría de Economía que asistieron al Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC), celebrado en Lima, Perú, previo al G20, insisten en que México, como país soberano, puede mantener una relación con China. Es cierto, es adecuado y es necesario. Pero si Estados Unidos y Canadá exigen mayor claridad sobre este tema es porque, como en cualquier relación, la ambigüedad no es deseable.

México debe elegir bien sus batallas. Aunque la narrativa sobre China está repleta de datos inflados, seleccionados o convenientemente ignorados, hay realidades comerciales y geopolíticas que no pueden desestimarse. Es prioritario que el país defina con inteligencia el tipo de relación que quiere mantener tanto con China como con sus socios norteamericanos, especialmente ante la inestabilidad provocada por el regreso de Trump y sus implicaciones para el orden internacional del que México forma parte, una verdad que quedó en evidencia el día que Claudia viajó.