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Del dicho al hecho hay un cumpleaños
No existe presidente mexicano, como el Benemérito, que haya provocado tantos dichos. Palabras intensas, mucha palabrería, los escritos más sesudos, algunas obras legendarias y hartos libros. Frases que van desde lo casi sacramental, hasta lo más común. Muy poco, pero todavía se escucha a quienes dicen, por ejemplo, “me hace lo que el viento a Juárez”, cuando presumen de valientes e invencibles, ante las amenazas de otros más bestialmente patriarcales o retando a los embates de la vida. También está presente la connotada frase -muchas veces oída, mil veces repetida hasta la sinrazón- que habla de la paz y el derecho ajeno. Sin embargo, ésa es autoría de don Benito Juárez y la dijo cuando entró triunfante a la Ciudad de México, el 15 de julio de 1867 después de haber vencido al invasor, fusilado al emperador Maximiliano y restaurado la República. En un discurso que decía así:
“El gobierno nacional vuelve hoy a establecer su residencia en la ciudad de México, de la que salió hace cuatro años. Llevó entonces la resolución de no abandonar jamás el cumplimiento de sus deberes tanto más sagrados, cuanto mayor era el conflicto de la nación. Fue con la segura confianza de que el pueblo mexicano lucharía sin cesar contra la inicua invasión extranjera, en defensa de sus derechos y de su libertad. Salió el gobierno para seguir sosteniendo la bandera de la Patria por todo el tiempo que fuera necesario, hasta obtener el triunfo de la causa santa de la Independencia y de las instituciones de la República. (…) Encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la República. Que el pueblo y el Gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.”
Juárez, que llegó a confesar su “vehemente deseo por aprender” seguramente era un hombre sensible a las palabras bien dichas y a las bellas letras, pero de tan parco, es muy probable que despreciara la falsa retórica y la hipócrita elocuencia. No sabemos de sus reacciones o comentarios ante los poemas que lo ensalzaron mientras vivía, ni si los cientos de adjetivos vacíos, escritos junto a su nombre le conmovieron el alma, pero lo cierto es que estuvo incluido en las mejores composiciones literarias de su tiempo. Cheque usted, lector querido: Ignacio Manuel Altamirano, padre de otra república, la República de las Letras, le escribió lo siguiente en 1865: “Más fácil es que la Tierra se salga de su eje, que ese hombre se salga de la República: ese hombre no es un hombre, es el deber hecho carne...Yo no sé cómo se llama la línea de tierra que ocupa en este momento: pero él está en la República, piensa en la República, trabaja por la República y morirá en la República y si un rincón quedara sólo en la Patria, en ese jirón estaría uno seguro de hallar al Presidente”.
Muchos años después, Amado Nervo incluyó a Juárez en su lectura ante el Congreso en 1902 en su espectacular poema “La raza de bronce” donde después de hablar de Ilhuicamina, Netzahualcóyotl y Cuauhtémoc, poetiza sobre Juárez diciendo así:
Eras tú, y a tus pies cayendo al verte;
- Padre - te murmuré -, quiero ser fuerte:
dame tu fe, tu obstinación extraña;
quiero ser como tú, firme y sereno;
quiero ser como tú, paciente y bueno;
quiero ser como tú, nieve y montaña.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un guijarro; enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: enséñame a ser río!
Soy un harapo: enséñame a ser gala!
Soy una pluma: enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!
Pero Nervo no fue el único: Juan de Dios Peza, Manuel José Othón, su amigo Guillermo Prieto; Rubén Darío y Rafael Delgado, sólo por citar algunos. también escribieron espléndida poesía para Juárez. Hasta Enrique González Martínez, -el que le torció el cuello al cisne del Modernismo-, le compuso gallardos versos (Sin que lo manche la mundana escoria/ se eleva altivo inquebrantable y fuerte,/ impasible y sereno ante la muerte,/sereno e impasible en la victoria) y también muchos otros, Los nacidos lejos como Víctor Hugo; de otros territorios, como Pablo Neruda, cercanos de región y corazón como Rubén Bonifaz Nuño e icónicos como Efraín Huerta dedicaron tiempo de su pluma para el héroe.
A estas alturas – más de 30 presidencias han pasado- parecería que ya nadie puede agregar nada a lo dicho y escrito sobre la figura de Benito Juárez. No se puede aumentar ni una página más a su bibliografía, ni leer nada que no se haya editado ya. Pero tal vez no es cierto. Acaba usted de vivir el primer fin de semana largo del año por su culpa, lector querido. Disfrutar un puente que nada tenía que ver con el bronce ni su raza y que acomodó los días del calendario para conmemorar su cumpleaños en otra fecha y tomando vacaciones.