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Economía circular, el tiempo y la memoria

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OpiniónEl Economista

Todos tenemos un secreto enterrado en el ático del alma.

Carlos Ruiz Zafón

La lectura diaria de los principales encabezados del país y del mundo, así como los noticiarios nocturnos sobre todo, nos traen de golpe y porrazo muchas veces a la realidad, esa que debamos en la almohada después de sueños inacabados, que cuando despertamos en no pocas ocasiones imaginamos que ya habíamos vivido.

Son los niveles máximos de los mercados financieros, la paridad peso dólar, el arrollador triunfo de Donald Trump, lo que nos empuja al optimismo, o es desde la economía circular interna, esa que se alimenta por semanas o quincenas, en el gasto más que en la captación de recursos, en una sociedad consumista, lo que nos posibilita ahora de echar mano de la memoria.

Por supuesto el tiempo no trascurre sin aprendizajes desde la niñez, en casa, con las compras naturales de papá o mamá, para alimentar a la familia, en lo indispensable o necesario en los años setentas, ochentas con la supuesta reproducción de más circulante que soporte en el Banco de México, y los niveles de la carestía de esa canasta que dejó de ser básica, demasiadas preguntas este día.

No somos románticos de las políticas públicas y esa toma de decisiones, en las definiciones de situaciones con un fin predeterminado, sea en Venezuela o Brasil, Nicaragua o Chile, que fijan el rumbo de sus sociedades, más por la escases de los consumos, que la apertura de mercados y oportunidades para salvar crisis.

Es la migración entonces un problema social, observamos este mes de noviembre, caravanas de centroamericanos, recorriendo las carreteras del sur de México, donde Chiapas es el estado donde se reportan más abusos, de los malosos, por llamarlos de una manera conservadora, que no solo lucran con esa pobreza que huye de la sin razón de muchos gobiernos, la inseguridad y la muerte; sino que además expulsa a su futuro.

México está desde este viernes viviendo la comercialización de las ofertas disfrazadas de descuentos, atracciones de precios que seguramente elevaron días o semanas antes, para hacernos ver lo importante de la cantidad que ahora tienen los productos, la mayoría innecesarios para casi todos.

La primera parte del aguinaldo para los burócratas se pulveriza en cuatro días, y llegará diciembre, frío por cierto como en los años recientes, y el pavo ya no llegará a las meses de esa clase media que ha olvidado hasta su sabor en las mesas, compramos lo suntuario, ni libros ni viajes, estos dos ilusionismos que nos permiten, el primero viajar en el tiempo, y el segundo “disfrutar” entrecomillado, de un remanso de paz acotado.

Por supuesto que siempre hay otros que piensan diferente, que aseguran vivir el momento o el presente, porque el mañana es hoy, y el ahorro no se da, porque las victorias de Trump y el repunte de las bolsas de valores del mundo, nunca van a incidir en la economía circular interna, quizá las remesas tengan un peso específico, que no hemos dimensionado en el país, y que corren peligro con determinaciones del poderoso vecino, que amagará con aranceles desde el mismo enero próximo.

Gastemos con una amplio sentido de responsabilidad, lo que realmente requerimos, vamos a comprarlo; haciendo reflexiones, dejando de lado este “buen fin”, que sólo es irrisoriamente el fin de lo recibido en los días previos, producto de un costumbrismo encaminado al consumismo, de lo que no hace falta, donde reconozco esa economía circular de pesos y medidas contrapuestas.

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