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Un encuentro entre lo eterno y lo infinito
Horizonte del saber
En la comunidad de Acachapan y Colmena, Tabasco, tierra de abundancia y agua infinita, donde la selva murmura historias y el río Grijalva lleva el alma de su gente, llegó un día de fiesta la Maestra Magda, originaria de Cuautla, Morelos, dispuesta a hacer de la educación el gran motor de desarrollo; no solo de la comunidad, sino de las almas libres de sus niños.
En aquel entonces, compartía su pasión por las matemáticas y la literatura. Decía a sus alumnos que las matemáticas y el Día de Muertos comparten un lenguaje eterno: “En cada cifra y cada altar, se escribe un recuerdo y una verdad que trasciende el tiempo y los misterios del propio universo”.
Para los mexicanos, el Día de Muertos es una gran celebración, una oda a la vida y a sus misterios. Entre copal, ofrendas delicadas y flores de cempasúchil, se abre un puente entre los muertos y los vivos, como si el tiempo se paralizara en una comunión eterna. Esta conmemoración no es solo el matiz de la historia de una sociedad, sino también el recordatorio de que: “Para todo mal, mezcal; y para todo bien, también”. Porque en México, la vida y la muerte se unen en un misticismo mágico, compañeras incansables al ritmo de la misma canción.
Mientras el país se prepara para recibir a sus antepasados y las tradiciones se viven en el México de carne y hueso, docentes de los CETIS y CBTIS de la DGETI se reunieron en el Encuentro Nacional de Matemáticas en Guanajuato, tierra de leyendas, momias y calles de laberinto. Entre catrinas y números, se dibujó un mapa eterno de la vida y sus secretos, para analizar los planes, los programas de estudio y la prospectiva de cómo se está formando a las y los jóvenes en esta disciplina.
En un acto de profundo simbolismo, se analizó cómo la Educación Tecnológica Industrial es un referente nacional en la aplicación de matemáticas disruptivas en el nivel medio superior, la Proyección Académica y las Iniciativas del Pensamiento Matemático. En este marco, los estudiantes compartieron cómo las matemáticas forman parte de su formación tecnológica integral, y cómo descifran los misterios de los números, esos símbolos que encierran secretos universales y que, como el Día de Muertos, nos hablan del equilibrio entre lo finito y lo eterno.
El Día de Muertos se tiñe de colores y aromas. Cada altar es una declaración de amor eterno, y cada ofrenda, una enseñanza. La sabiduría popular es clara: “Aquel que vive en el corazón de sus seres queridos, nunca muere”. En las matemáticas, cada cálculo es un intento por entender los secretos de la naturaleza y sus patrones invisibles, mientras que en el Día de Muertos, cada ritual es un intento por entender los misterios de la existencia. En ambas, se revela el ingenio y la esperanza que define al pueblo mexicano. Al final, tanto en el Día de Muertos como en las matemáticas, lo importante es el viaje, la búsqueda y la reflexión.
La Maestra Magda enseñó a sus niños con paciencia y vocación educadora, que las matemáticas como en la vida: sumar y recordar, restar y honrar, la vida misma es una serie de cálculos y recuerdos que nos enseñan a construir, a descubrir, y a entender que cada instante es una verdad que trasciende el tiempo.
La Maestra Magda, como muchos maestros, trasciende a través del aprendizaje y del amor que dejó en sus estudiantes. En el horizonte entre lo eterno y lo infinito, aún se escucha su voz y sus enseñanzas, cuando recitaba “Balance” de la poeta mexiquense Rosario Siliceo de Ámbia: Con un alarde magnánimo, con el orgullo sereno del que ha luchado con fe y ha curado sus heridas, todavía puedo exclamar: “Cancelo tus deudas, vida, he aprendido a perdonar y aunque nunca me pagaste todo lo que en ti dejé, por hoy, por hoy estamos en paz. Las espinas que me clavaste, por las rosas que te robé”. Que la voz de quienes leen estas palabras tenga eco en la eternidad.