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¿Entrega lo que promete el sistema de salud?
"Lo que dice la voz de los pacientes... y lo que no escuchamos en México."
En la más reciente publicación de la OCDE, titulada Does Healthcare Deliver? (2025), se presenta una radiografía inédita y poderosa sobre los sistemas de salud en 19 países a través de los ojos de los propios pacientes. Este estudio pionero, basado en las encuestas PaRIS (Patient-Related Indicators Surveys), captura algo que muchas veces falta en el diseño de políticas públicas: la experiencia vivida por las personas mayores de 45 años que enfrentan enfermedades crónicas en su interacción cotidiana con los servicios de salud.
PaRIS no se limita a medir si los pacientes sobreviven, sino si viven bien. Para ello, se concentra en indicadores reportados directamente por los usuarios (PROMs y PREMs), abordando desde la salud física y mental hasta la coordinación, calidad y confianza en los servicios recibidos.
Los PROMs (Patient-Reported Outcome Measures) son medidas de los resultados de salud reportados directamente por los pacientes. Evalúan aspectos como la salud física, mental, bienestar y la capacidad de los pacientes para manejar su propia enfermedad.
Los PREMs (Patient-Reported Experience Measures) son indicadores que miden la experiencia del paciente en la atención médica, incluyendo aspectos como la calidad percibida del servicio, la coordinación de la atención, la comunicación con los médicos y la confianza en el sistema de salud.
Estimados lectores, el hallazgo más contundente es que la experiencia del paciente se correlaciona directamente con su estado de salud: quienes sienten que su atención es centrada en la persona, bien coordinada y empática, reportan mejores resultados físicos, mentales y sociales.
Este informe llega en un momento crítico para México, donde la transformación del sistema de salud se ha visto guiada más por la ideología que por la evidencia. El llamado “austericidio republicano” ha eliminado herramientas fundamentales de monitoreo, incluyendo las encuestas de percepción y los sistemas de evaluación que permitían saber, al menos, cómo se sentían los mexicanos respecto a su salud y a los servicios públicos que la atienden.
Mientras en países como Suiza, Noruega, Francia o incluso República Checa, los datos permiten afinar políticas públicas centradas en la experiencia del paciente, en México seguimos navegando a ciegas. No existe un sistema equivalente al PaRIS que escuche a los millones de mexicanos que acuden a los centros de salud y hospitales con enfermedades crónicas, mucho menos uno que permita comparar experiencias entre estados, regiones o grupos socioeconómicos.
En un país donde el 82% de las personas mayores de 45 años tiene al menos una enfermedad crónica, y más de la mitad enfrenta múltiples condiciones, la necesidad de adaptar el sistema de salud a esta realidad es urgente para estos 39.3 millones de mexicanas y mexicanos.
Sin embargo, en lugar de fortalecer la atención primaria, formar profesionales de la salud o digitalizar los sistemas de información, se ha optado por la desaparición de instituciones, la centralización de compras y la politización de los recursos.
Uno de los hallazgos más relevantes de PaRIS es que más gasto no siempre significa mejores resultados. Países como República Checa y Eslovenia muestran altos niveles de satisfacción y buenos resultados en salud con niveles de gasto menores que el promedio de la OCDE. ¿Cuál es el secreto? Invertir en atención primaria, en tiempo con los pacientes, en continuidad en la relación médico-paciente, y en herramientas digitales que mejoren la coordinación y reduzcan errores.
En contraste, en México seguimos atrapados en una visión hospitalocéntrica y curativa, con servicios saturados, falta de médicos de primer contacto, y escasa continuidad en el seguimiento de pacientes. La atención personalizada es casi inexistente y la confianza en el sistema de salud se ha erosionado, como lo muestran diversas encuestas antes de su desaparición: en 2020, sólo 41% de los mexicanos confiaban en los servicios públicos de salud, frente a un 62% en promedio en la OCDE.
Otro dato relevante: en PaRIS, las mujeres y las personas con menor nivel educativo reportan peores experiencias y resultados en salud. Esto coincide con lo observado en México, donde los determinantes sociales siguen siendo una barrera estructural para el acceso equitativo a servicios de calidad. Sin embargo, sin instrumentos de medición adecuados, estos datos no se cuantifican, no se visibilizan y, por tanto, no se abordan con políticas efectivas.
La gran lección del estudio de la OCDE es clara: para mejorar los sistemas de salud no basta con gastar más, sino con escuchar más. Es necesario poner al paciente en el centro, no como un discurso, sino como una práctica concreta: escuchar su experiencia, medir su bienestar, identificar brechas de equidad, y actuar con evidencia.
La pregunta de fondo es si el sistema de salud mexicano entrega lo que promete. La respuesta, sin datos, es incierta. Pero el silencio administrativo no puede ocultar lo evidente: cuando la voz del paciente desaparece, también lo hace la brújula que orienta a los sistemas de salud hacia la calidad, la equidad y la dignidad humana.
Recuperar los instrumentos de medición, fortalecer la evaluación, y sobre todo, escuchar a quienes viven con enfermedades crónicas día tras día, debe ser la prioridad de cualquier reforma seria. Porque un sistema de salud que no escucha, tampoco aprende. Y un sistema que no aprende, inevitablemente fracasa.
*El autor (www.ectorjaime.mx) es médico especialista en cirugía general, certificado en salud pública, doctorado en ciencias de la salud y en administración pública. Es Legislador y defensor de la salud pública de México, diputado reelecto del grupo parlamentario del PAN en la LXVI Legislatura.