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Opinión

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Gamificación, cuando la formación se convierte en un juego

Recuerdo claramente aquellas tardes cuando, siendo niño, convertir una sencilla tarea como ordenar mi cuarto en una aventura épica era cosa de todos los días. La cama se transformaba en un barco pirata, los juguetes dispersos eran tesoros escondidos y cada rincón era un territorio por conquistar. Hoy, al observar a mis dos hijos pequeños jugando, confirmó que el instinto natural del ser humano al nacer es aprender jugando.

Pero el punto de partida es justamente ese, nuestro instinto innato es aprender mediante el juego, y basta observar a un niño pequeño para comprobarlo. Es ahí donde la gamificación se vuelve una herramienta revolucionaria al trasladar las dinámicas propias del juego a contextos educativos y laborales para enseñar de una forma más atractiva y eficaz.

¿Sabías que el 90 % de nuestro cerebro se desarrolla antes de los 5 años? Esa es precisamente la razón por la que marcas reconocidas, como LEGO, enfatizan el aprendizaje mediante el juego, abordando no solo letras y números, sino también habilidades cruciales como la creatividad, la resolución de problemas y las competencias sociales y emocionales que marcarán nuestra vida adulta.

La gamificación, término acuñado por el programador británico Nick Pelling en 2002, cobra relevancia a partir del 2010 y se define como la integración de elementos de juego en contextos que no son lúdicos. Su propósito es claro, transformar actividades rutinarias o poco atractivas en dinámicas estimulantes que motivan el aprendizaje activo y la participación comprometida.

En el ámbito educativo, la gamificación se posiciona como una respuesta innovadora frente al método tradicional, que muchas veces fracasa en mantener el interés y motivación de los alumnos, llevando a altos niveles de abandono escolar. Esta metodología se vale de elementos propios de los juegos, como puntos, rankings, niveles, premios, regalos, desafíos y misiones con el fin de captar el interés y promover un aprendizaje continuo y divertido.

Frente a este escenario, la gamificación aparece no solo como una tendencia, sino como una necesidad educativa que fomenta la proactividad, incrementa la motivación mediante recompensas tangibles e intangibles, y optimiza la eficacia del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Es indispensable que las autoridades educativas comiencen a valorar y adoptar métodos como la gamificación en los programas de enseñanza. La rigidez, la memorización mecánica y la austeridad tradicional están sofocando la creatividad natural de los niños y limitando su potencial de desarrollo. Necesitamos romper con esos esquemas obsoletos para permitir que los estudiantes exploren y se imaginen más.

Al final del día, el éxito de la gamificación radica en reconocer que dentro de cada alumno, empleado o ciudadano sigue vivo aquel niño curioso, creativo e inquieto que un día fuimos. Transformar el aprendizaje en un juego no es infantilizar la enseñanza, sino recuperar lo más auténticamente humano, la capacidad innata de aprender jugando.

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Director General de Fundación Azteca de Grupo Salinas

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