Lectura 4:00 min
La herencia en Pemex, una bomba de tiempo
Que Pemex sea una bomba de tiempo no es novedad; su crisis viene de tiempo atrás. Pero en esta semana de festejos por la expropiación petrolera y la recuperación de la tan anhelada soberanía, vale la pena revisar qué empresa recibió esta administración. Hoy podemos hacerlo con los últimos estados de resultados. Como se ha dicho, es una más de las herencias malditas que Claudia Sheinbaum recibe de su antecesor.
En Exploración y Producción (PEP), la otrora joya de la corona, los resultados ya no son positivos. Esta división, antes responsable de todas las ganancias de la exempresa productiva del Estado, cerró 2024 con un resultado operativo positivo de 298,000 millones de pesos, pero su resultado neto fue negativo por costos financieros y pérdidas asociadas a tipo de cambio. Más preocupante aún es la caída en producción, una tendencia que viene desde el gobierno de EPN. En 2015, la producción total de petróleo crudo fue en promedio de 2.27 millones de barriles diarios; para 2024 bajó a 1.5 millones y, en enero de 2025, a 1.4 millones.
Los grandes yacimientos se agotaron. De Cantarell ya no queda nada, y Ku- Maloob- Zaap, que sostenía la producción, está en estado crítico. En 2015, sus tres campos producían un promedio de 840,000 barriles diarios; en 2024 produjeron 480,000, y en enero de 2025, solo 435,000, poco más de la mitad de los que producían hace 10 años. Ya no quedan grandes campos, y la exploración no ha dado los resultados esperados. Por si fuera poco, PEP carece de los recursos financieros y técnicos para explotar lo que queda. A nadie debería de sorprender los rumores sobre la asociación de Pemex con empresas de Grupo Carso para explotar Ixachi y Zama, los últimos descubrimientos importantes en México, ambos de 2017, durante la larga pesadilla neoliberal.
Pero las peores noticias no están en PEP, sino en Pemex Transformación Industrial (PTI). La subsidiaria encargada del Sistema Nacional de Refinación lleva años siendo una máquina de perder dinero, pero la situación cada vez es peor. En 2024, tuvo una pérdida operativa de 282,000 millones de pesos, alrededor de 15,000 millones de dólares. Esto sin contar la refinería de Deer Park, que había sido muy rentable para Pemex cuando era dueña del 50%, pero ahora también genera pérdidas. El resultado neto es aún peor: 585,000 millones de pesos por pérdidas en tipo de cambio y costos financieros. Durante el sexenio de AMLO, de 2019 a 2024, PTI acumuló pérdidas operativas de más de un billón de pesos, unos 55,000 millones de dólares. Para dimensionarlo, esto equivale a poco más de 10% del Presupuesto de Egresos del gobierno mexicano.
A nivel corporativo, las cosas tampoco pintan bien. Pemex sigue con una deuda insostenible, de más de 97,000 millones de dólares, de los cuales 21,000 son pagaderos en el corto plazo y debe —de forma reconocida— 25,000 millones de dólares a proveedores. En 2024, como había pasado en 2021, Pemex le costó más al erario de lo que pagó. El gobierno le transfirió 9,100 millones de dólares, mientras que Pemex solo pagó 6,257 millones por derechos e impuestos sobre la renta, como los paga cualquier empresa petrolera del mundo.
La realidad es que este gobierno recibió una empresa quebrada. Las épocas en que el gobierno mexicano vivía sin cobrar impuestos porque Pemex pagaba las cuentas se acabaron; ahora hay que mantenerla. ¿Qué hará la presidenta con este desastre? Algunas respuestas ya se han planteado, pero sin duda generarán fricción con el residente de Palenque. ¿Otra raya más al tigre?