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Opinión

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Un incremento al salario mínimo mayor a la inflación sería imprudente

Actualmente, es difícil sostener la inocuidad de los incrementos recientes al salario mínimo para la mayoría de las empresas. Quizás, el daño sea menor para las grandes, más intensivas en capital, más inmunes al costo laboral y que a menudo gozan de rentas económicas.

Mejores salarios (e ingresos) para la población es un objetivo prioritario de una política económica adecuada. Pero debe ser resultado de la salud de la economía y no mediante decretos. La relación entre la productividad laboral y el salario es lógica, resultado del análisis económico y ampliamente reconocida por organismos internacionales y no gubernamentales de diversas orientaciones.  

Elevar los salarios por decreto causa distorsiones, como es el caso de cualquier precio controlado. Entre ellas, la exclusión del sector formal de trabajadores menos calificados, presiones sobre los costos de las empresas y sus precios o limitaciones a su operación y crecimiento. Efectos similares a los de precios tope o mínimos.

Con relación al salario mínimo (SM), las distorsiones se dan cuando su nivel esta por arriba del salario que determinaría el mercado; o como se dice a veces, cuando “muerde”.

El SM general entre 2019 y 2024 creció 145% real –por arriba de la inflación– un gran incremento. Es razonable pensar que antes su nivel no era relevante o que “mordía poco”. En 2018, el 16% de los trabajadores ganaba hasta un salario mínimo. Ahora, es el 37%: las distorsiones son mayores y relevantes.

Por ejemplo, la creación de empleos formales entre 2018 y 2024 alcanzó 2.7 millones, menos que la del sexenio anterior (4.4) y similar a la del previo (2.6) cuando la fuerza laboral era mucho menor.

Se argumenta, a menudo, que los aumentos del salario mínimo no afectan a las empresas o no causan inflación. Ciertamente, cuando el SM real era tan bajo, como desde 1995 hasta 2018, era probable que la afectación haya sido no significativa. Pero ahora el SM real es similar al de 1983, año dentro de un episodio alcista en el que la inflación llegaría a un nivel récord en 1987.

Actualmente, es difícil sostener la inocuidad de los incrementos recientes al SM para la mayoría de las empresas. Quizás, el daño sea menor para las grandes, más intensivas en capital, más inmunes al costo laboral y que, a menudo, gozan de rentas económicas. Pero más del 95% de las empresas son mipymes, más vulnerables a los costos laborales que se han elevado más de 60% en términos reales (según el CEESP), lo que seguramente les ha afectado.

Hacia 2025, la Coparmex declara que el SM podría crecer en 15%, hacia el objetivo del organismo de alcanzar un SM capaz de adquirir dos canastas básicas. Deseo loable, pero incrementar el SM real en más de 10% es imprudente en las circunstancias actuales de la economía, entre otras:con productividad laboral entre 4% y 6% menor a 2018,crecimiento económico a la baja y con rezago frente a EU y otros,debilitamiento del Estado de derecho con los riesgos económicos que ello implica, lentitud relativa a otros competidores para la relocalización de la inversión y la falta de medidas para aprovecharla, desaceleración del empleo formal, necesidad inminente de una fuerte contracción fiscal, la economía informal más alta en 14 años, inflación pertinaz y tasas de interés reales onerosas para las empresas.

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