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Opinión

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Ni independientes ni integrados

En los últimos meses he leído sobre las décadas de los años 20 y 30 del siglo pasado en México. Y me resultó interesante ver cómo durante el interinato de Adolfo de la Huerta, tras el asesinato de Carranza, el gobierno del presidente estadounidense Woodrow Wilson se negó a reconocer diplomáticamente al presidente mexicano por haber llegado al poder por medio de la violencia. Además, exigió el reconocimiento, por parte de México, de las concesiones ya otorgadas a los empresarios de aquel país. El senador Albert B. Fall fue más lejos y demandó la abrogación del artículo 27 de la recién aprobada constitución de 1917. La falta de reconocimiento implicaba, entre otras cosas, la prohibición de recibir préstamos de bancos estadounidenses y de abastecerse de armas y municiones en aquel país. Un asunto grave pues había que pedir dinero para hacer frente a las deudas ya contraídas y era necesario rearmarse pues el país aún no estaba en paz tras los convulsos años revolucionarios.

Desde entonces —como ya ocurría antes—, los presidentes estadounidenses han mantenido una estrategia de presión constante. Recordemos por ejemplo que de 1986 a 2001 la administración de aquel país certificaba o no que México cooperara con la lucha contra el narcotráfico. De haber perdido la certificación Estados Unidos habría cancelado apoyo financiero, técnico y habría votado en contra de que instancias multilaterales como el FMI otorgaran préstamos al país. Similar a lo de Wilson. En este contexto, la revisión arancelaria que propone Trump se parece a las políticas anteriores: o le haces como yo digo o te castigo con aranceles.

Lo de Trump nos parece grosero porque las administraciones de Biden y Obama y la segunda de Bush parecían guardar mejor las formas, pero eso no quiere decir que dejaron de presionar a nuestro país para que actúe según conviene a los intereses de ellos.

Habrá que ver si es cierto, como se ha reportado en varios medios, que en la renegociación del T-MEC, la administración Trump exigirá cambiar los artículos constitucionales que regulan a PEMEX y CFE, y que Morena ve como grandes triunfos. La presidenta y su equipo estarán entre las exigencias de Washington y las de los duros de su movimiento. Una encrucijada política sin salida fácil.

Desde hace años se dice que México debe abrir otros mercados si no quiere depender, como sucede ahora, de lo que nos pidan desde el norte, o no depender de manera tan dramática. En 2024, según BBVA research, el 84 por ciento de las exportaciones mexicanas fueron a Estados Unidos. La otra opción, más radical, sería aceptar que somos parte de una comunidad trasnacional que supera nuestra soberanía y negociar una unión no solo comercial. Lo difícil es sostener al mismo tiempo un discurso de nacionalismo y soberanía, y promover la plena integración económica.

L.M. Oliveira es escritor. Autor de "El mismo polvo" y "El oficio de la venganza". Es Titular A en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y El Caribe.

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