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Opinión

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Justicia por propia mano

La situación de violencia e inseguridad en México ha alcanzado niveles alarmantes. En grandes extensiones del país sólo hay miedo y desconfianza.

En San Miguel Xochitecatitla, en el estado mexicano de Tlaxcala, un hombre fue detenido por alrededor de 200 pobladores. Se le acusaba de haber secuestrado y abusado sexualmente de una niña de 11 años, lo que habría despertado la furia colectiva de una comunidad cansada de la impunidad.

La multitud actuó como juez y verdugo, consumando un acto de violencia que culminó en la muerte del acusado. Un linchamiento que evidencia el fracaso de las instituciones, para proteger la vida y la integridad de las personas y exhibe la derrota del sistema de justicia, para procesar y sancionar adecuadamente los delitos.

A la gente le da lo mismo si detener el crimen es responsabilidad de la Federación, los gobiernos estatales o municipales. El hecho es que las autoridades siempre quedan al margen de la escalada de la violencia. Por ineficacia, desinterés o falta de sensibilidad, el Estado mexicano se halla desconectado de la realidad y profundiza la falta de confianza ciudadana y la sensación de desamparo.

Los gobernadores y presidentes municipales están ocupados en sus redes sociales y preocupados por mantener el poder. Ni qué decir de los agentes policiacos y fiscales. Todos están ausentes en el momento en que más se les necesita, antes de que los incidentes escalen a niveles tan caóticos.

Pero el linchamiento registrado en San Miguel Xochitecatitla, también revela una descomposición social preocupante. La falta de confianza en las autoridades lleva a las comunidades a tomar la justicia en sus propias manos, provocando tragedias mayores y una espiral de violencia difícil de detener.

Esos hombres y mujeres que se alzaron en armas para atacar a un presunto violador no son héroes ni heroínas, pero tampoco se ajustan al patrón del criminal clásico. No. Este caso demuestra que la gente está harta, ha perdido las formas y, ante el abuso cotidiano, está dispuesta a romper la ley y defenderse a golpes.

Lo cual se convierte en un nuevo peligro, si consideramos el otro aspecto crítico de este caso: la violencia de género. En México, las mujeres viven con un temor constante. La combinación de desapariciones, violaciones, golpes y acoso conforma un panorama aterrador que se alimenta de la falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades.

La frustración y la indignación social crecen a pasos agigantados. El peor escenario es que las autoridades permitan que el linchamiento se convierta en una manifestación extrema de esa frustración que invade a una sociedad que se siente abandonada, sin otra opción más que buscar justicia por propia mano.

El número de delitos que se cometen a diario es abrumador y los criminales operan con una violencia y brutalidad alarmantes que, en cualquier momento, podría desatarse la furia colectiva. No sería extraño que un incidente de tránsito, un robo en casa habitación, un asalto en plena calle, un secuestro, violación o desaparición de personas tengan desenlaces fatales.

Es urgente que las autoridades asuman un papel proactivo y multifacético para abordar las raíces de la violencia. Que las fiscalías investiguen las denuncias con celeridad , con rigor y que los juicios sean justos y eficientes, para castigar cada crimen.

Acabar con la impunidad es una condición indispensable para restablecer la confianza ciudadana en las instituciones y, sobre todo, para disuadir a las comunidades de tomar la justicia por mano propia.

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Reportera y conductora de @ADN40 corresponsal, escritora Hannia Novell a las 5 Radio 105.3 FM columnista de PoliticoMX, EjeCentral y El Economista.

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