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Maduro, un criminal progresista
Nicolás Maduro no tiene perfil de político progresista, sí lo tiene de criminal si tomamos en serio el estudio que Michelle Bachelet encargó a un grupo independiente cuando la expresidenta chilena se desempeñaba como Alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (2018-2022).
Ayer, la presidenta mexicana catalogó al régimen de Nicolás Maduro como “progresista”.
Ocurrió en su conferencia de prensa luego de una pregunta sobre la visita del presidente colombiano a México: “Bueno, (el de Gustavo Petro) es parte de los gobiernos progresistas de América Latina”.
Claudia Sheinbaum enlistó los nombres de los mandatarios de Guatemala, Chile y Brasil, entre otros, pero también incluyó los de dos dictadores:
“Venezuela, que tiene su problemática que todos conocemos. Y Cuba, evidentemente”.
Michelle Bachelet, que nadie se atrevería a clasificarla como una política de derecha y conservadora, dijo sobre el régimen de Maduro: “miles de personas, principalmente hombres jóvenes, han muerto en supuestos enfrentamientos con fuerzas estatales en los últimos años (...) existen motivos razonables para creer que muchas de esas muertes constituyen ejecuciones extrajudiciales perpetradas por las fuerzas de seguridad, en particular la FAES”.
¿Por qué Sheinbaum, como lo hizo AMLO, defiende las dictaduras sanguinarias como son la cubana y la venezolana?
Regresemos al informe de Bachelet.
Al Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y a la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), el reporte les atribuye haber sido “responsables de detenciones arbitrarias, maltratos y tortura de opositores/as políticos/as y de sus familiares”.
Pero dejemos el informe Bachelet, y pasemos a la Corte Penal Internacional.
En marzo de este año los jueces de La Haya decidieron de forma unánime desestimar la impugnación del dictador Maduro cuya intención era detener el proceso de investigación iniciado en contra de su régimen por parte de la comisión de crímenes de lesa humanidad.
Las palabras de Sheinbaum erosionan su credibilidad y su activo presidencial ganado legítimamente en las pasadas elecciones.
Son una muestra más de la también erosión democrática en México catapultada por la colonización del poder Judicial por parte del movimiento creado por AMLO.
Sheinbaum ha decidido continuar con la diplomacia dogmática que le heredó AMLO, pasando por alto la violación de derechos humanos en Cuba y Venezuela.
AMLO aprovechó la descomposición del PRI y del PAN para fortalecer su movimiento.
Quizá habría que apelar a un oxímoron para describir a Maduro: criminal progre.