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Opinión

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Mercaderes de la posverdad, el gran negocio

“Algo huele a podrido en Dinamarca”

William Shakespeare

Posverdad, neologismo que cada vez se vuelve más común en los textos y expresiones en general, hasta pareciera que es algo serio e importante; y en verdad que sí lo es. La frase en cita corresponde a los diálogos de una de las obras más icónicas de William Shakespeare, Hamlet. Se define el concepto posverdad como “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad.” También, se precisa que este prefijo latino significa “detrás de” o “después de”, en otras palabras, detrás de la verdad o después de la verdad, pero no hay que perder de vista que aquí el elemento esencial o substancial es el concepto de verdad, y desde el ámbito lógico, es aquél “juicio o proposición que no se puede negar racionalmente”. En su defecto, la negativa resultaría irracional.

El término post-truth fue considerado como la palabra internacional del año 2016 por Oxford Dictionaries registrándose su acuñación pública en 1992 en la revista The Nation en relación con un artículo referente a la Guerra del Golfo, y también en El Independent en un artículo referente a las elecciones norteamericanas “Whoever wins the US presidential election, we´ve entered a post-truth world-there´s no going back now” con frases como “La verdad se ha devaluado tanto que ha pasado de ser el ideal del debate político a una moneda sin valor”. Por su parte, The Economist en el artículo “The Art of Lie” inicia con la reflexión “Politicians have always lied. Does it matter if they lieve the truth behind entirely?” Es fuerte, ¿verdad? pero creo actualmente, aunque sea patético, nadie se puede llamar a sorpresa con una afirmación de esta naturaleza.

El tema obviamente es profundo y podrían citarse cualquier cantidad de posiciones históricas y artículos que de alguna u otra manera anticipaban este modelo, coincidiendo centralmente en lo principal. Los eufemismos son también parte relevante de nuestra cultura actual, y muchos se desviven por emplearlos en sustitución de las palabras que previamente describían el mismo concepto, pero de forma más clara o expresa, como el cambiar “delincuencia” por “actos vandálicos”, o “actos de violencia” por la tan temida palabra “Terrorismo”. Los eufemismos son peligrosos porque es una manera de soslayar o minimizar una realidad negativa de manera que no “incomode” a alguien; pero los efectos de la posverdad son peores porque implican cambiar la realidad, incluso al grado de afirmarse completamente lo contrario a lo que realmente es. Mucho rollo, ¿verdad?, tal vez este neologismo nos lleva a un concepto tan antiguo como el de la verdad, y que es el de lo falso, que consecuentemente, a su predicador lo convierte en un farsante.

En una situación ordinaria, a nadie le gusta que se le considere farsante, ni siquiera que pudiera pensarse que tal vez lo es, pero cuando los conceptos de honor, honestidad, congruencia, lealtad y otros similares, se perciben como vestuario y maquillaje propio de una novela de caballería medieval (casi de ficción histórica) y en el actual S. XXI eso es irrelevante, más aún cuando de por medio está la posibilidad de permanecer o más aún escalar en el poder político, así como hacer jugosos y lucrativos negocios, hay quien está dispuesto a recorrer ese miserable camino, bien armado de una fuerte armadura de cinismo con un grosor capaz de soportar cuantos poderosos golpes de mandoble pudieran venir con pruebas de corrupción e inmoralidad, porque al final, “para mí no está mal y porque yo lo digo”, no pasa nada. Lo que piensen los demás y lo que realmente sea, ya no importa, los poderes absolutos no preguntan, no escuchan y menos, consideran a los menos poderosos.

Lo curioso es que este fenómeno no es privativo de alguna ideología, se presenta claramente en América, Europa Occidental, Europa Oriental, Asia, etc. y en cualquier nivel y no es tampoco exclusivo de los políticos y empresarios, hoy vemos la posverdad en todos los sectores de la población y es frecuente ubicar supuestos como el de abogados que se ostentan como psiquiatras, con el riesgo que esto conlleva para los pacientes; o el de la cada vez más lucrativa industria de los dadores de Doctorados Honoris Causa, en la que se regocijan funcionarios públicos y profesionistas, que sin contar realmente con un mérito extraordinario, se ostentan (previo pago de cuota de gastos de recuperación) en Doctores, cuando académicamente se trata de un proceso que requiere años de esfuerzo y dedicación, o que cuando auténticamente se trata de un reconocimiento de mérito extraordinario que por su naturaleza, es obvio que no se solicita por el receptor; y por el contrario, es un honor para una universidad el brindarlo (sin costo alguno) ante la evidente e incuestionable contribución del homenajeado a la sociedad y cultura nacional e internacional; en suma, que en verdad hizo algo trascendente.

Alguien podría pensar que finalmente cada uno dice y se ostenta como quiere, y los demás son libres de creerlo o no, de aceptarlo o no, incluso de seguirlo o no, pero, todo cambia cuando se trata de personajes relevantes en una sociedad; sus inseguridades, complejos y mentiras, terminarán impactando a miles o millones de personas y no sólo a la familia, amigos y compañeros de trabajo de su círculo social cercano. Pero no sólo eso, el saber que la mentira sistematizada se convierte actualmente en una de las formas de ganar dinero y poder, potenciada en la medida en la que se cuente con mayores recursos económicos, obvio a costa de los ilusos que confían en ellos, es éticamente mucho más cuestionable.

Finalmente, la prueba de fuego para identificar un mercader de la posverdad: Si alguien en lugar de argumentos objetivos, rehúsa o se mofa del rigor del conocimiento científico, los datos duros e históricos y el debate técnico con los expertos nacionales e internacionales; y por el contrario, la fortaleza de su narrativa está frecuentemente “robustecida” con adjetivos calificativos, etiqueta peyorativamente en diversas formas a los voceros u opiniones contrarias, y soporta en su simple persona el valor y alcance de sus afirmaciones pretendiendo que sean universalmente válidos, aunado al hecho de tener claramente intereses políticos y/o económicos en juego; es altamente probable que estás frente a un mercader de la posverdad y siendo el nombre de su madre falacia, ya sabes lo que puedes esperar de esa persona.

X: @LBartoliniE

e-mail: lbartolini01@gmail.com

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