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México y el mito del nearshoring
Durante el periodo de la posrevolución el país ha tenido diversas oportunidades para impulsar sólidamente su desarrollo. En 1946 al terminar la Segunda Guerra Mundial, como participante activo del lado de la coalición de países que vencieron, el total de la deuda externa nos fue condonada, no obstante, pudimos ir más allá si nos hubiéramos incrustado en el proceso de expansión de las potencias ganadoras en particular Estados Unidos; Japón lo hizo, el resultado está a la vista. Algunas décadas después, durante lo que se conoce como desarrollo estabilizador o “milagro mexicano” crecimos a tasa 6% promedio durante 11 años basando la estructura económica en enorme gasto público, tipo de cambio fijo a 3 – 1; los altísimos niveles de inflación con el colapso del peso nos sacaron de aquella ruta de alto nivel de crecimiento sostenido. La más reciente fue la entrada al GATT hoy, OMC, que resultó en el TLCAN con su derivado el T-MEC-; gobiernos tecnocráticos, neoliberales o progresistas todos parecen estar de acuerdo en la conveniencia de mantener el libre mercado en términos comerciales con EU y Canadá. Desafortunadamente, los beneficios tangibles de esta integración no se desplegaron al sur del país que luego de 30 años de acuerdos comerciales sigue marginado.
La crisis del sistema financiero norteamericano en el 2008, las consecuencias de la pandemia y el inicio de la guerra comercial detonó lo que se llamamos nearshoring que no es otra cosa más que reconfigurar mundialmente las cadenas de valor para pasarlas de escala global a regional. En ello estamos, con situación geográfica envidiable, 3 décadas de sociedad comercial privilegiada, sin que hayamos podido ser relevantes en este proceso. Los análisis financieros demuestran cómo hasta la fecha, luego de 5 años, para México, el nearshoring ha pasado de noche. Esto contrasta con las voces tanto del sector privado como gubernamentales que no cesan de manifestar que estamos e incluso estaremos recibiendo miles de millones de dólares de inversión de extranjeros buscando traer sus capacidades de producción a nuestro país. No es así, tan sólo en 2024 la nueva IED cayó 40% con respecto al año previo. No sólo no estamos recibiendo más inversión foránea sino menos que antes del nearshoring por ejemplo, el sexenio de López Obrador captó 38.5 MMDD promedio anual de los cuales sólo el 5% fueron nuevas inversiones lo que contrasta con los 46 MMDD de Peña Nieto o los 40 MMDD de Vicente Fox ambas administraciones sin que el concepto de nearshoring existiera. En el caso de Brasil el promedio anual es de 80 MMDD cuando su economía es tan sólo 18% mayor que la nuestra. Entre los factores que explican esto están la falta de agresividad de los empresarios mexicanos para salir a buscar oportunidades y socios, la escasez de luz eléctrica limpia y económica, falta de gas, la inseguridad, tenue definición hacia EU, y, desde luego, estado de derecho que asegure las inversiones. En México hablamos más de lo que realmente hacemos.