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México y el nuevo paradigma geopolítico
Asistimos a la reconfiguración de la arquitectura económica mundial no vista desde el final de la Segunda Guerra Mundial, entonces surgieron nuevas naciones, organismos de gobernabilidad económica y política, y el dólar norteamericano, tomó el lugar de la libra esterlina como moneda de cambio universal. Es un cambio de época histórica. Incluso la caída del muro de Berlín acompañada por la debacle del socialismo real al no haber cumplido con las altas expectativas que por décadas ofreció a sus ciudadanos, alcanzó para ser un cisma económico global como el que estamos presenciado impulsado de manera contundente y agresiva por el presidente Donald Trump y los 25 billones de dólares anuales que vale la economía de EU. En los próximos años estaremos presenciado la formación de tres grandes bloques comerciales, financieros, militares y culturales. Europa, Rusia-China y Estados Unidos se estarán disputando no sólo el control del comercio, sino la conducción de los patrones culturales, morales y sociales de los próximos 100 años. Lamentablemente para América Latina y África no puede esperarse más que traten de conectarse con alguno de estos centros de poder y desarrollo. Lo que viene no es cosa menor y su desencadenamiento es de pronóstico reservado.
Infortunadamente en esta formación de paradigmas México no está unido, pero está en la contradicción de tener un segundo gobierno de izquierda que, por un lado, se ve obligado por las circunstancias a defender el libre comercio y su sociedad comercial con EU y Canadá ambas economías de libre mercado, y, por el otro lado, impulsar internamente políticas económicas que priorizan al Estado por encima de las capacidades de inversión del sector privado. Se puede ser una economía abierta hacia el exterior y cerrada al interior. Este dilema se nos presenta en lo que es el noveno cambio de modelo económico de desarrollo que los gobiernos nos han tratado de imponer en los últimos 100 años. Con base en los niveles de pobreza, marginación, corrupción e inseguridad podemos afirmar que todos han fracaso en parte porque no nos permitimos que se implantaran a plenitud tan pronto como se impulsaban llegaba otro gobierno a imponer otra idea. Ir a defender los beneficios del T-MEC por parte del gobierno de México a Washington cuna del impulso del libre mercado, tiene nulo efecto si no entendemos que lo que las grandes potencias buscan más que entrelazar sus cadenas de producción, es, control militar, cultural e incluso territorial en dónde difícilmente caben las neutralidades o el doble disfraz. La situación geográfica y las necesidades del país obligan a tomar la mejor decisión, aprovechar 30 años de experiencia comercial internacional y llevar los beneficios que van a resultar de esta nueva arquitectura geopolítica a los estados del sur del país quienes hasta ahora han estado borrados de Norteamérica.