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La mujer más poderosa del mundo

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OpiniónEl Economista

La semana pasada escribí que más de un observador externo ha calificado a la presidenta Claudia Sheinbaum como la mujer más poderosa del mundo. Medios internacionales como Bloomberg han subrayado sus cualidades tras lograr una nueva pausa arancelaria con el gobierno de Donald Trump. Más aún, después del evento del fin de semana en el Zócalo, tanto The Washington Post como el politólogo estadounidense Ian Bremmer fueron elogiosos. Este último la definió como “la líder más fuerte” de una democracia importante.

La concentración en el Zócalo fue, sin duda, una demostración del músculo político de la presidenta y de la capacidad de movilización del oficialismo. Como suele ocurrir en estos actos, y según el testimonio de amigos que asistieron, además de ciudadanos de a pie, cientos de lugares fueron reservados para miembros de sindicatos y organizaciones afines a Morena. Así que más que una expresión espontánea de fervor patriótico, fue el corporativismo mexicano en acción.

Pero más allá de la hegemonía política de Morena, Sheinbaum es una presidenta fuerte porque concentra el poder del Estado sin contrapesos significativos. Más aún después de la elección judicial de junio próximo, cuando el Poder Judicial quede supeditado a los intereses del partido gobernante.

Además, cuenta con el respaldo de la mayoría de los mexicanos, especialmente tras su respuesta a las amenazas de Donald Trump. Un efecto colateral positivo para Sheinbaum ha sido que sus recientes episodios con la Casa Blanca han atenuado la percepción de que es simplemente la heredera política de Andrés Manuel López Obrador. Si bien el poder de AMLO es real y persistente, Sheinbaum ha tomado decisiones que marcan una diferencia. La reciente entrega de 29 capos del narcotráfico es una prueba de ello.

Otra razón por la que Sheinbaum es poderosa es su control del discurso público. Como su antecesor, sigue dictando la agenda mediática en sus mañaneras, aunque con un estilo menos beligerante y más ejecutivo. A pesar de que México ha cedido ante todas las exigencias de Estados Unidos —una realidad inevitable dada la asimetría estructural de la relación bilateral—, la narrativa que ha prevalecido es la de la defensa de la patria y la soberanía. Incluso ha afirmado que México continuará cooperando con Washington por razones "humanitarias". Un gran hallazgo narrativo, como si el país tuviera otra opción.

Sin embargo, si algo hay que reconocerle a la presidenta es que su discurso ha sido calculado e incluso moderado. Aunque el nacionalismo está en un punto álgido, Sheinbaum evitó exacerbar las tensiones en el Zócalo. Por el contrario, su mensaje, por momentos técnico para un evento de esa naturaleza, subrayó la importancia de la integración económica con Estados Unidos. Sheinbaum y su equipo saben que la estabilidad del país depende, en gran medida, de la estructura de integración económica heredada del periodo neoliberal. Naturalmente, la escena habría sido muy distinta si los aranceles se hubieran mantenido. Pero, por ahora, ha prevalecido la calma y la certeza de que las continuas concesiones del gobierno mexicano a Washington han servido de algo.

Muchos observadores coinciden en que Trump respeta los liderazgos fuertes, como el de Vladimir Putin en Rusia o, en su propia lógica, el de Javier Milei en Argentina. Así que, con los desafíos que quedan por delante —incluida la amenaza latente de una intervención militar en México—, el evento del Zócalo fue una demostración de por qué la prensa internacional califica a Sheinbaum como una de las mujeres más poderosas del mundo. Fue un mensaje de que el régimen mexicano está listo para movilizarse en cualquier momento contra cualquier enemigo externo.

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