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Navegando en aguas desconocidas
A estas alturas, interpretar las declaraciones de Trump o su gabinete parece una necedad. Un día dicen una cosa, al siguiente otra, generando una volatilidad inaudita. Mientras escribo estas líneas, los mercados suben, pero cualquier nueva declaración puede provocar caídas abruptas en los índices accionarios de EU. Aun así, vale la pena intentar entender dónde estamos parados en la “nueva guerra comercial de Trump”.
Desde el infame Liberation Day, los mercados estadounidenses han tenido uno de sus peores meses en registro. Según el WSJ, abril fue el mes con mayor caída desde 1932, el peor momento de la Gran Depresión. La mejora de esta semana se debe a que Trump ha reculado tanto en su pelea con Jerome Powell, presidente de la Fed, como con China, principal objeto de la guerra comercial. ¿Qué lo llevó a eso?
La semana pasada se observó un fenómeno inaudito y contrario a los principios básicos de la teoría económica y financiera, y que podría ser más grave que la caída del Dow o el Nasdaq. Mientras las acciones e índices bursátiles caían, se observó una depreciación del dólar y una caída en el precio de los bonos del Tesoro de EU y, por ende, un aumento en la tasa de interés implícita del fondeo del gobierno estadounidense. Esto es contradictorio porque normalmente, ante malas noticias económicas o de resultados, cae el valor de las acciones porque inversionistas institucionales venden acciones —activos de renta variable— para refugiarse en activos de renta fija más seguros, principalmente bonos del Tesoro del gobierno americano. Esto hace que los precios de los bonos aumenten por la mayor demanda, lo que reduce la tasa de interés implícita. Incluso inversionistas internacionales siguen esta práctica, lo que los lleva a comprar más dólares, apreciando al dólar frente al resto de monedas.
Pero la semana pasada ocurrió lo contrario: mientras caían los mercados de acciones, caían los bonos, subían las tasas y se depreciaba el dólar. ¿Por qué? La principal explicación es la creciente incertidumbre generada por el comportamiento errático de Trump y su gabinete. Hoy nadie tiene claro quién tiene qué aranceles, ni cuándo ni de qué dependen. Tampoco queda claro cuál es la racional detrás de cada arancel ni el objetivo de EU. Si en semanas pasadas podía encontrarse algo de racionalidad, ahora el camino seguido por Trump no parece seguir ninguna lógica.
Ante este escenario, países como Japón —el mayor poseedor externo de bonos del Tesoro— empezaron a liquidar posiciones en bonos del Tesoro y acciones y a sacar dólares. Al mismo tiempo, fondos e inversionistas individuales buscaron refugio en activos alternativos como el oro u otras divisas.
El resultado inmediato ha sido lo opuesto a lo que Trump parecía buscar: bajar las tasas de fondeo del Tesoro a 10 años por el monto gigantesco que EU necesita refinanciar este año. Más grave aún, algunos analistas advierten que esto podría significar el fin del dólar como moneda de reserva global, lo que tendría implicaciones profundas para los consumidores americanos. Este carácter de reserva ha permitido que, durante décadas, el mundo financie a los consumidores estadounidenses.
Trump ha reculado en algunos aspectos y los moderados parecen empezar a llevar mano. Pero si algo han mostrado estas semanas es que todo puede cambiar de un momento a otro por un tuit, una entrevista o una simple declaración. Estamos navegando en aguas desconocidas y el costo ya ha sido enorme. Ojalá pronto paren las ocurrencias.