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Opinión

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Nueva oposición

El triunfo de Morena y López Obrador en 2018 no solo llevó al poder al nacionalismo revolucionario en una versión anacrónica, sino destruyó las instituciones creadas durante la llamada transición democrática mexicana. Después de transcurridos los primeros seis años de la Cuarta Transformación, Ni el Instituto Nacional Electoral, ni el ya desaparecido Inai, ni mucho menos la Comisión Reguladora de Energía o la de Competencia Económica son contrapesos profesionales y autónomos capaces de contener las arbitrariedades y abusos del poder central. 

En esta apropiación masiva de facultades legales e ilegales, no únicamente desaparecieron estos organismos vigilantes, sino que el Legislativo y el Judicial pasaron, o pasará este último, a formar parte de los floreros decorativos de un nuevo presidencialismo absoluto. Frente a esta realidad queda claro que la oposición partidista como la conocíamos ha dejado de existir.

El PRI y el PAN han dejado de representar opciones capaces de competir contra la estructura hegemónica de Morena, tanto por sus debilidades internas como por la inexistencia de una real democracia representativa. Hemos regresado a la época cuando la demanda de distintos sectores sociales era la de crear las condiciones necesarias para una competencia política equilibrada y con la posibilidad real de la alternancia. Hoy estamos en punto cero.

En este escenario construir una opción opositora nueva requiere de una profunda revolución tanto ideológica como organizativa. Sin perder de vista la necesidad de unir fuerzas con todos aquellos factores de poder dispuestos a reconstruir la democracia representativa, la formación de una alternativa lo suficientemente atractiva y popular implica recuperar el proyecto original de quienes lucharon contra el sistema priista de partido único, y obtuvieron finalmente la satisfacción de contar con un México democrático hasta el 2018 cuando los supuestos “progresistas” iniciaron el desmantelamiento de toda la infraestructura sobre la cual se sostenía la incipiente democracia mexicana.

Y es que el denominador común de los que hoy gobiernan dentro de la 4T es el principio según el cual el “nuevo régimen” llegó para quedarse permanentemente, y por lo tanto toda oposición es ilegítima y carente del derecho a ganar el poder incluso por la vía electoral. En una mala copia del viejo PRI del siglo pasado.

Una nueva oposición tendrá que volver a los orígenes y levantar las banderas de libertad y Estado de Derecho, hoy suplantadas por un neolenguaje autoritario que deforma el contenido real del concepto democracia como lo hacían los regímenes del estalinismo soviético.

Hemos dado un paso atrás en la historia, pero tendremos que seguir adelante una vez más.

Ezra Shabot Askenazi es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la UNAM. Como académico ha sido jefe del Departamento de Ciencias Sociales y Jefe de Planeación Académica en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán.

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