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El nuevo desorden mundial
Los chips semiconductores que hacen posible el funcionamiento de computadoras, automóviles, teléfonos celulares y prácticamente todos los dispositivos que usamos a diario, son el resultado de una compleja cadena global de valor. Su diseño suele originarse en Estados Unidos; los materiales de silicio y diversos componentes provienen en gran medida de China; y el proceso de grabado —uno de los más delicados— se realiza con maquinaria de altísima precisión fabricada en Holanda. El chip final, por tanto, encarna un esfuerzo tecnológico profundamente interdependiente, con elementos provenientes de múltiples regiones del mundo, lo que lo convierte no solo en un producto de ingeniería, sino en un símbolo de la globalización contemporánea.
Como los chips, millones de productos siguen ese mismo patrón de fragmentación internacional, facilitado en gran medida por el sistema multilateral de libre comercio que se expandió a finales del siglo pasado. Sin embargo, Donald Trump y su séquito de “sí, señor presidente” amenazan con dinamitar ese sistema que, aunque imperfecto, ha generado el mayor periodo de progreso económico sostenido en la historia de la humanidad.
La reciente escalada en la guerra comercial entre Estados Unidos y China ha sacudido los cimientos del comercio internacional, generando ondas expansivas que alcanzan a economías de todo el mundo, incluida la mexicana. Las medidas arancelarias impuestas por ambas potencias no solo redefinen sus relaciones bilaterales, sino que también reconfiguran las dinámicas comerciales globales, presentando tanto desafíos como oportunidades para países como México.
El 9 de abril de 2025, el presidente estadounidense Donald Trump implementó aranceles del 125% sobre todas las importaciones chinas, intensificando una guerra comercial que ya llevaba años en desarrollo. China respondió con aranceles del 84% a los productos estadounidenses. Estas medidas afectaron significativamente el comercio bilateral, que en 2024 ascendía a cientos de miles de millones de dólares. La imposición de aranceles ha encarecido productos esenciales, afectando tanto a productores como a consumidores en ambos países.
La guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo ha generado incertidumbre en los mercados financieros globales. Las bolsas asiáticas, por ejemplo, registraron caídas significativas tras la entrada en vigor de los nuevos aranceles. Empresas multinacionales, dependientes de cadenas de suministro globales, enfrentan aumentos en los costos de producción y distribución, lo que podría traducirse en incrementos de precios para los consumidores finales. Además, la Organización Mundial del Comercio ha advertido sobre el riesgo de una desaceleración en el crecimiento económico mundial como consecuencia de estas tensiones.
México, como vecino y socio comercial clave de Estados Unidos, se encuentra en una posición delicada. Si bien las tensiones entre Washington y Beijing podrían desviar inversiones hacia territorio mexicano, también existe el riesgo de verse atrapado en represalias arancelarias cruzadas. Sectores como el automotriz y el agrícola, altamente integrados con las cadenas de suministro estadounidenses, podrían enfrentar desafíos si las disputas comerciales se intensifican.
Sin embargo, esta coyuntura también presenta una oportunidad para que México se posicione como un destino atractivo para la relocalización de empresas que buscan evitar los aranceles entre Estados Unidos y China. El fenómeno conocido como “nearshoring” podría cobrar impulso, beneficiando a la economía mexicana con nuevas inversiones y generación de empleo.