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Nuevo embajador
La designación es una denuncia implícita en contra de la tristemente célebre política de “abrazos, no balazos”.
La noticia de ayer por la tarde fue la bomba que significa el nuevo embajador de Estados Unidos para México. Con toda claridad, Ron Johnson tiene un perfil completamente distinto al del actual y ya saliente Ken Salazar. Ken se convirtió en una especie de “Mr. Amigo” en favor del gobierno anterior y en particular del expresidente López Obrador. Y con esa conexión de supuesta amistad, al final, Salazar todavía se convirtió en un crítico muy acerbo de la reforma judicial en México. Así de indeseable y defectuoso debe ser el proyecto.
Por conducto de un programa radiofónico, ayer en la noche me enteré sobre la formación y hoja de servicios del nuevo embajador Johnson. Respecto a su preparación, se graduó de la Universidad Nacional de Inteligencia con un posgrado en Inteligencia Estratégica. A continuación, tuvo una carrera distinguida en el ejército y después prestó sus servicios en la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Y la cereza del pastel fue su desempeño en calidad de embajador de Estados Unidos en El Salvador.
¿Así ve Trump a México: como si fuéramos semejantes al pequeño y turbulento hermano centroamericano? No exactamente. Pero sí nos juzga como un país vecino con problemas parecidos de bandas criminales fortalecidas, narcotráfico en ascenso, corrupción muy extendida y medio propicio para inducir la emigración. ¿Puede considerarse un error la designación de Johnson como embajador? Con todo el dolor de mi corazón, tengo que inclinarme por la negativa. Implícitamente, la designación es una denuncia tajante en contra de la tristemente célebre política de “abrazos, no balazos”.
Creo que la anterior no es una mera opinión personal. Está fuertemente avalada por hechos muy robustos. Por ejemplo, hago referencia a los resultados publicados apenas el día de ayer sobre la encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía relativa a Victimización de Empresas (Enve) de 2024. Los datos de esa encuesta son inequívocos y muy alarmantes. Según tan confiable fuente, durante el año que está por terminar fueron víctimas de algún delito 1.3 millones de establecimientos en todo el país. Y lo peor, en términos relativos, hubo un incremento del 24.6% de los encuestados en 2021 a 27.2% en la encuesta del presente año.
No puede taparse el sol con un dedo. Por un lado, se anuncian grandes planes para impulsar el desarrollo económico del país. Por otro, se han venido tolerando (haciendo de la vista gorda) frente al auge y consolidación de las bandas delincuenciales. ¡Hay que reiterarlo una vez más: inseguridad y desarrollo económico son cosas totalmente opuestas!