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Opinión

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El papel de los empresarios en la erradicación del hambre en México

Hace unas semanas, durante una reunión con empresarios, surgió una pregunta que me dejó pensando ¿qué sentido tiene crear riqueza si no logramos que esta transforme las vidas de quienes más lo necesitan? La conversación giró en torno a un tema que muchas veces ignoramos en nuestras estrategias empresariales, el hambre. En ese momento, recordé las cifras alarmantes que describen la realidad de nuestro país y me di cuenta de que el rol de los empresarios puede ser mucho más importante de lo que solemos imaginar. Parto de la premisa de que el gobierno no ha podido erradicar la pobreza, y no podrá hacerlo. No lo digo desde el pesimismo, sino desde un análisis crítico, la estructura gubernamental en términos de eficiencia y eficacia no está alineada para enfrentar un desafío de esta magnitud.

En México, 44 millones de personas viven en condiciones de inseguridad alimentaria, mientras que el desperdicio de comida asciende a 30 millones de toneladas al año, una cifra que equivale a dos tráileres llenos de alimentos tirados a la basura cada minuto. Ante esta brutal contradicción, los empresarios estamos llamados a liderar un cambio profundo. La tarea no es sencilla, pero nuestra posición nos da el poder y la responsabilidad de actuar.

Durante mucho tiempo, hemos asumido que el crecimiento económico, medido a través del PIB, era la solución al hambre y la pobreza. Sin embargo, las cifras nos cuentan una historia distinta. En México, según el CONEVAL 46.8 millones de personas viven en condiciones de pobreza, y, paradójicamente, incluso en años de crecimiento económico, la pobreza y la desigualdad no han disminuido. Esta desconexión entre el crecimiento y el bienestar social nos obliga a repensar el verdadero propósito de las empresas y a preguntarnos cómo podemos ser parte de la solución a los problemas más apremiantes de nuestra sociedad.

Como expresé en una conversación reciente, la verdadera tarea de la empresa no es únicamente crear riqueza económica. Esto, aunque si es su principal función y propósito, debe ser acompañado de una visión más trascendente: prosperidad incluyente que consiste en crear una comunidad que transforme la vida de las personas. Esto incluye a los empleados y sus familias, los clientes, y los proveedores. La prosperidad incluyente en Grupo Salinas significa: que nos vaya bien a todos.

Hoy en día el sector empresarial no tiene una causa única, unida, de impacto para México. Cada empresa hace acción social aislada y no se potencia un tema común. Creo que si los grandes empresarios además de su acudían social individual se unieran por una causa en común, pudieran ir resolviendo los grandes problemas de México, empezando por el hambre. No es tema de falta de alimentos, esos sobran, es un tema de incentivos, logística e infraestructura para rescatarlos y distribuirlos.

El hambre en México no se resolverá solo con políticas públicas o con programas asistenciales. Los empresarios tenemos en nuestras manos una herramienta poderosa: nuestras empresas. Podemos establecer alianzas con bancos de alimentos, reducir el desperdicio de alimentos en nuestras cadenas productivas. Erradicar el hambre en México es un desafío enorme, pero no imposible. La clave está en reconocer que las empresas no operan aisladas, sino como parte de un tejido social donde cada decisión tiene impacto.

El hambre en México no debe ser nuestro destino, juntos desde nuestras trincheras, podemos erradicarla con coordinación, determinación y una visión común que nos impulse a construir un futuro donde todos, sin excepción, tengan la oportunidad de comer, desarrollarse plenamente y vivir con dignidad.

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Director General de Fundación Azteca de Grupo Salinas

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