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Una política industrial exitosa requiere expertos en la industria
Las políticas industriales tienen el potencial de impulsar la productividad e impulsar el crecimiento económico, al tiempo que permiten a los gobiernos contrarrestar la influencia corporativa excesiva. Pero su éxito depende de la experiencia técnica y de una comprensión matizada de los riesgos y oportunidades dentro de sectores específicos.
CAMBRIDGE. Después de décadas al margen del debate económico, la política industrial ha experimentado un resurgimiento en los últimos años, con Estados Unidos, la Unión Europea y China intensificando sus esfuerzos para promover sectores estratégicos. Incluso el Fondo Monetario Internacional, que alguna vez fue un crítico acérrimo de la política industrial, recientemente ha decidido respaldarla.
Las razones de este cambio son obvias. La pandemia del Covid-19 y los shocks geopolíticos, especialmente la invasión rusa de Ucrania, han alterado las cadenas de suministro globales, causando escasez y alimentando la inflación. Mientras tanto, los avances transformadores en inteligencia artificial y tecnologías de energía limpia han desencadenado una carrera entre grandes potencias como Estados Unidos y China por el dominio en estos campos en rápida evolución.
La pregunta más importante es qué se necesitará para que las políticas industriales actuales tengan éxito. Después de todo, el cambio de fines del siglo XX hacia políticas económicas impulsadas por el mercado fue en gran medida una reacción a los fracasos de las intervenciones estatales en la década de 1970. En aquel entonces, los esfuerzos por promover a los “campeones” nacionales solían llevar a los gobiernos a apoyar industrias no competitivas o tecnologías que resultaban obsoletas. ¿Por qué debería ser diferente esta vez, dado que los políticos siguen siendo muy susceptibles al cabildeo corporativo y a las campañas de influencia?
Para evitar repetir los errores del pasado, los responsables de las políticas deben resistir la tentación de elegir a los ganadores, ya sean empresas específicas o tecnologías favoritas. Lamentablemente, los políticos suelen verse deslumbrados por ejecutivos ricos y poderosos, especialmente en una era marcada por fortunas asombrosas e innovaciones poco comprendidas como la inteligencia artificial.
Para agravar este problema, muchos políticos de hoy tienen menos probabilidades que sus predecesores de tener experiencia directa en los negocios. En consecuencia, pueden ser insuficientemente escépticos respecto de las promesas que hacen las empresas y los ejecutivos que buscan el apoyo del gobierno.
Este riesgo siempre presente subraya la importancia de una aplicación independiente y sólida de las leyes antimonopolio. Aunque las autoridades de competencia independientes han sido reconocidas desde hace mucho tiempo como una salvaguarda contra el cabildeo corporativo, el aumento de la concentración del mercado en los países de la OCDE durante las últimas décadas sugiere que las normas de competencia han sido severamente insuficientemente aplicadas.
Pero los tiempos han cambiado. Reconociendo los riesgos que plantea el aumento del poder de mercado, la administración del presidente estadounidense Joe Biden adoptó una política antimonopolio más agresiva, mientras que la Unión Europea y el Reino Unido han introducido nuevos marcos legislativos destinados a regular los mercados digitales. Con la IA y las tecnologías verdes destinadas a transformar la economía global, mantener este impulso es crucial para garantizar que los nuevos participantes y las empresas emergentes tengan el espacio para innovar y crecer.
Al igual que los mercados competitivos y abiertos, las políticas industriales pueden desempeñar un papel vital para impulsar la productividad y el crecimiento económico y, al mismo tiempo, ayudar a los gobiernos a resistir la influencia corporativa indebida. Pero su éxito depende de una comprensión matizada de los desafíos y las oportunidades que enfrentan industrias específicas.
Lamentablemente, la experiencia institucional que caracterizó a las agencias gubernamentales durante la era de posguerra ha disminuido constantemente desde la década de 1980. En el Reino Unido, por ejemplo, los altos funcionarios de los predecesores del actual Departamento de Comercio y Negocios tenían en su día un profundo conocimiento de sectores clave como la industria automotriz. Conocían a las empresas de toda la cadena de suministro, mantenían relaciones directas con los altos ejecutivos y estaban bien versados en las últimas prácticas de gestión e innovaciones técnicas. Muchos eran ingenieros de formación, lo que les daba una perspectiva inestimable sobre las industrias que supervisaban.
En los años 1990, esta experiencia había desaparecido en gran medida, ya que se abandonaron las políticas industriales. Muchos funcionarios experimentados –sus funciones perdieron importancia– abandonaron el servicio público. Hoy, los altos funcionarios públicos supervisan una amplia gama de industrias, lo que les deja poco o ningún conocimiento específico del sector.
Para que las políticas industriales sean eficaces, los responsables de las políticas deben ir más allá de la vaga retórica sobre las fortalezas nacionales que caracteriza el debate político actual. En cambio, deberían centrarse en los productos, servicios y tecnologías específicos para los que sus países tienen una ventaja comparativa demostrada. Este tipo de experiencia específica de la industria es esencial para cualquier política industrial exitosa.
Sin estas habilidades, las políticas industriales actuales podrían no lograr un equilibrio ideal entre el apoyo a industrias estratégicamente importantes y el mantenimiento de la competencia en el mercado. En otras palabras, podrían verse excesivamente influidas por los intereses corporativos y carecer del conocimiento especializado y la comprensión técnica necesarios para orientar eficazmente a las industrias nacionales.
Sin duda, adquirir los conocimientos técnicos necesarios para diseñar políticas industriales eficaces podría ser una tarea a largo plazo que requiera un compromiso significativo. Pero a medida que el mundo va dejando atrás la noción obsoleta de que las industrias industriales son más competitivas, es posible que las políticas industriales no sean tan competitivas. Cuando los mercados y los gobiernos operan de forma aislada, los responsables de las políticas deben desarrollar los conocimientos y las habilidades necesarios para trabajar en colaboración con las industrias nacionales. Si bien el desarrollo de capacidades nunca es un proceso sencillo, es fundamental para garantizar el éxito de las nuevas políticas industriales.
La autora
Diane Coyle, profesora de Políticas Públicas en la Universidad de Cambridge, es autora de Cogs and Monsters: What Economics Is, and What It Should Be (Princeton University Press, 2021) y de The Measure of Progress: Counting What Really Matters (Princeton University Press, primavera de 2025).