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Opinión

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El primer día de la patria

Si acaso lo asalta la duda, siente que necesita más información para sortear los tiempos que corren, sospecha que algo de su memoria se ha reformado sin avisar y está convencido de que es preciso volver a organizar los papeles perdidos del tiempo, es muy probable que no se equivoque, lector querido.

No queda más que acudir al pasado de manera razonable. Pensar que no estamos en lunes sino en sábado y el calendario indica una fecha de hace 210 años: 22 de octubre de 1814. Justo el día en que se proclamó uno de los documentos más importantes del movimiento independentista mexicano: el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Latina, mejor conocido como la Constitución de Apatzingán. En este punto, puede hacer el primer alto. A pesar de que tal documento podría considerarse como la primera Carta Magna de México, no es así y nunca entró en vigor. Sin embargo, se promulgó en un congreso, fue un paso fundamental en la lucha para liberarnos de un gobierno ajeno, sentó por escrito las bases legislativas que formarían nuestras constituciones posteriores y seguro estuvo incluida como pregunta en alguno de sus exámenes de primaria.

Producto de una historia, sin duda emocionante pero también muy amarga, la composición de la llamada Constitución de Apatzingán fue un parteaguas favorable para los insurgentes que peleaban contra el imperio español en una guerra desigual, que estaba cobrando mucha sangre y había transformado la vida que llevaba nuestro territorio hasta entonces.

No fue ni fácil, ni rápido. Tras la muerte de Miguel Hidalgo en 1811, ya proclamada la Constitución española en marzo de 1812 y jurada en México en septiembre, el movimiento de independencia tomó un curso distinto: la nueva ley suprema establecía una monarquía constitucional, con división de poderes, satisfacía algunos de los anhelos criollos de libertad y representación, pero no les otorgaba ni igualdad y mucho menos la autonomía a la que aspiraban.

Ante tal panorama, los insurgentes decidieron reorganizarse. El papeleo inició cuando Ignacio López Rayón –abogado michoacano y ex secretario de Miguel Hidalgo– hizo un llamado "a sus correligionarios, amigos, condiscípulos, criollos importantes, civiles y eclesiásticos para unificar el movimiento y darle una cabeza”. Agregaba que era necesario establecer una Junta Suprema que organizara los ejércitos, protegiera la causa por la que luchaban y libertara a la patria de la opresión”

Fue así como en 1811, se instaló la Suprema Junta Nacional Americana en Zitácuaro, compuesta por tres personas: Ignacio López Rayón, José Sixto Verduzco y José María Liceaga. La junta logró la unificación de muchos. Incluso quienes tenían diferencias con sus compañeros. Además, contó con el apoyo de José María Morelos, quien comandaba el ejército más disciplinado de la insurgencia. La intención de crear un gobierno con bases legales no había desaparecido y el 13 de septiembre de 1813, Morelos convocó e instaló el Congreso de Chilpancingo o Congreso del Anáhuac, donde leyó sus “Sentimientos de la Nación”.

A inicios de 1814, los congresistas que habían sido perseguidos por los realistas tuvieron que escapar por las intendencias de México, Michoacán y Puebla en una persecución llena de incidentes. Desde junio y hasta agosto estuvieron en fuga hasta llegar a la hacienda de Santa Efigenia, en donde por fin comenzaron a redactar el decreto y /o la Constitución. Cuando llegó el tiempo de publicarla fue preciso aparentar que todos se iban a encontrar en Pátzcuaro para despistar al enemigo. Para ello, se acordó que los vocales saliesen en dispersión –cada uno por su lado– para que las divisiones realistas que observaban sus movimientos no se dieran cuenta.

La estrategia fue un éxito: los legisladores parecieron llegar de improviso a Apatzingán y en tres días estaban todos, incluido José María Morelos que había regresado de Acapulco. Fue así como, aquel 22 de octubre de 1814, reunidos en el Palacio Nacional del Supremo Congreso de Apatzingán, José María Liceaga, José Sixto Verduzco, José Manuel de Herrera, José María Cos, José Sotero de Castañeda, Cornelio Ortiz de Zárate, Manuel de Alderete y Soria, Antonio José Moctezuma, José María Ponce de León, Francisco Argándar, Remigio de Yarza y Pedro José Bermedo emitieron el Decreto Constitucional para la Libertad de América Latina, la¿ llamada Constitución de Apatzingán que quedó conformada por 242 artículos, divididos en dos apartados e iniciaba con las siguientes palabras:

"El supremo congreso mexicano, deseoso de llenar las heroicas miras de la nación, elevadas nada menos que al sublime objeto de sustraerse para siempre de la dominación extranjera. y sustituir al despotismo de la monarquía española un sistema de administración que la conduzca a la gloria de la independencia y afiance sólidamente la prosperidad de los ciudadanos”

En los capítulos que se sucedían, se establecía la división de poderes, la autonomía de los principios políticos, la soberanía que residía original y absolutamente en el pueblo y la garantía de los derechos de igualdad, seguridad, propiedad y libertad para todos los individuos. Fue un día glorioso. La primera prueba, por escrito, de que habíamos creado una patria que antes no existía.

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