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Ruptura imposible
El compromiso establecido entre López Obrador y Claudia Sheinbaum supone un mecanismo de continuidad sin ruptura alguna. La Cuarta Transformación, a diferencia del régimen hegemónico del priismo, no permite quiebre alguno ni sanción para aquellos que forman parte de esta especie de cofradía cuyo objetivo es mantenerse indefinidamente en el poder. Ser parte del grupo de leales al caudillo les otorga a todos ellos impunidad total ante cualquier acto ilegal cometido por estos individuos.
Pero este seguro comprado por figuras como Yunes, Murat o Corral, no es suficiente para anular la lucha al interior de la clase morenista, o permitirle a la presidenta ejercer su mandato con algún margen de libertad. El culto a la personalidad del Caudillo y su manifiesta presencia sin aparecer físicamente, no únicamente reduce la capacidad de gobernar de su sucesora, sino que la mete en un serio problema al no contar con la fuerza mínima para dominar un Congreso que marcha al ritmo de figuras como Monreal o Adán Augusto.
El desorden provocado por la ausencia de cuadros profesionales en la mayoría de los puestos claves de la administración pública, aunado a la carencia de recursos económicos producto del saqueo de fideicomisos y fondos de contingencia durante el gobierno de Andrés Manuel, ponen a México ante un panorama incierto donde la posibilidad de enfrentar la adversidad trumpista se reduce a cero.
Pero creer que el peligro real de un colapso económico, o una crisis de salud producto del desmantelamiento del sistema sanitario y la escasez de insumos médicos sean suficientes como para que Sheinbaum opte por un golpe de timón, es absolutamente insostenible. Los lazos que atan a la presidenta a su mentor, y las redes que éste logró armar con grupos de poder legales o ilegales, le impiden a Claudia realizar cualquier movimiento que pudiese representar una opción distinta a la que su jefe le encargó.
Ante este escenario donde las posibilidades de resistir para la economía mexicana durante la administración Trump son escasas, la pregunta es:¿Cuánto puede aguantar el erario mexicano sin ingresos derivados de un crecimiento casi nulo durante este 2025 y con un gasto creciente en pensiones y programas sociales sin un financiamiento viable?
El dilema de la presidenta seguirá siendo el permanecer leal a AMLO y hundirse con él cuando se les acabe el dinero, o intentar maniobrar para buscar una alternativa que le permita tomar la iniciativa, disciplinar a sus radicales y encontrar formas de impulsar el desarrollo sustentable y no ocurrencias propias del exceso de poder concentrado en una sola persona.
Por lo pronto, la ruptura no se ve por ninguna parte.