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Sin salud
Con agradecimiento a los Doctores Trejo, Lisker, Lasky y Madero.
Uno de los logros incuestionables de los gobiernos de la Revolución Mexicana fue la construcción de un sistema de salud que en sus instituciones de nivel medio y alto demostró tener la capacidad para atender, con las limitaciones de la medicina social, a millones de mexicanos. Sin embargo el aumento de la población, malas administraciones y un esquema de pensiones que secó los recursos del sector, así como la segmentación del mismo (IMSS, ISSSTE, Pemex) terminaron por volverlo ineficiente, burocrático y propenso a una corrupción crónica.
Con la alternancia en el 2000 fue indispensable encontrar mecanismos financieros que le dieran viabilidad al sistema de salud. La llamada subcontratación, la creación del Seguro Popular, la atención médica telefónica, programas como el de médico en casa, y las compras consolidadas de medicamentos, apuntaban en la dirección correcta. Pero la locura populista de López Obrador, operada por un inepto como Hugo López Gatell, fueron demoliendo uno a uno los cimientos de la institución de salud a nivel nacional.
Desde la destrucción del programa nacional de vacunación, pasando por el desabasto de medicinas y el saqueo de recursos en hospitales y clínicas, se llega así a la desaparición de un servicio básico para millones de mexicanos. El Secretario de Salud, David Kersenovich se encuentra en la práctica administrando una zona de desastre. Sin dinero ni personal capacitado en las principales áreas de la dependencia, la necedad del gobierno de Sheinbaum por mantener la continuidad del modelo heredado de su antecesor, impide encontrar soluciones de corto y mediano plazo para la crisis de salud que vive el país.
Pretender que de la noche a la mañana Birmex produzca medicinas, y que se quiera engañar a los pacientes al ofrecerles servicios inexistentes del nivel de una Dinamarca cuya simple ubicación geográfica desconocen, nos habla del grado de irresponsabilidad con el que se sigue manejando una realidad que simplemente no corresponde con los problemas que viven los mexicanos de forma cotidiana.
Para revertir el proceso destructivo es indispensable antes que nada aumentar significativamente el presupuesto en salud, y aplicar dichos recursos de manera rápida y sujeta a controles que eviten el mal uso de este dinero cuyo destino ha sido el bolsillo de burócratas corruptos e ineptos durante los últimos seis años.
Se trata de una ruptura radical que no admite concesión alguna, ya que de lo contrario el deterioro del servicio terminaría poniendo a la mayoría de la población en un estado de indefensión sanitaria de consecuencias catastróficas peores a las que hoy se sufren.
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