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¿Cuál será el rumbo de la seguridad?

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OpiniónEl Economista

El nuevo sexenio inicia con una ola de violencia que refleja la continuidad de una estrategia que nunca logró definir un horizonte operativo ni preventivo. Así, los abrazos y no balazos, que permearon la forma de tratar a la criminalidad durante seis años, dejan un escenario complejo que tendrá que ser intervenido de forma concreta, dejando de lado un proyecto político, para asumir uno de estado. Sí, en tan solo una semana, el gobierno de la Dra. Sheinbaum ha contabilizado entre 80 y 90 muertes diarias, un grave evento en el cuál 6 migrantes murieron y 12 más resultaron heridos a manos de militares -2 actualmente retirados de funciones-, en Chiapas y la delicada situación que se vive en Culiacán y localidades aledañas con ya 26 días, sin poder lograr una contención de la criminalidad por la disputa de grupos delictivos por el territorio. Esto sin contar la violencia cotidiana que no cesa en otras localidades como Salamanca o Cancún. Existe mucha expectativa por el rumbo que se dará en materia de seguridad los siguientes años. Si bien es cierto que la intervención de la Guardia Nacional no dio resultados claros en este rubro, el que su adscripción dependa ahora del Ejército, tampoco augura cambios estructurales y operativos si no existe un verdadero compromiso para profesionalizar y capacitar a sus miembros en tareas de seguridad pública a la par de fortalecer las instituciones encargadas de coordinar y gestionar en esta materia. Esto implica tomar decisiones más allá de filias y fobias políticas y tomar una posición clara sobre las prioridades que se establecerán para recuperar el control territorial y recuperar la paz y tranquilidad de los ciudadanos. 

A casi 200 mil asesinatos contabilizados al día de hoy, urge una estrategia que logre consolidar una intervención, contención, y dislocación de las lógicas delictivas, y al mismo tiempo, que se enfoque en recuperar y gestionar espacios que hoy se encuentran en manos de organizaciones criminales, pero no sólo eso, también se requiere definir de forma clara las causas de la violencia, que extiendan el horizonte más allá de las circunstancias sociales, que nadie discute que tienen que ser atendidas, pero que no son únicas y exclusivas. Es importante que los operadores en materia de seguridad, asuman la complejidad de las lógicas delictivas y con ello, diagnosticar el tamaño del problema en las localidades, reconociendo las redes de colusión, contubernio y cooptación que se han generado con total impunidad para revertirlo; a su vez, es imperativo que los límites se impongan por parte de las instituciones, de la mano de intervenciones inteligentes, que logren dislocar y gestionar las lógicas delictivas, y contener al mismo tiempo la delincuencia predatoria: extorsiones, robos y secuestros.

Múltiples frentes abiertos que requerirán operaciones simultáneas, quirúrgicas y eficientes, que dependerán, primero de la voluntad de asumir el compromiso fuera de todo proyecto político, salir de la negación, aceptar críticas y propuestas, de acercarse a las localidades, crear diagnósticos puntuales, y por otra parte, de las capacidades de operar e intervenir, coordinar y fortalecer cuerpos e instituciones a corto y mediano plazo…ya veremos en los siguientes meses los puntos de partida que se comienzan a trazar…

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