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¿Serenidad y paciencia?
Con más de 40,000 afiliados de la industria automotriz, Unifor es uno de los sindicatos más poderosos en Canadá. Lara Payne es su presidenta nacional y sin empacho mandó un mensaje al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, “y cualquier otro que quiera arrebatarnos nuestras fuentes de empleo”.
“Estamos enfrentando una seria amenaza”, se quejó la lideresa tras reunirse con los empleados de una planta de distribución de autopartes de Ford en Paris, Ontario, en vísperas de que el mandatario estadounidense firmara la orden ejecutiva que impuso 25% de aranceles a los automóviles que no se fabriquen en territorio estadounidense. “Donald Trump ha declarado una guerra económica a los trabajadores canadienses. Nosotros representamos a una industria que ha prevalecido por más de 100 años. Y vamos a hacer todo lo posible para proteger nuestras fuentes de empleo, nuestras plantas, nuestras comunidades y por supuesto, a nuestro país”.
Los canadienses, en pie de guerra. Su primer ministro, Mark Carney, ha anunciado una respuesta de “máximo impacto” a las medidas anunciadas por Donald Trump. Y en la misma dirección, la Unión Europea ha prometido una postura “firme y proporcionada”, ante la imposición de los aranceles a la industria automotriz.
Los aranceles a la importación de vehículos en Estados Unidos golpearán severamente al mercado global. Un estudio elaborado por Syndex-Rumania, por encargo de UNI Global Union, registra que los trabajadores empleados por las pequeñas fábricas de autopartes superan en número a los de las grandes armadoras.
Las nuevas tecnologías y la automatización en la fabricación de automóviles, junto con el crecimiento masivo de los servicios de venta y posventa, han cambiado la estructura del empleo en el sector. En los principales mercados, como la Unión Europea (3.5 millones en el comercio minorista y 2.4 millones en la industria) y Japón (un millón en el comercio minorista y 883,000 en la industria), esta diferencia es notoria.
“Estos no son solo juegos políticos que ocurren entre los gobiernos de nuestros países. Hay una ataque directo a nuestras fuentes de trabajo, a nuestros salarios y nuestras familias”, había advertido hace una semana la exparlamentaria canadiense Tracey Ramsey, presidente del comité de mujeres de UNI Americas.
El efecto China –donde se venden 26 millones de vehículos ligeros cada año y la producción de todo tipo de unidades supera a los mercados de Europa—, electrificación del sector, la cambiante demanda de los clientes; el inminente arribo de los smart cars y la omnicanalidad de los concesionarios ya imponían un enorme reto.
“En una guerra comercial, ¿quiénes son las primeras que perderán sus fuentes de trabajo? Las mujeres. ¿Quiénes serán empujadas a empleos más precarios? Las mujeres”, sentenció Ramsey.
Efectos secundarios
OPORTUNIDADES. Mitzy Baqueiro, oficial de género de la oficina de la Organización Internacional del Trabajo para México y Cuba, reveló que en la próxima década, la inversión en cuidados podría generar 32 millones de empleos en Latinoamérica y el Caribe. Dicho sector está altamente feminizado, definió por su parte Verónica Fernández Méndez, jefa del departamento de igualdad de oportunidades de UNI Global Union. De la sindicalización de las mujeres y las amenazas que la guerra comercial impondrá al mundo laboral se discutió hace una semana en Tijuana, hace una semana. Denise Madrigal, secretaria de igualdad de SINTOLED –organización que aglutina a empleados de establecimientos dedicados al entretenimiento en México— convocó a funcionarias estatales y municipales, legisladoras, lideresas sindicales y representantes patronales a “no cometer los errores del pasado” y conjuntamente consolidar entornos laborales inclusivos. La igualdad de género y la apertura de espacios para los jóvenes dentro de las organizaciones sindicales, insistió, son asignaturas pendientes.