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Opinión

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Un sexenio de saliva

Personas bien intencionadas señalan que el sexenio de AMLO representaba una gran oportunidad que se perdió. Se refieren al enorme capital político que tenía cuando ganó las elecciones de 2018 con el 53% de los votos. 

Creo que el punto de partida de estas personas bien intencionadas está equivocado. Suponen que López Obrador quería lo mismo que ellos: un gobierno que fortaleciera la democracia, un combate más eficiente contra la inseguridad, el regreso de los militares a los cuarteles, un diálogo con las oposiciones y un largo etcétera de buenas ideas y propósitos.

Pero todas estas personas bien intencionadas están probablemente equivocadas. Tal vez, desde el punto de vista del presidente López, la gran oportunidad, el cheque en blanco de la ciudadanía, no se perdió, no se desperdició.

Acostumbramos a medir los éxitos y los fracasos en función de lo que esperamos, no en función de lo que otros actores políticos tienen como metas. Desde el punto de vista de López Obrador, no del nuestro, la oportunidad no se perdió. Vaya que la aprovechó y lo hizo con gran éxito. A su llegada a la Presidencia descubrió que no tenía necesidad de entablar un diálogo con las oposiciones. Tenía la mayoría en el Congreso de la Unión y había pocos contrapesos.

Se encontró con gobiernos estatales dependientes del presupuesto federal, con organismos autónomos que la población no entendía ni defendía (tal vez con la excepción del INE), con un Poder Judicial con una imagen tan mala que lo hace indefendible, con una iniciativa privada acomodaticia, con una ciudadanía desmovilizada y con partidos opositores más preocupados en sus luchas internas que con conectarse con los votantes. Casi el paraíso.

Los medios de comunicación fueron, en general, la excepción. Venían de la crítica sistemática al gobierno de Peña Nieto y siguieron con esa inercia. Por eso, a López Obrador le pareció necesario emprender una guerra temprana contra ellos, utilizando todas las armas, las legales y las no legales.

Prometió crecer al 4% anual. En el primer año de su gobierno la economía decreció y, de acuerdo con cálculos, su sexenio terminará con un crecimiento menor al 1%. El peor de los últimos cinco sexenios. Cuál fue el remedio: narrativa y demagogia, saliva.

Prometió un sistema de salud mejor que el de Dinamarca y a mediados del 2019 se presentó una crisis de desabasto por los errores del gobierno. Al final del sexenio no tenemos un mejor sistema, seguimos con el desabasto, hay menos personas amparadas en el IMSS Bienestar que en el Seguro Popular. Cuál fue la solución: narrativa y demagogia, saliva.

Conforme fue avanzando el sexenio, descubrió que fracaso tras fracaso -y vaya que son muchos- todos se remediaban con la narrativa del rencor y de la reivindicación del “pueblo”, demagogia.

Esto lo empoderó. Nos confiamos porque en el 2021 no le fue bien en las elecciones, pero entonces se dedicó a violar las leyes, electorales y de las otras, ante la inacción de las instituciones electorales y judiciales, la indiferencia interesada de la iniciativa privada y el apoyo de la mayoría de ciudadanos y ciudadanas. Armó su estrategia y ganó las elecciones tramposamente.

Al final de su periodo, el presidente López logró el control del Estado, la subordinación de los gobiernos estatales, la anulación de la oposición, el regreso a un poder presidencial casi sin límites y, lo más importante para él, la dimensión mitológica de su persona, a la que seguramente aspiraba.

Logró más todavía: acumular tal poder que tiene la posibilidad de seguir mandando, incluso después de terminar su periodo como presidente. Su empoderamiento le permitió descubrir que no importaban los señalamientos internos o externos, su popularidad lo hace prácticamente invulnerable, al menos por el momento.

Así que cuando las personas bien intencionadas digan que desperdició el capital político con el que llegó hay que frenarlas y decirles que están equivocadas. Lo aprovechó en su beneficio personal y en el de su partido y cercanos.

Por supuesto, para el país han sido seis años de retrocesos en democracia, consolidación institucional, salud, educación, seguridad, desarrollo económico, cuidado del medio ambiente, derechos de las minorías, políticas de género, etc.

¿Tiene sentido seguir señalando los errores, omisiones, agresiones y crisis que deja si la mayoría de la población lo apoya o es indiferente? Pasará lo que en otras latitudes: reaccionarán cuando el fuego los alcance, pero entonces tal vez será demasiado tarde.

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