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Opinión

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De silicio a algoritmos: el ascenso de NVIDIA y la fábrica de la inteligencia artificial

Columna Invitada / Por: Juan Pablo de Botton

Columna Invitada / Por: Juan Pablo de Botton

La inteligencia artificial ya no es un concepto de ciencia ficción ni una tecnología que exista solo en el laboratorio. Hoy es una herramienta productiva, un motor económico y una nueva capa de infraestructura que se está volviendo tan esencial como la electricidad o el internet. Pero para que un modelo genere texto, identifique nuestro rostro o gestione rutas logísticas en tiempo real, se requieren datos y una base invisible de cómputo intensivo. Esa base es la nueva fábrica de inteligencia artificial. Y en ella, NVIDIA se ha convertido en actor central.

En su último reporte fiscal, la compañía registró ingresos por 130,500 millones de dólares, más del doble que el año anterior. Su división de centros de datos -la encargada de alimentar la mayoría de las aplicaciones de inteligencia artificial- representó 115,200 millones de ese total. Hoy, más del 90% del mercado global de GPUs para servidores está bajo su control.

Este crecimiento no ocurre espontáneamente, sino que es una tendencia de mercado. Según estimaciones de IDC, la inversión global en infraestructura para IA pasó de 69,100 millones de dólares en 2023 a 117,500 millones en 2024, un salto de más del 70% en apenas un año. El mercado de servidores, por su parte, creció un 91% en ingresos durante el último trimestre de 2024, impulsado por la alta demanda de cómputo.

Durante la conferencia GTC 2025, el CEO de NVIDIA, Jensen Huang, presentó la visión de la compañía hacia adelante: más integración, más capacidad y más velocidad. Se anunciaron nuevas arquitecturas de GPU -Blackwell Ultra para finales de 2025 y Vera Rubin para 2026-, ambas diseñadas para manejar modelos más complejos con menor consumo energético. También se lanzó el DGX Spark, una computadora de IA personal que acerca el poder de modelos grandes a cada desarrollador.

La compañía presentó además innovaciones en las redes de interconexión -Spectrum-X y Quantum-X- que permiten conectar a gran escala los centros de datos donde se entrenan y operan estos sistemas. A esto se suman herramientas de software como Dynamo, orientadas a mejorar la capacidad de razonamiento de los modelos, y nuevas iniciativas en robótica, como Isaac GR00T N1, un modelo fundacional para robots humanoides.

Y como apuesta de largo plazo, Huang anunció la creación de un centro de investigación en computación cuántica en Boston, en alianza con Harvard y MIT, para explorar la fusión entre IA y esta nueva tecnología para el procesamiento de datos.

Todo esto ya está significando cambios sustanciales en cómo vivimos y la información a la que tenemos acceso. Se está avanzando en una red invisible de poder computacional que transformará cómo se toman decisiones, cómo se crean productos y cómo operan los mercados.

El ascenso de NVIDIA es ilustrativo de un cambio mayor. Las fronteras de valor se están moviendo: de únicamente el software visible a las capas profundas que lo hacen posible. Y si bien NVIDIA lidera hoy en market share frente a otros actores como AMD e Intel e inclusive respecto de otros actores emergentes especializados en oriente, existe una competencia empresarial y geopolítica muy relevante para adquirir espacios en esta nueva centralidad tecnológica.

La pregunta relevante en este caso no es si la inteligencia artificial cambiará el mundo, sino quién tendrá las llaves de la infraestructura que permitirá ese cambio. Porque ahí es donde se construirá la próxima ventaja competitiva, la próxima ola de innovación… y también los nuevos desequilibrios.

En el nuevo orden digital, las empresas que dominen la infraestructura serán las que definan las reglas del juego.

Secretario de Administración y Finanzas de la Ciudad de México

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