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Un sistema que tiene que cambiar
En una semana habrá ganadora o ganador de la elección presidencial de los Estados Unidos. Se ha escrito mucho en estos días del impacto tan importante que tendrán en el desenlace de esta elección la participación de los latinos, los afroamericanos y los jóvenes (particularmente las mujeres). Dada la naturaleza del sistema electoral, seis estados, y aproximadamente 60,000 votos, serán la clave de quién obtendrá la victoria.
Las reglas electorales de EU tienen muchos años rebasadas por la realidad de la sociedad estadounidense. Quien gane en el colegio electoral, con 538 electores, puede no representar la voluntad de la mayoría de los ciudadanos. En el siglo XXI en dos ocasiones ha ganado la presidencia un candidato que no obtuvo la mayoría del “voto popular”: George Bush en 2000 y Donald Trump en 2016.
Si bien hay una crítica académica seria, no existe una ola de opinión, ni tampoco un movimiento político que esté promoviendo activamente reformas al sistema político y electoral de EU. Más aún, con la regla de que el ganador del estado se lleva todos los votos del colegio electoral de dicha entidad, las estrategias de las campañas se concentran en focalizar sus recursos con un enorme detalle demográfica y geográficamente.
En esta elección, las encuestas están tan cerradas, que excepciones como la elección de un distrito en Nebraska podría hacer la diferencia. Según el sitio 270ToWin, hoy hay 226 electores para Harris y 219 para Trump.[1] Nebraska no asigna los 5 votos del colegio electoral a quien gane el estado, tiene un sistema mixto, con 2 electores a quien gane el voto popular a nivel estatal, y otros 3 (uno por distrito de diputado), a quien gane dichos distritos. A pesar de ser un estado mayoritariamente Republicano, los Harris podría ganar el distrito 2 de Omaha, y éste ser decisivo en llegar a 270 en el colegio electoral.
Otro elemento digno de revisarse sería el de las candidaturas independientes, y la representación legislativa a las minorías. En esta elección Jill Stein tiene la plataforma más inteligente y progresista, sin embargo, en el contexto del bipartidismo, movimientos como el de ella se quedan en el margen del sistema y sin posibilidad de incidir en los resultados y el destino político de ese país.[2]
Stein es la única candidatura con una posición enérgica, seria y pacífica respecto al conflicto de Palestina, y ahora Líbano. Ni Harris ni Trump representan una alternativa que le vaya a poner freno al genocidio de Netanyahu, ni que cancelen la venta de armamento a Israel. En pocas semanas, lo que hoy es una crisis humanitaria sin precedente, podría escalar a un conflicto bélico regional con mayores implicaciones humanas y económicas. Resulta increíble que la agenda del armamentismo siga avanzando con absoluta impunidad.
Con el resultado del 5 de noviembre también habrá repercusiones en materia fiscal y comercial, en caso de que gane Trump, que serían bastante disruptivas para la economía global, y en particular para México. Las propuestas de Donald Trump de reducir la tasa impositiva para las empresas a 15%, así como elevar los aranceles a todas las importaciones (en particular de autos) trastocarían el equilibrio que hoy existe en la competitividad de Norte América.
La agenda de temas entre México, Estados Unidos y Canadá se han complicado en los últimos años, producto de serias disputas comerciales (maíz transgénico, autos, energía eléctrica), y más aún a la luz de las reformas Constitucionales en curso. Las opiniones de los gobiernos y del sector privado de nuestros principales socios comerciales con respecto a la reforma judicial han sido severas. Adicionalmente, hay preocupación sobre la legislación secundaria de energía, así como de la reforma en materia de organismos reguladores (CRE, Ifetel, Cofece, entre otros), y la posible participación del sector privado en la agenda de infraestructura.
Lo anterior se suma a la compleja situación en torno a la epidemia de opioides en Estados Unidos, la agudización de la inseguridad y los enfrentamientos del crimen organizado en México (Sinaloa, Guerrero y Michoacán en este mes), así como los mayores flujos de migración a través de nuestro país, y los acuerdos internacionales con respecto a los derechos del agua en la frontera norte, entre otros, son temas candentes en la relación bilateral.
El gobierno de la presidenta Sheinbaum habrá que definir muy pronto una estrategia puntual para cada uno de estos temas, y construyendo la confianza necesaria para ir avanzado en soluciones con la nueva Administración de Estados Unidos, gane quien gane.