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Las tensiones comerciales abren una valiosa oportunidad el gobierno

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OpiniónEl Economista

En otras entregas de esta columna se ha insistido en los riesgos considerables para la economía. Se ha utilizado como símil un campo minado: las minas no necesariamente explotan pero es probable y evidentemente es peligroso.

Un riesgo especialmente importante es la amenaza del presidente electo de EEUU: que si México no detiene la migración y el tráfico de droga, fentanilo, aplicará elevadas tarifas a la importación proveniente de nuestro país.

Ante ello el gobierno señaló que privilegiaría el dialogo y la diplomacia, pero también, si es el caso, que podría imponer aranceles a las exportaciones estadounidenses en represalia. Ello abriría la posibilidad de una guerra arancelaria entre ambos países que reduciría el comercio bilateral.

La teoría, la evidencia y el sentido común indican que las ganancias del comercio son mayores para las economías relativamente pequeñas. Inversamente, la reducción del comercio las dañaría proporcionalmente más. La economía de los EEUU es más de 15 veces mayor a la mexicana. Una guerra comercial perjudicaría a ambos países, pero el daño sería mayor para México.

La imposición de un arancel arbitrario por parte de un país del tratado comercial justifica otros aranceles como represalia por parte del socio afectado, sobre el mismo sector o en cualquier otro.

En 2018 México impuso aranceles sobre importaciones estadounidenses de sectores que se veían particularmente perjudicados en los EEUU como represalias ante aranceles injustificados a la importación de acero y aluminio mexicanos (25% y 10%, respectivamente). El asunto se resolvió con el nuevo acuerdo, el TMEC. Las represalias funcionaron sin escalar a una guerra comercial.

La amenaza actual por parte de Trump es en principio más extrema, presumiblemente de aranceles de 25% a todas las importaciones de origen mexicano. Si sucede, las represalias tendrían que ser mucho mayores y extendidas, lo que se acercaría más a una guerra arancelaria amplia que dañaría considerablemente a México.

Una opción es la rendición. Evitar los aranceles a cambio de las exigencias de Trump. Además de indigno, ello significaría supeditar la política de comercio exterior mexicana a exigencias políticas y arbitrarias. Claramente inconveniente.

Sin embargo, paradójicamente, esta delicada situación ofrece una salida valiosa, digna y útil, de ganar-ganar, al gobierno.

Por el bien de los mexicanos, es innegable que se necesitan estrategias más claras y eficientes en materia de seguridad pública, combate al narcotráfico y control de la migración a México y en tránsito a los EEUU. Ello también mejoraría la imagen del país.

Para ese fin, un programa sólido de cooperación con el nuevo gobierno de los EEUU sería de gran utilidad. Quizá incluso se podría complementar con recursos especiales y posiblemente daría a Trump una buena salida. Muy importante, podría ayudar a tratar los asuntos comerciales y de inversión con EEUU y Canadá sobre bases exclusivamente de conveniencia económica mutua.

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