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Opinión

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La venta del catálogo de Pink Floyd

Pink Floyd: David Gilmour, Nick Mason y Roger Waters durante la presentación del concierto Live 8 en 2005. Foto: AFP

Pink Floyd: David Gilmour, Nick Mason y Roger Waters durante la presentación del concierto Live 8 en 2005. Foto: AFPAFP

“And did we tell you the name of the game, boy?
​We call it riding the gravy train”. 
Have a Cigar - Pink Floyd

Finalmente se concretó la venta del catálogo musical de Pink Floyd. En un acuerdo valuado en 400 millones de dólares, Sony Music adquirió la semana pasada los derechos de su catálogo musical que incluye los álbumes The Wall, Wish You Were Here y Dark Side of the Moon.

El acuerdo de la venta incluye los derechos del catálogo grabado de Pink Floyd, el nombre y la imagen de la banda. Lo que significa que Sony Music tendrá los derechos de ventas de la mercancía de la banda así como la posibilidad de desarrollar spin-offs, como películas o series de televisión.

La venta del catálogo de Pink Floyd, que fue reportado por el diario británico The Financial Times, no incluye los derechos de composición. Las regalías de Pink Floyd están separadas en dos compañías: Pink Floyd (1987) Limited y Pink Floyd Music Limited. La primera recoge las regalías de las obras de la banda después de la salida de Roger Waters en 1985 y la otra todo su catálogo previo.

Pink Floyd se une a artistas como Bruce Springsteen, Bob Dylan y más recientemente Queen, cuyo catálogo ha sido adquirido por Sony Music. Los rumores sobre la venta del catálogo musical llevaban tiempo circulando en los medios. En 2022 Warner Music, BMG y el fondo Hipgnosis estaban en la puja por el catálogo de la banda, pero la venta se congeló. Las complicadas relaciones entre Roger Waters y David Gilmour y la falta de acuerdos sobre su estructura fiscal alargaron las negociaciones y luego fueron opacadas por una serie de controversiales opiniones por parte de Waters.

Tratar de entender las políticas de Roger Waters ha sido un ejercicio cada vez más complejo y un elemento que ha alejado a muchos de sus fanáticos. Los conciertos de Waters han estado siempre cargados con mucha simbología política y Gilmour ha tratado de mantenerse con posturas firmes pero menos estridentes. Su reunión en el festival Live 8 en el 2005 fue la última oportunidad de verlos y, tras la muerte del tecladista Richard Wright, todo lo que queda está preservado en los discos.

David Gilmour publicó este año su quinto álbum en solitario Luck and Strange, un trabajo que nos lleva por conocidos paisajes guitarristicos, con la lírica de su esposa Polly Samson. Nick Mason se ha mantenido fuera de las pujas y sólo se ha enfocado en reinterpretar la música de la etapa psicodélica de la banda.

La venta del catálogo de Pink Floyd finalmente pondrá fin a las disputas entre sus integrantes. En una entrevista con la revista Rolling Stone, Gilmour reconoció que una de las principales motivaciones de la venta era dejar la complicada dinámica en la toma de decisiones alrededor de la marca. La reedición de Animals en 2021 estuvo varios años en el limbo por la falta de acuerdos sobre la mezcla final.

Las bandas de legado continúan subiéndose al tren de las ventas del catálogo a medida que la industria de conciertos se vuelve más compleja e incierta para los músicos y las bandas. Con este acuerdo Sony se mantiene como una de las grandes disqueras que continúa su apuesta por los artistas de legado con los catálogos de Queen, Bob Dylan y Bruce Springsteen, por mencionar algunos.

Desde la óptica de la ficción especulativa, tal vez en un futuro no tan lejano veamos alguna adaptación de The Wall en Broadway, nuevas reediciones de su música, un espectáculo audiovisual inmersivo de Dark Side of the Moon, hasta una biopic innecesaria o divisoria.

Pero como le dice un gato gordo al imaginario Pink en “Have a Cigar”: “¿Y te dijimos cómo se llamaba este juego? Le llamamos subirse al tren de la marmaja”.

antonio.becerril@eleconomista.mx

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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