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La verdadera izquierda

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OpiniónEl Economista

Desde casi el comienzo del sexenio de López Obrador, se ha discutido su vertiente de izquierda, no socialista, que él define como “tener buenos sentimientos”. La verdad es que me ha tocado convivir con gente de izquierda y derecha y puedo asegurar que hay gente buena y personas canallas de ambos bandos. Y eso que simpatizo más con un auténtico gobierno socialdemócrata. Por tanto, no puede ser el criterio diferenciador.

Es más, pensadores de izquierda como Carlos Illades (la persona de izquierda que conoce mejor la izquierda mexicana) publicó un libro cuyo título habla por sí mismo donde resume su impresión del sexenio: La revolución imaginaria (Océano, 2024), donde desmonta cualquier argumento que quiera defender que el gobierno de AMLO fue un gobierno de izquierda. Es más, hay libros que se van al otro extremo para señalar que el gobierno fue un populismo neoliberal (Populismo neoliberal, Francisco Báez Gómez, Ediciones Cal y Arena, 2024).

Vamos a intentar darle el beneficio inicial de la duda de que se trató de un gobierno de izquierda. Hay dos datos irrefutables: los referéndums que le dieron mayoría absoluta o calificada a Morena —aunque no haya sido proporcional— durante dos mandatos: el suyo y el de Claudia Sheinbaum, incluyendo parte de la clase media (gran misterio pues fuimos los más vapuleados en todo el sexenio), que además con actos de corrupción (al INE y sobretodo al Tribunal Federal Electoral, me consta) obtuvieron una mayoría que les permite hacer y deshacer (como ya hicieron seis años) este país como les venga en gana. La mayoría de los mexicanos repudiaron el modelo neoliberal (o el que AMLO les haya vendido) y han logrado con mucho menos esfuerzo que Chávez y la resistencia de la sociedad venezolana, no sólo lograr la Primera Emperadora de México, sino instaurar una monarquía (con Andi como el heredero) que nos regresó a antes del constitucionalismo de la Constitución de Cádiz de 1812. De este tamaño. Algo debe haber percibido la mayoría de la sociedad para por dos ocasiones darle a la 4T esta mayoría aplastante, lo que al PRI le costó una guerra e infinidad de golpes de Estado y varios sexenios para consolidarse.

Hay que reconocer que el sistema neoliberal descuidó a los que llamaría “los de abajo” (por la clásica novela de Azuela). Durante décadas el salario mínimo perdió mucho poder adquisitivo, tuvimos un gobierno plutocrático y del crimen organizado y no se logró (como tampoco lo ha logrado la 4T) sacar de la pobreza a 60 millones de personas. Por este motivo, los tres partidos ahora de oposición fueron duramente castigados en 2018 y 2024, en una situación que ahora se ha convertido en simbólica (aunque muchas de ellas a costa de fraudes electorales, mentiras sistemáticas en las mañaneras que casi se cuenta por millones, corrupción en su peor versión (Alí Babá y los 40 ladrones, ineptitud de gobierno, manipulación de instituciones, calumnias día sí y día también a sus pretendidos enemigos en las mañaneras y en cuanto tenía la ocasión, cancha totalmente dispareja en las elecciones, compra de diputados y senadores, sacos de dinero, mayores escándalos de corrupción que en los tres sexenios anteriores), pero el grado del triunfo fue inobjetable por los márgenes de diferencia.

¿Qué hizo la diferencia si a todo lo demás hay que añadir que el gobierno de AMLO no tuvo más que barnices de izquierda (se cargó el sector salud y la educación, primeros pilares en ser protegidos por un auténtico gobierno de corte social, eliminó infinidad de programas sociales cuya eficacia había sido comprobada por los organismos internacionales, despidió sin pagar su derecho humano a la liquidación y no respetó la libertad de expresión, en la pandemia no dio un peso de ayuda a pobres y empresas, lo que sí hicieron los gobiernos más neoliberales del planeta). La diferencia la hicieron a mi juicio tres “artimañanas”: las ayudas sociales (que por cierto, no son de AMLO sino de quienes pagamos impuestos, además de cometer delitos electorales al utilizarlos para fines electorales), haciendo creer que venían del Mesías tropical, un discurso en favor de los pobres que no fue más que mera retórica (dijo que los pobres no le interesaban, que son como hámsters y que dar dinero es la mejor estrategia política, se comprobó que recibió al menos 50 millones de dólares en las elecciones de 2008 del crimen organizado y que debe seguir recibiendo, con lo que su discurso del fraude perdió completa legitimidad), pero a pesar de todos estos escándalos de corrupción documentados semana tras semana, no medró la confianza de los electores para votar por segunda vez por el proyecto de la 4T (AMLO tiene un don de encantador de serpientes) y un aparato político de control de las calles y de la población a través de los siervos de la nación.

¿Durará mucho este nuevo proyecto (que es un PRI involucionado a los años 30)? En una de tantas promesas incumplidas, AMLO prometió no endeudar las finanzas públicas, y dejó al país con un déficit del 6% del PIB y mayor deuda pública, además de una mayor inflación), asunto que la presidenta Sheinbaum y el Secretario de Hacienda Ramírez de la O o el o la que lo sustituyan tendrán que recortar en poco tiempo, para que México no pierda su calificación crediticia de mínimo grado de inversión. Este pendiente de AMLO obligará a la Hacienda Pública a hacer recortes draconianos del orden de los 700 mil millones de pesos por varios años, que tendrá efectos recesivos (es cuestión de tiempo pero tendremos en este sexenio una depresión económica, como ya señaló desde hace varios años el economista Macario Schettino en su libro México al borde del precipicio). ¿Y qué sucederá si estos recortes obligan a hacer recortes a los programas sociales? Pues que el votante beneficiado hasta ahora de ayudas económicas volverá a la pobreza y le dará la cara al Segundo Piso de la Cuarta Transformación? En Venezuela, sin ir más lejos, cuando se acabó el bono petrolero, el 30% de personas que habían salido de la empresa a base de subsidios, volvieron a caer en ella (pocos años les duró el gusto).

Como fue el presidente historiador, llamado así por el historiador Enrique Krauze, y dijo Díaz Ordaz respecto al 68, que la historia lo juzgue. Pero la verdadera historia, no la que está transmitiendo a nuestros hijos para indoctrinarlos a favor de la 4T y él como el mesías mexicano, que mereció fundar una monarquía (su sucesor Andi ocupará el trono presidencial), en la peor reforma de libros de texto de la historia de México (de ellos si puedo hablar porque los he estudiado desde hace 40 años)

E iba a decir por último que la democracia lo juzgue, pero la mató a su favor junto al Estado de Derecho con lo cual ya no serán parámetros válidos. Lo que podrá presumir es que regresó a México a 1800 (antes de la Constitución de Cádiz y la de Apatzingán que presume pero vulnera en cada acto de gobierno) al preconstitucionalismo, y en otro aspecto a antes de la Revolución Francesa, porque él y su emperadora destruyeron el Estado de Derecho. Decía Marcuse que para construir primero había que destruir, y en esto sí AMLO y Sheinbaum serán ejemplo a nivel mundial de libro de texto (como ya presume de que su muerte al Poder Judicial será ejemplo a nivel mundial, que sólo cabe interpretarlo). Habrá que seguir sus pasos como ella, si lo que se quiere es en poco tiempo ser una emperadora populista, que cada vez abundan más en el mundo.

El autor es Máster y Doctor en Derecho de la competencia, Profesor Investigador de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana y socio del área de competencia, derecho penal de competencia y comercio internacional del despacho Jalife Caballero. Investigador Nacional Nivel I del SIN.

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