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Opinión

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No se puede vivir así

@campossuarez

@campossuarez

El largo plazo hoy en Estados Unidos dura lo que tarde Donald Trump en despertar con una nueva ocurrencia y como no tiene contrapesos internos, puede escalar sus atrocidades a su antojo.

Cuando las políticas comerciales proteccionistas que ahora impone Trump se ven desde la cercanía de un país tan dependiente como México, se puede sentir el escalofrío de una inminente recesión si es que realmente se concretan las amenazas.

De hecho, desde cualquier perspectiva de un socio de Estados Unidos se debe hacer un replanteamiento económico-financiero, porque es el país más poderoso del mundo y sus efectos son globales.

Incluso sus enemigos y adversarios deberían tener consecuencias negativas, aunque no deben ser pocos los que celebran que la destrucción del imperio yanqui se pueda desatar desde el propio corazón político de ese país.

Pero los efectos más graves son, sin lugar a duda, locales. Los consumidores estadounidenses serán los más afectados, pero también los empresarios e inversionistas que apostaron a un modelo de desarrollo industrial que hoy, sin una razón bien estudiada, les cambian las reglas del juego.

Dicen los analistas en Washington que la repentina bomba arancelaria impuesta por Trump a la industria automotriz global tiene que ver con su necesidad de cambiar la narrativa ante uno de los escándalos políticos más grandes que afectan al gobierno del republicano.

Desde México no parece gran cosa, sobre todo cuando acá podemos escuchar audios que incriminan directamente al primer círculo familiar presidencial del sexenio pasado y no ocurre absolutamente nada.

Pero allá el “Signalgate” es un asunto mayor. Los altos mandos del ejército más poderoso del mundo utilizaron una plataforma de mensajería que es pública, Signal, para intercambiar mensajes supuestamente secretos sobre los ataques en Yemen.

No sólo eso, sino que los improvisados funcionarios del gabinete de Trump incluyeron en su chat a un periodista que claramente obtuvo una historia única, pero seguramente no irrepetible.

Si es verdad que Trump elevó su apuesta destructora del modelo de libre comercio global como un distractor, puede ser un asunto serio para su futura expresidencia.

Pero, por lo pronto, no se puede vivir así, con esta incertidumbre que impide hacer planes, lo mismo a los empresarios, que a los participantes de los mercados y a los consumidores, por los arranques de un autócrata iluminado.

Es muy probable que pasado este fin de semana Donald Trump empiece a aplicar sus tradicionales matices y entonces anuncie excepciones a sus reglas arancelarias.

No hay manera de anticipar las acciones de un personaje así, pero a lo largo de estos 67 días de su mandato ha jugado todos los días al garrote y la zanahoria.

Debe quedar claro que no es una amenaza retórica su pretendido cambio de modelo de un mercado abierto a uno recaudador de impuestos de importación, pero también tiene que mantener alianzas estratégicas, sectoriales o regionales, y es ahí donde tienen que llegar los matices.

¿Cuál puede ser una expectativa creíble para México? Algunas excepciones, no totales, a sus aranceles en lo que suceden dos cosas, la primera es que Estados Unidos aprenda a cobrar impuestos de importación y, la segunda, que se defina una renegociación, y seguramente acotamiento, del acuerdo comercial de América del Norte.

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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