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La 4T quiere imponer su narrativa, reprimiendo a las voces disidentes: Irmgard Emmelhainz
En México, la disidencia ha sido fragmentada, cooptada y reprimida de formas sutiles y no tan sutiles o directamente ignorada, expone

Foto: Especial
Desde 2018, la libertad de expresión en México fue sustituida por la hegemonía de la comunicación oficial, generadora de sus propias verdades, sumada a la persecución activa de periodistas e investigadores, la creación de “los comunicadores del pueblo” y la aparición de granjas de bots, acosando a usuarios en redes sociales por retar las declaraciones oficiales, plantea Irmgard Emmelhainz.
En entrevista, la ensayista y coautora del libro “Contra historia del `pueblo´ mexicano”, editado por Debate, presentado hace unos días, en la Ciudad de México, señala que en el país la disidencia ha sido fragmentada, cooptada y reprimida de formas sutiles y no tan sutiles o directamente ignorada, como son las demandas de las madres buscadoras o los padres de los desaparecidos de Ayotzinapa.
El libro ofrece 15 ensayos en los que se cuestiona la narrativa oficial, respecto de problemas sociales específicos. Tal como lo explica la compiladora, entre ellos se encuentra el trabajo de Guadalupe Correa-Cabrera y Carlos Gutiérrez-Mannix, que ofrecen una investigación sobre la militarización y soberanía energética de México; el reportaje entrelazado con una reflexión teórica de Dawn Marie Paley sobre las colectivas de buscadoras de familiares desaparecidos por la violencia de Estado en México y un fragmento de la investigación de Violeta Núñez sobre el litio mexicano y su comercialización.
También ensayos como el de Mariana Mora, sobre los procesos políticos del movimiento zapatista a lo largo de 30 años, centrándose en su búsqueda del común; el de Rafael Lemus que elucida la cuestión de la fallida transición a la democracia y cómo, bajo los regímenes “neoliberales” previos sirvió para escamotear el autoritarismo. También está un texto de María Minera que crítica a la exposición Grandeza de México, a la que se refiere como un esfuerzo mal logrado por construir una nueva visión totalizadora de la cultura nacional.
¿Qué nos ofrecen en este libro?
Ofrecemos una hoja de ruta para entender al México, tal cual está siendo reconfigurado por las políticas de la (llamada) 4T, las del expresidente, Andrés Manuel López Obrador, en continuidad con las de Claudia Sheinbaum.
Va más allá de ser una crítica. Es un compendio de cosas que nos urge poner sobre la mesa y discutir y, a partir de ellas, comenzar a formar las políticas públicas para el futuro.
Reúne textos de periodistas, académicos, intelectuales, investigadores que son especialistas en áreas como extractivismo, militarización, las luchas zapatistas y las formas de autonomía de los pueblos, la política cultural, el mito de la democracia, entre otras.
Como la mitad de los textos son de gente que combina poner al cuerpo con las luchas contemporáneas de México, como por ejemplo la periodista Dawn Marie Paley, que lleva varios meses acompañando a las madres buscadoras, o la antropóloga Mariana Mora, que lleva tres décadas acompañando la lucha zapatista o Beatriz Paz, que escribe sobre la lucha de los yaquis o Belén Fernández que narra cómo acabó atrapada en la cárcel Siglo XXI del INM, para migrantes en Chiapas.
¿Por qué consideraron que era necesario hacer este libro?
Porque tenemos como desafortunadamente varias narrativas hegemónicas que determinan la agenda de la discusión pública y, entonces, lo que tenemos es que el periodismo hegemónico en México funciona como una cámara de resonancias, en la que el poder da la pauta para la discusión pública y los periodistas y los opinionistas resuenan.
Por ejemplo, seguimos usando el término de guerra contra el narco, cuando en realidad tenemos otra cosa. En el texto de Osvaldo Zavala y la investigación de Guadalupe Correa y Carlos Gutiérrez hablan que el narco es un mito y que en realidad tenemos al Ejército y a grupos paramilitares que están ejerciendo violencia en el país.
Adela Cedillo, que habla de la continuidad de la guerra sucia y esta violencia de Estado o subcontratada de Estado, que prevalece hasta 50 años después.
¿Cómo es la comunicación del gobierno?
Es una maquinaria súper sofisticada que, además, se conforma alrededor de ideas progresistas y esperanzadoras que todos deseamos. Todos deseamos que sea un gobierno que gobierne por los pobres y que no esté del lado del capitalismo ni de los oligarcas, pero sabemos que sí está del lado del capitalismo y de los oligarcas.
Queremos que sea un gobierno progresista e inclusivo que atienda a las demandas de la gente y en el discurso sí lo hacen, pero en realidad es un gobierno que está puesto al servicio del capitalismo transnacional.
El ejemplo más claro es que este gobierno es muy bueno en cooptar a los movimientos sociales o a las comunidades políticas autónomas que se organizan.
¿Que ha pasado con la disidencia en México?
Ha sido fragmentada. cooptada y reprimida de formas sutiles y no tan sutiles o directamente ignoradas, como son las demandas de las madres buscadoras o los padres de los desaparecidos de Ayotzinapa.
Les hacen esta práctica abusiva que es ignorar o negar las demandas o se cooptan. Por eso la ayuda del gobierno se da estratégicamente repartiendo, ya no se subsidia directamente a las instituciones, sino a los individuos y es una forma de fragmentar las luchas políticas.
¿Cuál es el estado que guarda la pluralidad en México?
Es otro de los vasos conductores del libro. La pluralidad implica incorporar al antagonismo y a las diferencias culturales inherentes a México, como parte de la imaginación política y de las políticas públicas del gobierno, pero estamos viendo que esa pluralidad está siendo como aplastada o homogeneizada con el uso y abuso del concepto del pueblo y la idea del pueblo bueno.
Otra de las tareas que nos dimos en el libro fue justamente desmontar esa idea del “pueblo” y problematizarla y darles voces realmente a los pueblos originarios, a sus descendientes, a personas indígenas, para que ellos hablen cuál es su experiencia de ese “pueblo”, entre comillas, que pongo en el título.