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Política

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El recuento parcial de los daños electorales

El desastre electoral comenzó en septiembre con las precandidaturas de muchos ciudadanos independientes y la configuración de las alianzas partidistas.

Foto: Especial

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Faltan poco más de 30 días para que las elecciones se celebren. Todo está enredado y, a la vez, claro. El puntero es Andrés Manuel López Obrador; se siguen peleando por el segundo lugar Ricardo Anaya y José Antonio Meade; el Bronco sigue siendo la sal y la pimienta de los debates, mientras los indecisos ahí están.

Acusaciones, dimes y diretes fueron la nota del segundo debate. Entre que AMLO se guardaba la cartera frente a los “ladrones de la mafia del poder”, Anaya sacaba un enternecedor “costal”, Meade respondía que demagogos eran los otros tres y el Bronco los emplazaba al abrazo. La disputa política se me antojó un espectáculo sin límites.

El desastre electoral comenzó en septiembre con las precandidaturas de muchos ciudadanos independientes y la configuración de las alianzas partidistas. El drama mayor fue la salida de Margarita Zavala del PAN en octubre. El susto del siglo fue que el PRI postuló a un candidato “independiente”. Para diciembre, ya sabíamos que habría tres candidatos de fijo: López Obrador, Anaya y Meade. Las precampañas se efectuaron sin más contratiempos que los rejuegos de la sumatoria de los partidos minoritarios como el PES y Nueva Alianza, con promesas de incorporación al gobierno, a cambio de los votos cautivos de evangélicos y maestros, respectivamente. El PES terminó aliándose con Morena; y Nueva Alianza se acercó al PRI, la final los tres partidos principales se aliaron con dos más.

La alianza del PAN con el PRD, hace algunos años impensable, sentó la tónica de las alianzas. Más de 100 candidatos independientes de registraron y sólo pasaron a la boleta dos, el Bronco y Margarita Zavala, con serios problemas en la legalidad de sus registros. Una pena que la candidata indígena Marichuy Patricio no hubiese recopilado el mínimo de las firmas requeridas por la ley para su inscripción. De consuelo le queda, nos queda, que las que obtuvo fueron plenamente legales y legítimas.

Las precampañas terminaron pronto (al ritmo del niño del movimiento naranja), pero el periodo intercampañas estuvo teñido de tensiones, especialmente para el gobierno de Enrique Peña Nieto por la renegociación del TLC, los casi cotidianos nuevos datos sobre la corrupción gubernamental y la falta de fiscales, pero nada de eso comparado con las encuestas que empezaban a dar como seguro ganador a López Obrador, muy por encima de sus contrincantes. No veo de qué les extraña si el voto de castigo es la consecuencia lógica de un pésimo gobierno.

Las campañas electorales legalmente iniciaron el primer minuto del 30 de marzo, Viernes Santo, algo ilógico. Anaya y Zavala comieron ansias y empezaron en ese mismo instante, Anaya con un hackatón —tecnología y a la juventud, parte central de su oferta— en la Ciudad de México y Margarita con un mitin en el Ángel, sitio simbólico para los panistas. Todo para terminar declinando con la mitad de las boletas impresas con su nombre. Gracias por participar, ¿a quién dejará su exiguo capital político? López Obrador y Meade, prefirieron empezar el Domingo de Pascua, el 1 de abril, posiblemente porque ambos son muy religiosos, el primero de tapadillo y el segundo abiertamente. El Peje inició con un acto en Ciudad Juárez, zona, como todo el norte del país, que tradicionalmente le ha sido adversa. Meade empezó con un mitin en Mérida, se sospecha que la razón fue que Yucatán es la única gubernatura que se vislumbra que el PRI podrá ganar.

Después de iniciadas las campañas, lo urgente era ver la configuración de las listas de plurinominales, porque en realidad, salvo excepciones, las tres alianzas dejaron la selección de candidatos por mayoría al ojo de buen cubero de los gobernadores. Los candidatos de Morena sorprendieron, Napoleón Gómez Urrutia, líder minero con doble nacionalidad y perseguido por la justicia, candidato a Senador. Dicen que fue un favor solicitado por el líder laborista inglés Jeremy Corbyn —casado con una mexicana— a López Obrador, uno de los pocos líderes internacionales con los que ha tenido contacto el líder de Morena. Hasta foto hay de ambos en el Parlamento en Londres. Pero lo más asombroso que la profesora Elba Esther Gordillo salió de la cárcel bajo libertad condicionada a su casa y ahora sí, después de tantos b(años) de pureza, López Obrador la aceptó dentro de su círculo. A diferencia de hace 12 años, el Peje ha reclutado a todo el que se le ha parado enfrente, sin distinción de origen ni pasado. Al fin, él los redime de sus culpas.

Volviendo a las listas del Senado, la inclusión de Nestora Salgado sigue causando chispas, pues a pesar de haber sido exonerada de los cargos de secuestro, el problema no es legal sino ético. ¿Nadie le dijo a AMLO?

Por el lado del PRI, vimos los mismos nombres de siempre, con algunos cambios generacionales; en la lista del Frente, se vio un delicado equilibrio entre panistas, perredistas y miembros de MC, con Josefina Vázquez Mota a la cabeza. Ahora sí, seguro, gana.

Sorprendente por la premura, no tanto por el hecho, vimos cómo el senador  Javier Lozano Alarcón regresó al PRI, por el choque con Ricardo Anaya. Ernesto Cordero, el delfín de Felipe Calderón, se pronunció a favor de José Antonio Meade, igual que el mismísimo Ernesto Zedillo, quien seguro está jugando con dos fichas, igual que en el 2006.

Sin extrañeza, al arrancar las campañas vimos cómo el PRI enderezaba la guerra sucia contra Anaya. La acusación de lavado de dinero e irregularidades en la compra y venta de una nave industrial sí mermó la candidatura de Anaya, cuya posición maximalista en contra de la corrupción, encendió las alertas en Los Pinos y se aplicó la receta Edomex 2017. Pero ahora resulta que ni así el PRI ni sus aliados van a ganar. Un excelente técnico y un mal candidato (independiente) les garantiza que no van a llegar muy lejos. La existencia del plan B parece confirmado con los reiterados comentarios de AMLO acerca de que no tomará venganza.

Los debates fueron poéticos, con todo y moderaciones memorables, unas por buenas, otras por protagónicas. Todos contra AMLO, con alguna subtrama como el “moche de manos” a los corruptos y ladrones. De propuestas, poca cosa; de pullas, una tras otra. Queda claro que los debates no son el fuerte de López Obrador y que debatir le resulta hasta placentero a Anaya, cuya rigidez se disipa un tanto por la adrenalina del momento.

Encuestas y memes van y vienen. Sospechas de que los rusos apoyan a López Obrador y chairos que se desgarran ante cualquier crítica a su amado líder. Una fuerte resistencia al Peje en diversos sectores, independientemente de las filiaciones partidistas. El horror al socialismo y a la imposición de modelo chavista en México es la tónica de los escenarios catastróficos. Creo que más que la economía, sufrirá la libertad de expresión.

¡Ahhh! Y los rumores, especialmente sobre la salud de López Obrador, son el aderezo de cualquier charla.

Ya que mejor dejen de gastarse recursos públicos irracionalmente en infiernitos, que acaben las campañas que se han vuelto tediosas por tanto enredo. Aunque tenga que decir lo mismo que Mafalda: ¡Paren al mundo, que me quiero bajar!, porque vislumbro drama postelectoral.

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