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Política

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La multitud de candidatos independientes

El registro de candidatos independientes para las elecciones del próximo año levanta la pregunta si podrán recabar las firmas necesarias para la aprobación de su candidatura y avanzar en el tablero electoral.

Foto: Notimex.

Foto: Notimex.

Con la novedad de que se ha registrado una multitud de candidatos independientes. Fueron 86 al cierre de la noche del domingo 15 de octubre; de todos, apenas siete mujeres. Al viernes 20 de octubre, quedaron sólo 48, una cifra enorme. Entre los más conocidos están Pedro Ferriz de Con y Margarita Zavala. En segundo término, están el senador Armando Ríos Piter, Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, gobernador de Nuevo León y Marichuy, María de Jesús­ Patricio, la candidata indígena apoyada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el EZLN. Después, aparecen los nombres de 43 personas desconocidas, al menos para mí.

Si la ley dispone la obtención de 866,593 firmas para la aprobación de una candidatura independiente, el equivalente a 1% del censo electoral, ¿cuánto tiempo tendrán que invertir los candidatos para lograr ese número de firmas antes del 12 de febrero del 2018? Del 16 de octubre al 12 de febrero hay 120 días, por lo que diariamente, en ese lapso, habría que conseguir 7,222 firmas. Pero no sólo eso, las firmas deben proceder de al menos 17 estados, lo que supone que esas más de 7,000 firmas tendrán que ser recabadas a lo largo y ancho del país, es decir que, en el mejor de los casos, tendría que recabar 226 firmas diarias en cada estado. Así no se oye tan complicado y menos con la app que el INE dio a los candidatos independientes para que pudiesen recabar las firmas mediante teléfonos inteligentes. Debe haber 41 millones 596,464 ciudadanos dispuestos a dar su firma a cualquiera de los 48 candidatos independientes. El padrón es de 85 millones 953,712 electores; sí alcanza para todos.

Las complicaciones son otras: ¿Quién tiene la suficiente estructura de voluntarios o empleados para acometer semejante empresa? Y eso, pensándolo bien, ¿firmas a cambio de qué? Además, las firmas deben ser para un solo candidato, ¿cómo evitar duplicidades? Así de complicado el asunto, sólo los candidatos que cuenten con una estructura podrán recabar las firmas necesarias y en eso llevan ventaja aquellos que proceden de partidos, organizaciones de la sociedad civil de largo alcance y del gobierno.

Imagino que quedarán en la boleta sólo los primeros cinco candidatos “independientes” que ya conocemos: Ferriz de Con, Margarita, Ríos Piter y El Bronco, porque Marichuy se cuece aparte. Ferriz de Con es una figura pública de larga trayectoria, al fin y al cabo, y cuenta con medios suficientes para buscar el apoyo popular; Margarita, El Bronco y Ríos Piter pertenecieron hasta hace poco a los tres principales partidos, y son figuras conocidas en el ámbito político. A Margarita la vimos durante seis años mañana tarde y noche en su papel de primera dama y ha tenido una presencia pública más que regular del 2006 a la fecha. Estos tres tienen relaciones que trascienden el ámbito político, bases de apoyo personales y de grupo. El Bronco y Ríos Piter ocupan cargos públicos, así que han recibido cobertura y el primero, a pesar de que va vender vacas y caballos de su propiedad para financiar su precampaña, tiene a su disposición los recursos del gobierno de Nuevo León, aunque nos quiera vender la idea de que no hará uso de recursos públicos.

Marichuy

La candidata que más me llama la atención es Marichuy Patricio­. Primero, porque es mujer; segundo, porque es indígena nahua de Jalisco —no es una de las zonas con mayor densidad de pueblos originarios —; tercero, porque es simpatizante del EZLN y es parte del Congreso Nacional Indígena; y por último, porque me parece una candidatura fresca, interesante, desde abajo y diferente. Marichuy sí tiene posibilidades de estar en la boleta porque ha trabajado desde hace algún tiempo su candidatura y cuenta con una red de apoyo enorme. La semana pasada estuvo en Chiapas, en Guadalupe Tepeyac, Ocosingo, en Palenque y San Cristóbal de las Casas, en el corazón del neozapatismo. Fueron actos multitudinarios, en los que básicamente dijo que hay que frenar al capitalismo y acabar con quienes despojan al pueblo de su tierra, de sus bosques, que acaban con las comunidades indígenas y también con la población de las grandes ciudades. Lo más importante de su discurso es que considera que hay que unificar todas las luchas y que se precisa de organización para acabar con el sistema neoliberal que corroe a la sociedad.

El discurso de Marichuy tiene atractivo porque es la única candidata que en verdad cuestiona integralmente al sistema económico, social y político. Se trata de un discurso idealista que, si bien es razonable, utiliza categorías conceptuales que difícilmente encontrarán eco en las franjas poblacionales más amplias, entre los menores de 35 años. El problema de fondo reside en que su candidatura responde a los intereses del EZLN y al de los pueblos originarios y resultará poco atrayente para una sociedad mestiza, que carece de la sensibilidad para entender la cosmovisión indígena, sus valores e inquietudes. Esto que es su originalidad y fortaleza, también constituye una debilidad. Sin embargo, de los candidatos independientes, es la única, aparte de aquellos que provienen de la élite política, que realmente tiene la posibilidad de conseguir las casi 900,000 firmas que se necesitan para efectivamente estar inscrita en la boleta electoral del 2018. Ella sí tiene el apoyo de organizaciones de base, indígenas y populares que le otorgan una legitimidad incuestionable de origen, a diferencia del resto, cuyas bases seguramente serán nichos de las clases medias.

El problema sigue siendo cómo recabar las firmas.

Aunque el resto de los candidatos no han dicho nada sobre la app del INE, Marichuy ya se quejó; dice que el sistema electrónico digital no está hecho para el pueblo de México, porque exige tecnologías a las que no se tiene acceso. El punto concreto es que la aplicación no baja en teléfonos inteligentes de gama baja —por cuestiones ajenas al INE como la presencia y densidad de señal, justo es decir— y eso retrasa la recolección de firmas. Por ello, Marichuy afirma: “Este sistema electoral no está hecho para que seamos los pueblos de abajo los que gobernemos y que las leyes e instituciones del Estado están hechas para los de arriba, para los capitalistas y su clase política corrupta, resultando una gran simulación”. Tiene razón y me gustaría que no la tuviese, porque la democracia electoral tendría que ser un mecanismo esencialmente redistributivo, al menos, de la voluntad política, lo que tendría, idealmente, que favorecer la distribución más equitativa del ingreso, disminuyendo así la brecha de la desigualdad­.

Si de la gran mayoría de los candidatos, apenas conocemos sus nombres —en realidad se les conoce en sus “parroquias”, es decir, dentro del ámbito de sus sociabilidades gremiales y profesionales—, de Marichuy ya nos enteramos por dónde va. No es sorpresa, está en perfecta consonancia con el EZLN y por ello vemos una situación paradigmática: los valores que porta no son de la modernidad occidental, es más, los rechaza  —con razón, hay que decir—, pero utiliza sus estructuras, su tecnología y parte de su lógica. En esa contradicción se inserta su lucha por la justicia.

erp

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