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Política

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Miguel Nazar Haro: El Tigre del sistema político mexicano que murió frustrado

El creador de la Brigada Blanca, para desarticular organizaciones clandestinas
comunistas en el México de la segunda mitad del siglo pasado decía que solo quería que lo
dejaran en paz, cuenta Gustavo Castillo.

Foto EE: Especial

Foto EE: Especial

Le decían El Tigre, dirigió lo que para muchos ha sido la institución más perversa de la historia del país. En algún momento, fue distinguido tímidamente por sentar las bases de los sistemas de inteligencia mexicanos.

Se describía como un fanático combatiendo fanáticos anticomunistas y como un orgulloso mexicanista y guadalupano.

Al final de sus días, terminó frustrado del sistema al que sirvió, pidiendo morir en paz, así describe Gustavo García Castillo al exdirector de la Dirección Federal de Seguridad, Miguel Nazar Haro.

En entrevista con motivo de la publicación de su libro “El tigre de Nazar”, editado por Grijalbo, el periodista Castillo García dice que lo que hay en esas 300 páginas es Nazar en sus palabras, en su esencia y en su momento histórico.

¿Quién fue Miguel Nazar Haro y por qué es importante conocer su historia hoy?

—Miguel Nazar Haro fue el titular de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), de 1978 a 1982, particularmente durante el gobierno de José López Portillo.

Su historia se remonta a principios de los años 60, cuando ingresa a la Dirección Federal de Seguridad, aunque tenía otros antecedentes de haber, pongámoslo entre comillas, colaborado con el servicio secreto y tener la intención de convertirse en agente o policía.

A lo largo del tiempo, con la capacitación que va teniendo en cuestiones antisubversivas, antiguerrilleras, de inteligencia, se convierte en uno de los hombres más importantes del sistema político.

Funda o sienta las bases de lo que es el sistema de inteligencia en el país.

La DPS se constituye en el órgano de inteligencia del país. En 1984, viene su transformación al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), que hoy se transforma en esta administración federal y se convierte en el Centro Nacional de Inteligencia.

¿Qué es importante tomar en cuenta del contexto histórico y político que vivía México y el mundo, durante la época en que él fue funcionario?

—Estamos hablando de momentos que parecen muy lejanos, pero que hoy de alguna manera siguen vigentes y que tienen que ver con una polarización del mundo.

Veníamos de la posguerra (Segunda Guerra Mundial), donde el mundo estaba partido entre capitalistas y comunistas.

Solo había dos tendencias, capitalista y comunista.

En México surgen grupos armados antigubernamentales que buscaban, de alguna manera, transformar el sistema político bajo tendencias comunistas. O por lo menos así era en parte.

El gobierno lo que menos quería era que se derribara el sistema político y que fuera asumido por corrientes de esa naturaleza.

¿Cuál fue el aporte de este funcionario en la forma en que se combatió entonces a los enemigos del sistema al que sirvió?

—Son varios. Tiene que ver con el establecimiento de labores de inteligencia muy puntuales. Con mecanismos de infiltración, de espionaje y, sobre todo, de manera particular, el haber ideado la creación de la entonces Brigada Especial, popularmente conocida como Brigada Blanca.  Conjuntó una estructura policial y militar que se encargaba de operar para la desarticulación de los grupos guerrilleros en México, en la que participaron desde agentes de diversas corporaciones policíacas estatales, gente de la policía del Distrito Federal, entonces hoy Ciudad de México y también militares.

Algo que revela este libro es la preocupación que había de que los movimientos de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez se unieran con la Liga Comunista de 23 de septiembre. ¿Me puedes platicar un poco de ese episodio?

—Sí había preocupación. Él lo que cuenta es que se llegó a temer en algún momento que se pudieran unificar porque entonces podrían haber cimbrado, yo lo diría así, aunque él todavía lo vislumbra más fuerte, el sistema político establecido, porque eran movimientos en crecimiento con mayor presencia, con mayor involucramiento y cimbraron las estructuras gubernamentales.

Cuando se oye hablar de Nazar Haro se dice que fue un torturador, aunque él varias veces lo negó, como también negó las desapariciones forzadas y lo cuentas en el libro. ¿Cuál es tu percepción de este personaje, respecto de estos señalamientos?

—Mira, me voy a tomar la referencia que hago al inicio de la introducción. Es un trabajo periodístico. Que se da con entrevistas durante ocho años.

Algo que advierto en el libro es que cada gente que lo lea puede tomar una posición respecto a cómo ver a Miguel Nazar Haro.

Es decir, no se trata de una biografía. Se trata de un trabajo periodístico confrontado con documentos.

Cuando se le pregunta sobre los guerrilleros que fueron desaparecidos y demás, él dice: hay gente que cayó y se le mandó a la fosa común con otras identidades porque eran las que traía.

En el libro hablas, incluso lo pones ahí entrecomillado. Había que ser un fanático como ellos. ¿En qué sentido era fanático?

—Él era fanático del deber, así lo dice. Era un anticomunista, porque él dice que la sociedad mexicana es mexicanista y guadalupana.

Y déjame decirte algo, el libro es la voz de Nazar. No es lo que piensa Gustavo Castillo.

Es Nazar en sus palabras, en su esencia. Es Nazar en su momento histórico.

A Nazar Haro le decían El Tigre. Cuentas que tenía un tigre en su oficina y que incluso lo usaba. Tú entrevistaste a un viejo del viejo sistema. ¿Cómo se sentía ese señor que fue tratado por el sistema al que sirvió?

—Pues, en el libro contamos cómo incluso hasta que ocurre el rescate de los pasajeros de un vuelo que había sido secuestrado por opositores al gobierno venezolano, que llega a México y Miguel Nazar hace que ese vuelo finalmente llegue a Cuba y que en ese momento lo reconozcan, porque él lo dice de manera molesta, cómo es posible que por, primera vez, lo consideraran mexicano.

¿Se percibía frustración, enojo, resentimiento?

—Sobre todo, frustrado, porque él incluso llegó a comentar, y viene en el libro, que él sería “el chivo expiatorio”.

¿Por qué decía “que me olviden, quiero morir en paz”?

—Él lo que decía es yo lo hice por mi país, lo hice por un sistema y le di tranquilidad al sistema y ya; que me dejen en paz.

En la vida real, los tigres están desapareciendo, porque se está perdiendo su hábitat. ¿En México se pueden dar las condiciones para que vuelva a crecer un tigre como este, como El Tigre Nazar?

—No lo sé, nada más acuérdate que hoy ya no hay agentes por su nombre, todos son institucionales. Son instituciones policiales en las que los agentes no tienen un nombre en particular.

La historia de los viejos comandantes desaparece cuando llega García Luna y disuelve lo que era la Policía Judicial Federal y a todos los convierte en agentes ya sin nombre, sino bajo una sola sigla.

diego.badillo@eleconomista.mx

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Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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