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Periodistas mexicanas, entre la violencia de género, la subrepresentación y la segregación laboral: CIDH
En México se identificó que la violencia por motivos de género, que experimentan las mujeres periodistas por fuentes de información, colegas varones y superiores jerárquicos tienden a ser naturalizadas al interior de las redacciones, lo cual desincentiva la denuncia y fomenta la repetición de estos hechos.
La violencia de género, particularmente del tipo sexual, acoso, intimidación y abuso de poder; ejercida por fuentes de información y en las redacciones, forma parte de los obstáculos estructurales y prácticas discriminatorias que más atentan contra el derecho a la libertad de expresión y al libre ejercicio profesional de las periodistas mexicanas.
La Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentó su Informe regional "Mujeres Periodistas y Salas de Redacción: avances, desafíos y recomendaciones para prevenir la violencia y luchar contra la discriminación", y en el cual identificó que en México, como diversos países de la Latinoamérica, siguen latentes hechos de violencia contra mujeres periodistas, incluidos los asesinatos, la violencia sexual y la violencia en línea.
Según el análisis realizado sobre los patrones de discriminación que las mujeres periodistas y las trabajadoras de los medios de comunicación experimentan en las redacciones y/o en su lugar de trabajo, evidencian con preocupación que las mujeres periodistas están sujetas de manera desproporcionada y habitual a diversas formas de violencia y discriminación basada en su género.
Y es que, al interior de las redacciones, esta discriminación y desigualdad se manifiesta de diversas formas, entre ellas, la subrepresentación, la segregación ocupacional como producto de los estereotipos y patrones existentes en la asignación de tareas y actividades, las brechas salariales, precarización laboral y falta de garantía en las condiciones de trabajo, así como diversos obstáculos para ocupar cargos de dirección y decisión.
Según muestra el estudio, en México se identificó que la violencia por motivos de género, que experimentan las mujeres periodistas por fuentes de información, colegas varones y superiores jerárquicos tienden a ser naturalizadas al interior de las redacciones, lo cual desincentiva la denuncia y fomenta la repetición de estos hechos.
Se destacó que de un total de 284 periodistas cuyas experiencias fueron estudiadas en 2019, el 61% señaló que la violencia tenía un impacto en su desempeño laboral, y al describir este impacto señalaron: “‘tuve que renunciar a mi trabajo porque me sentía muy incómoda’, ‘Ha hecho replantearme el seguir trabajando en ese lugar, al no poder sentirme tranquila’, ‘manejas bajo perfil para que te dejen trabajar y no te acosen’, ‘Me ha llevado a pensar si realmente soy buena desempeñando mi trabajo’”.
La CIDH destacó que de esta manera, la violencia basada en género en el lugar de trabajo no sólo impacta en el derecho de las mujeres periodistas y las trabajadoras de los medios de comunicación a desempeñar su labor libres de toda forma de violencia y discriminación, ya que como ellas mismas señalan, “la discriminación, el acoso y otras manifestaciones de violencia de género contra mujeres en los medios de comunicación son también atentados a la libertad de expresión, particularmente grave para aquellas que incorporan en su quehacer un enfoque de género y de derechos”.
Por otro lado, se dijo que aunque en México se han reportado avances, el 76% de las 392 mujeres periodistas mexicanas que participaron en un relevamiento realizado en 2019 señaló que “en sus empresas no existe ningún tipo de campaña, curso o acción para sensibilizar al personal sobre el hostigamiento y acoso sexual” y el 56% reportó que “en sus medios no existen mecanismos o protocolos especializados para presentar quejas por casos de hostigamiento, acoso o agresión sexual”.
Esta situación, dijo, desalienta la denuncia, al punto que “sólo 18% de las mujeres que ha vivido alguna situación de acoso, hostigamiento o agresión sexual en sus medios ha realizado alguna queja al interior de sus empresas”.
Y cuando logran sortear estas barreras institucionales y reportan los hechos de violencia, “del total de mujeres que dijeron haber presentado alguna queja por este tipo de situaciones, el 64% señaló que la empresa no hizo nada o que las medidas que tomó fueron insuficientes o no funcionaron”.
Asimismo, se identificó que, en gran parte de los países de la región, las mujeres periodistas “son responsables de los temas ‘menos relevantes’ para la agenda mediática y aquellos vinculados a lo que se considera la temática “femenina”: cultura, sociedad, salud, educación, es decir, áreas laborales que serían extensiones de las tareas reproductivas que las mujeres tradicionalmente han realizado sin paga en la sociedad. Y, también, obviamente, son quienes llevan la ‘agenda de género’”.
Mientras que, en México, en algunos casos, los medios “pagan más a las mujeres, pero el trabajo es mayor, no hay una compensación de trabajo con salario”, por lo que las mujeres periodistas denuncian la existencia de una brecha salarial por motivos de género.
Asimismo, muchas de ellas declaran que los ingresos que reciben por su labor periodística no son suficientes para solventar su costo de vida, lo que las obliga a tener otros trabajos paralelos.
“Esta multiplicidad de empleos, a la que se suma el trabajo doméstico no remunerado, les genera una sobrecarga de tareas que impacta no sólo en el ejercicio de su profesión sino también en su salud y otros aspectos de su vida personal”, señala el informe.
En tanto, también existen desigualdades en la paridad de cargos, pues de un total de 22 medios impresos o digitales estudiados en 2020, sólo 4 tenían paridad de género o mayoría de mujeres en “cargos directivos o coordinaciones”. En dos de ellos, no había ninguna mujer contratada en estos cargos. Además, de un total de 280 cargos jerárquicos relevados, sólo el 22% eran ocupados por mujeres.