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Política

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Saqueado: el incierto destino del peyote mexicano

Traficantes envían Peyote (Lophophora Williamsii) por paquetería, por piezas, triturado y envasado en botes de plástico. La falta de regulación permite que se comercialice esta cactácea sagrada para grupos indígenas como los Wixáritari.

El peyote de la especie Lophophora Williamsii es endémico del desierto Chihuahuense. Ilustración: Italia Sánchez

El peyote de la especie Lophophora Williamsii es endémico del desierto Chihuahuense. Ilustración: Italia Sánchez

* Este reportaje fue producido durante la Maestría en Periodismo Digital de la Universidad de Guadalajara, un posgrado en línea dirigido a periodistas que desean fortalecer su formación profesional con investigaciones a profundidad o de largo aliento.

Felipe Frías es un hombre que rompe mitos. Más que un guía turístico, un promotor cultural. A donde llega con un grupo de visitantes, les desvela códigos perdidos en cada rincón de Real de Catorce, un municipio ubicado en el altiplano mexicano, específicamente en San Luis Potosí.

Cuando Felipe toma un grupo es un acompañante cercano. Por las noches siempre termina su recorrido en el panteón del pueblo, donde alumbra con una linterna la herrería del lugar y describe lo que ahí está representado: “ven, ahí mismo hay hikuris (divinidad prehispánica) que fueron forjados como adornos. Los españoles no se dieron cuenta que los indígenas que construyeron todos sus recintos de fe nunca cambiaron a sus dioses”.

Luego de que a lo largo de la historia el hikuri fue satanizado, ahora está siendo sobreexplotado. El hikuri de los wixárika es una cactácea conocida popularmente como peyote. Actualmente muchos grupos lo extraen ilegalmente y lo trafican.

Real de Catorce es un punto neurálgico del saqueo, al menos para el turismo que arriba al pueblo como escala previa en su camino a Wirikuta, que es la zona sagrada de los wixárika. Existe todo un mercado ilegal que puede poner en riesgo la supervivencia del peyote.

En 2018, autoridades mexicanas decomisaron 416 hikuris que fueron saqueados del desierto. La Profepa (Procuraduría Federal de Protección al Ambiente), que es la encargada del cuidado de especies endémicas que están amenazadas como el hikuri —científicamente identificado como Lophophora Williamsii— no reporta aseguramientos ese año.

En general, las autoridades mexicanas carecen de datos de la sobreextracción de peyote. Esta especie es sagrada para los wixaritari, es el hikuri, la posibilidad de entrar en contacto con Tatei Kayaumari, el venado azul.

Grupos de personas reflexionan sobre la traba jurídica y afirman que es necesario considerar la regulación en su consumo, ya que muchos otros movimientos espirituales e indígenas demandan su uso ritual.

Real de Catorce, el lugar central donde coloquialmente se acude en busca de peyote, es uno de los emblemas más grandes de San Luis Potosí. Está ubicado al norte de esta entidad, escondido entre dos montañas que forman parte de la Sierra de Catorce. El poblado está anclado en el altiplano mexicano donde se extiende el desierto chihuahuense, ecosistema que cubre diversos estados del norte del país y alcanza el sur de los Estados Unidos.

El nombre oficial de este pueblo es Real de Minas de Nuestra Señora de la Limpia Concepción de Guadalupe de los Álamos de Catorce. Fue una rica localidad de la Nueva España que se dedicó a la extracción de metales preciosos durante la época

de la colonia, principalmente de plata. Todavía a sus alrededores hay minas que ya están abandonadas. Aunque un poco más allá de sus confines, existen proyectos de extracción de minerales, trabados por candados legales.

Actualmente goza de la etiqueta de Pueblo Mágico, categoría que otorga el gobierno mexicano a sitios distinguidos para la promoción del turismo.

Aunque también es un lugar de fe. Cada mes de octubre la figura de San Francisco inunda las calles dibujadas en picada de peregrinos y fieles creyentes que encaraman al santo para arreglar compromisos.

Otras épocas del año, llegan a Real de Catorce decenas de excursiones con la finalidad de conocer y consumir el peyote que se pierde entre las faldas y laderas del desierto, allá en el Cerro El Quemado, en la zona sagrada de Wirikuta.

A media tarde, Felipe Frías lleva a su grupo al palenque de Real de Catorce, una vieja construcción que pareciera como si emulara el coliseo romano, pero a pequeña escala. Cuando todos los asistentes se disponen como párvulos frente a él, Felipe Frías les expone: “acá los turistas vienen porque quieren consumir el peyote. De repente los encuentras perdidos en el cerro. Muchos andan drogados, otros como que están bajando de los efectos y siguen con rostros perdidos, como asustados”.

Felipe aclara que el peyote es un dios para los wixaritari. Por eso el peyote es sagrado. Lo define como una bendición: “Es una ventana para ellos. Es el hikuri, el ojo de dios”, afirma y expone que a través de esa cactácea los wixárikas entienden el orden natural de las cosas. Por eso se debe consumir con respeto y en fechas propicias para ello.

“Todos los que vienen a vivir la experiencia del peyote, lo hacen pisoteando la religión de esta cultura; lo que para un católico simboliza una hostia, para el Wixa lo es el peyote. Los jóvenes solamente quieren momentos de éxtasis”, cuenta Felipe.

En el trayecto entre Real de Catorce y el desierto, un anuncio de lámina que persiste al paso del tiempo muestra un mensaje: “La extracción y tráfico ilegal de peyote es delito federal”, reza. En toda la extensión del desierto otros anuncios como éste aparecen; rótulos de la Profepa y del H. Ayuntamiento de Catorce SLP le dan peso legal al aviso.

Cada día el rótulo se hace más viejo. Los visitantes pareciera que ya no lo leen: quienes van con la finalidad de extraer peyote lo hacen sin tapujos. Muchos otros guías, que no son como Felipe, lo ofrecen como parte de sus recorridos. Incluso lo ofertan hasta en 5,000 pesos el kilogramo, unos 246 dólares. Así funciona el mercado: oferta y demanda.

Entre hikuri y peyote

Diana Negrín cuenta que es común que los hoteleros de Real de Catorce encuentren en los cestos de la basura de las habitaciones peyotes enteros que fueron desechados: el mal sabor de la cactácea les produce un rechazo natural.

Diana es geógrafa y curadora, desde 2001 ha llevado a cabo investigaciones etnográficas y de archivo con un enfoque principal en el territorio wixárika del occidente mexicano. El trabajo de Negrín incorpora geografía humana y cultural, teorías críticas de raza y decolonialidad, y ecología política, en combinación con metodologías participativas.

Ella misma dice que hay personas que violentan a pueblos originarios sin darse cuenta. El peyote, o sea el hikuri, es un elemento central para los wixaritari, es una cactácea que está bajo protección especial y dentro de normas como el Código Penal Federal, donde está catalogado como una droga.

La principal sustancia activa en el peyote es la mescalina. Igualmente cuenta con otros alcaloides en menor medida. Los efectos inducidos por la mescalina generan a quien la consume la capacidad de inducir cambios profundos en la percepción, la consciencia y la cognición.

Durante el trance pueden aparecer visiones. Se da un incremento en las percepciones sensoriales (se ven colores brillantes y en movimiento, el sonido se percibe con mayor profundidad), y se pueden vivir experiencias trascendentes y espirituales con cambios en la percepción del espacio, del tiempo y de la imagen propia.

Históricamente el peyote ha despertado curiosidades, por eso ahora se encuentra bajo amenaza. Adicional al consumo que hacen los wixárikas, otros grupos lo incluyen en sus ritos, como la Native American Church (NAC) de Estados Unidos y Canadá, los nayares, los tepehuanos, los tarahuamaras, entre otros grupos de México.

Además de algunas agrupaciones New Age como Fuego Sagrado de Itzchalatitlán o Camino Rojo, incluso el turismo psicodélico y hasta los coleccionistas de cactus. La sobredemanda lo está saqueando. Al menos en Wirikuta, a los wixáritari les es más complicado encontrarlo en cada peregrinación.

Otras especies del desierto cuentan con la misma amenaza, como ya lo detalló The New York Times en su reportaje Los traficantes de cactus están saqueando los desiertos.

“Seríamos personas sin conocimiento”

En 2010 el pueblo wixárika se enteró que había una minera que estaba invadiendo algunos terrenos que forman parte de la zona sagrada de Wirikuta. El interés era explotar el lugar para extraer minerales, principalmente oro y plata.

Sofía García Mijares, Aukwe, recuerda que hubo mucha alarma entre la comunidad. Hasta ese momento, el pueblo no había considerado que ese lugar tan importante y representativo pudiera desaparecer. Como respuesta, se organizaron para evitar la

destrucción a Wirikuta, “A partir de ahí comenzamos a darnos cuenta de este otro problema”, dice, en referencia a la extracción de peyote.

Sofía es coordinadora de la mesa de comunicación del Consejo Regional Wixárika. Como portavoz de comunidades wixaritari, afirma que en conjunto consideran que el saqueo y explotación de todos los recursos y valores que representan a su pueblo se atribuyen a una pobreza espiritual que se ve en todo el mundo.

Explica que desde ese año empezaron a notar una serie de circunstancias que amenazan a su cultura. “Hemos tenido conocimiento en nuestras comunidades porque muchos turistas nos visitan. Muchos no toman en serio a la cultura y al peyote, entonces buscan a los wixaritari simplemente para acceder a él. A través de eso nos damos una idea de quiénes son estas personas que están buscando el peyote. Aunque hay muchísima más gente de la cual no nos enteramos, pero que sí se ha visto allá en el desierto que llegan con sus camionetas pseudo-chamanes y hacen ceremonias ahí y se llevan el peyote”, denuncia.

Detalla que quienes extraen, comercian y trasladan esta cactácea a distintos lugares del mundo “no lo ven como un ser vivo. Eso en primera y en segunda es como de vacío. Es lo espiritual, más que nada. Porque digamos que la mayoría de los que amenazan (al hikuri) son personas comunes. Pero, siento que ese vacío espiritual no sé a qué se deba; si a falta de identidad, o malas experiencias… no lo sé, pero es en sí un vacío espiritual. Por eso ellos están buscando eso: existe una sed de experiencias. Y está la idea de que con eso van a sanar, que también es inválida para mí porque la planta no tiene porqué pagar los errores de uno ni porqué enmendar las cosas de uno. Siento que ahí está un poco equivocada esa idea de las plantas”.

Los wixárikas lo ven como un dios. Le hablan en su lengua, el wixa, porque es una deidad de esta cultura. Un mestizo —teiwari, como refieren los wixárika a las personas externas— lo ve como una sustancia. Como un narcótico más para llegar a estados amplios de percepción.

Por eso, muchos de los viajeros que arriban a Real de Catorce son atraídos por la cultura del peyote. Además de que esa demanda ha propiciado que se abran líneas de distribución.

A pesar de que la Profepa busca proteger y trabar la extracción de la Lophophora Williamsii, a desierto abierto los saqueadores se llevan los cactus y los comercian. Llegan incluso al extranjero. Diana Negrín se pregunta “¿Qué hace el peyote en España, en Italia, en Brasil u otros países cuando es endémico de México?”.

Las regulaciones y las normas de protección que tiene el hikuri parecen ser letra muerta y su presencia en algunos puntos del Desierto Chihuahuense está en disminución.

El impacto del saqueo no es sólo al ecosistema, sino a una cultura milenaria. Sofía García dice que si el peyote desaparece, los wixaritari también desaparecerán: “Si el peyote desaparece desaparecemos nosotros. Nuestra cultura desaparece. Seríamos personas sin conocimiento”.

El mercado

Este interés que ha despertado el peyote en núcleos psicodélicos, en movimientos neoindigenistas, así como en aquellos de la ola New Age ha abierto un mercado de consumo global. No se compara con el de otras sustancias. A manera de robo hormiga, el levantamiento de peyote está impactando en México.

Entre agosto y septiembre de 2014, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), la Profepa realizó el aseguramiento de un total de 271 ejemplares de Lophophora williamsii que no contaban con la documentación reglamentaria. Los ejemplares pretendían ser enviados de manera ilegal, con información falsa respecto al producto que fue declarado y de la identidad de la persona que realizó el envío. El destino de los cactus era China y Suecia.

“De acuerdo con la experiencia de 2014, los ejemplares de peyotes fueron enviados a través de paquetería desde Veracruz, con destino a Hong Kong, China y Suecia pasando por el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México… Cabe aclarar que todo tipo de exportación con fines comerciales u ornamentales, que se realice con estos ejemplares se realiza de manera ilegal”, dijo la Profepa, consultada sobre estas incautaciones.

Existe el tráfico pero no hay un modus operandi claro. De hecho, investigadores reconocen que no existe un patrón que marque las rutas que sigue el peyote luego de su extracción; aunque la Profepa señala tener identificados diversos sitios de venta de variadas especies de cactáceas que son supervisados de forma periódica.

Se encuentra a la venta como planta de ornato en tianguis; como hierba en los mercados, incluso como sustancia que forma parte de ungüentos para dolores musculares en farmacias naturistas.

Aunque la dependencia sepa del saqueo al peyote y confirme que supervisa esos sitios de venta, sus datos no muestran un interés por medir el fenómeno.

A través de transparencia, la Profepa reporta en el último lustro (de 2016 a 2020) un total de 89 peyotes asegurados: 17 en 2016, en 2017 y 2018 ninguno, 16 en 2019 y 56 en 2020.

Para esta investigación se elaboró una base de datos para contabilizar las cantidades de peyote que han sido decomisados y/o asegurados en ese mismo periodo.

La estructura se construyó con casos de aseguramiento o decomisos reportados en comunicados oficiales ya sea por la Profepa, por la FGR (Fiscalía General de la República) o incluso aquellos que aparecieron directamente en notas de prensa de distintos medios del país.

Los datos no coinciden con lo confirmado por la Profepa. En el mismo lapso de 2016 a 2020 se cuentan 670 peyotes decomisados, además de 12 kilos 510 gramos de peyote molido. A pesar de que estos números apenas si dan una muestra de que el saqueo existe, no miden ni una cuarta parte del fenómeno si se comparan con los indicadores que algunos investigadores presentan.

Pedro Nájera es uno de ellos. También es casi un nómada del desierto. Acude entre una o dos veces al mes y dura allá varios días. Es un ingeniero agroecólogo y ha estudiado el saqueo al peyote desde hace años. Su insistencia en el tema lo ha llevado a establecer un sistema de medición. Está molesto, porque reitera que quienes lo extraen del desierto no se dan cuenta de todas las afectaciones que están generando.

“Sin duda las personas representan un peligro para este ecosistema. Cuando se saca un recurso estructural de la naturaleza, las personas creen que el ecosistema se sigue viendo igual, pero en la realidad todo se modifica y empieza a suceder un cataclismo medioambiental que no perciben, entonces siguen explotando la zona. Eso mismo pasa en el desierto: la gente va y se pone a cazar peyote, lo extraen y no notan el impacto. Como el peyote no es un árbol entonces no se nota la deforestación”, dice.

En su artículo Sobre el uso y abuso del peyote, Pedro Nájera expone que en lo que respecta a la Native American Church (NAC) se estima que está compuesta por un aproximado de entre 250,000 a 500,000 integrantes que participan en las ceremonias de peyote.

Cada ceremonia consumen entre dos y cuatro peyotes por persona, hay quien consume más. En este caso, la Native American Church termina por demandar al año un millón de peyotes como estándar mínimo. Por lo tanto, Nájera proclama que este índice de demanda “no puede ser en absoluto una práctica sustentable que asegure la supervivencia no solo del peyote, si no, de la cultura misma”.

Calcula que cada año los grupos de Fuego Sagrado y Camino Rojo consumen hasta 180,000 peyotes, la Native American Church alcanza como máximo los 156 millones de peyotes, los wixárikas 405,000 y los coras sólo entre 20 y 50 peyotes al año.

Nájera insiste: “Este tipo de prácticas se debe terminar tajantemente ya que solo ayuda a crear una percepción errónea del valor intrínseco y cultural del peyote; se puede frenar mediante métodos de concientización y educación dentro de las escuelas. El impacto del saqueo del peyote sí es considerable, los sitios donde hay turismo se está disminuyendo en 40% en las poblaciones, eso en promedio; en lugares donde hay extracción para comercio, las poblaciones han caído en más de 80% y hay puntos donde podría decirse que hasta 100%; hay invernaderos en el desierto que se dedican a sembrar productos de exportación, les dicen jitomateras. Ahí se hizo un cambio de uso de suelo por completo y están desaparecidas las poblaciones de peyote”.

Peyote: ¿droga, planta sagrada o cactácea bajo protección especial?

Diana Negrín asevera que la penalización del peyote no ha ayudado a conservarlo, “Sea lo que sea, el asunto está en un estado muy grave de sobre extracción”.

Las normas que protegen o criminalizan al peyote se contraponen. Le dan una personalidad que pasa de planta sagrada a droga. En materia ambiental debe estar bajo protección especial según la Norma Oficial Mexicana 059.

Luego pasa a ser vista como droga: aparece en el listado de regulación sanitaria de la Ley General de Salud. Y se encuentra penalizada su extracción, transporte y tráfico, incluso de sus semillas, en el Código Penal Federal.

En 2014, la Lophophora Williamsii se ubicó en un listado especial publicado en el Diario Oficial de la Federación, donde la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial (Semadet) reconocía aquellos ejemplares de flora y fauna de México que entrarían a un proceso especial de protección. Hasta la fecha no se han reportado acciones con este fin.

A pesar de todo este entramado legal, las autoridades no tienen indicadores precisos sobre el fenómeno de saqueo. Por ejemplo, la Fiscalía General de la República (FGR) no reporta números de decomisos y aseguramientos de peyote y ante la consulta sobre averiguaciones previas por tráfico y portación, la dependencia brinda datos generales donde se incluye la portación de cualquier narcótico enlistado en el Código Penal.

Si el Estado buscara aplicar políticas públicas para atender problemáticas como la extracción de peyote o en la intervención del tráfico de cualquier otra sustancia, los datos por portación de narcóticos ni siquiera están segmentados en sus estadísticas.

“El problema principal cuando se detiene a una persona por extracción de peyote es que argumentan la autodeterminación de los pueblos. Se adjudican por ex profeso de la ley como indígenas. Es muy común que dejen libres a personas por auto reconocerse como indígenas, por lo que nunca llegan a proceso”, explica Pedro Nájera y agrega que cuando la detención se trata de extranjeros la embajada de su país toma el caso y los saca automáticamente, “esa gente no toca ni siquiera los separos”.

El asunto es que el peyote no es la única especie que está bajo amenaza. Existe un amplio catálogo tanto de flora como de fauna que se encuentra bajo este riesgo y entra a cadenas ilegales de tráfico mundial.

El doctor Héctor Hernández, especialista en cactáceas e investigador del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), apunta que el problema del saqueo de especies protegida es muy complejo ya que no hay indicadores reales de los impactos y medirlos requeriría un estudio preciso y costoso.

“Es muy complejo y realmente difícil exigirle más a Profepa, cuando muchas leyes en México, y más en materia ambiental, quedan en letra muerta”, puntualiza.

Otro punto es la falta de capacitación para identificar adecuadamente las especies. El 4 de septiembre pasado la Guardia Nacional aseguró en Santa Catarina, Nuevo León diversas especies del desierto que en general sumaban un peso de 140 kilos. En su publicación de redes sociales la dependencia las describió como “cactus tipo peyote”, cuando en realidad se trataban de una denominada ariocarpus.

Lo que es realidad es que tanto las cactáceas como las suculentas han despertado un interés particular en coleccionistas de diferentes partes del mundo. Esto radica en su rareza y lo difícil que es conseguirlas. La mayor cantidad de cactáceas y suculentas del mundo se dan en los desiertos de México y Chile.

El geógrafo Jared Margulies, de la Universidad de Alabama, quien estudia el tráfico de plantas, confirma que estas especies han evolucionado a tal grado de desarrollar resistencias para sobrevivir periodos prolongados de sequía y condiciones extremas.

“Esto hace que sea bastante fácil para los recolectores tomar plantas y enviarlas en equipaje o en cajas alrededor del mundo, donde luego se pueden trasplantar en su destino. Puede que muchos mueran en el proceso, pero un número lo suficientemente razonable sobrevivirá para que el esfuerzo sea rentable. En general, estas especies se trasladan a través de las compañías navieras tradicionales y los servicios postales; además de ser objeto de tráfico en el equipaje de las personas”.

De esa misma forma los vendedores en internet distribuyen semillas de peyote o incluso ejemplares como artículo ornamental.

El peyote de la especie Lophophora Williamsii es endémico del desierto Chihuahuense. Ilustración: Italia Sánchez

El peyote de la especie Lophophora Williamsii es endémico del desierto Chihuahuense. Ilustración: Italia Sánchez

Una ruta del peyote

Además de los lugares físicos, como mercados y tianguis, se pueden encontrar peyotes en venta en espacios de internet como el Market Place de Facebook o en Mercado Libre.

Cuando se solicita un ejemplar, el vendedor envía la pura cactácea sin maceta ni tierra, viaja protegida para evitar golpes en el traslado, previamente se fumiga para que no le salgan hongos y evitar que se le peguen plagas.

Para que el trasiego sea rápido se propone, por parte de los vendedores, el envío a través de empresas de paquetería como Estafeta o DHL, con la certeza de que se entregará un día después de ser solicitado.

Al haber confirmado de que algunos vendedores optaron por enviar sus ejemplares de peyote en venta a través de Estafeta, se le solicitó una entrevista a la compañía, pero la denegó.

Solamente compartió la lista de artículos prohibidos que figuran en sus lineamientos de prestación de servicios, que son: plantas de cualquier tipo y animales, ya sean vivos o muertos; de igual forma artículos perecederos y de fácil descomposición; armas entre otros productos.

A través de una respuesta de correo electrónico Diana Villegas, de relaciones públicas de la compañía, describió que se aseguran que los clientes tengan en cuenta los lineamientos de su servicio de paquetería.

El uso de la paquetería para mover el peyote como mercancía no se limita a la venta ornamental. En 2018 la Policía Federal aseguró en el aeropuerto de Tijuana 41 peyotes y dos frascos con peso de 8 kilos de peyote molido. El hallazgo se realizó en una empresa de paquetería. El bulto iba desde Guadalajara.

En 2019 la misma Policía Federal aseguró en Tepotzotlán, Estado de México, un kilo y 400 gramos de peyote en una bodega de servicios de paquetería de autotransporte.

Además, en 2020 en el aeropuerto de San Luis Potosí, la Profepa identificó pieles de cocodrilo y tres ejemplares de peyote. También viajaban por paquetería.

Este mismo 2021, la Guardia Nacional interceptó un envío por paquetería en los que viajaba de manera ilegal peyote y otras plantas del desierto; reportado el 10 de octubre, sucedió en el aeropuerto de San Luis Potosí e iban 180 plantas en total.

¿Por qué aparece peyote molido en estas confiscaciones? Para los grupos de la Native American Church (NAC), así como algunos movimientos que se han derivado de ella —como lo son Fuego Sagrado de Itzachilatlán o la Fundación Camino Rojo— la planta se muele y se envasa en botes de plástico. De esa forma puede esconderse entre el equipaje y pasar por los aeropuertos. También buscan enviarlo por paquetería.

Pedro Nájera dice que “muchas de las personas que forman parte de estos cultos consumen el peyote molido y nunca en su vida han visto un ejemplar como es físicamente. Aunque tengan años usándolo”.

La Native American Church tiene intereses diversos y luchas varias. Existen grupos que forman parte de este conglomerado que nació para re-dignidicar a los pueblos originarios de América del Norte. A finales del siglo XIX incorporaron el peyote a sus rituales y desde entonces lo consumen como medicina sagrada.

Así como pasa en México, donde la autodeterminación de los pueblos abre la posibilidad para que grupos como los wixaritari puedan usar el peyote de manera religiosa sin que se les persiga, en los Estados Unidos existe una norma similar.

Tal como ha surgido presión acá para la despenalización, en Estados Unidos pasa algo similar: diversas ciudades han considerado quitar el bloqueo al consumo de algunas plantas identificadas como “los cinco grandes”: los hongos mágicos, la

iboga, la ayahuasca, la huachuma y el peyote. La iniciativa parte de una asociación denominada Descriminalize Nature.

En el reportaje ¿Por qué algunos nativos americanos luchan contra los esfuerzos para despenalizar el peyote? publicado por Los Ángeles Times, Miriam Volat codirectora de la fundación RiverStyx —un grupo filantrópico que ha ayudado a financiar la preservación de la tierra en Texas y México ante la amenaza al peyote— señala que quienes promueven esta iniciativa “deberían decir: ‘Nos gustaría ayudarte a cuidar tu medicina sagrada''' en lugar de exigir su consumo.

La demanda de la Native American Church de peyote es muy amplia, como ya lo destacó Predo Nájera, de hecho la Lophophora Williamsii que nacía en el sur de Texas se dice que está prácticamente desaparecida.

El gobierno norteamericano, con el fin de abrir la posibilidad de que los miembros de la NAC pudieran abastecerse de peyote para sus ceremonias, permitió que algunos invernaderos produjeran peyote para la venta y consumo. Para adquirirlo sólo se necesita una carta que acredite que el comprador es miembro de la NAC. La demanda es muy amplia y los invernaderos no logran cubrirla.

El doctor Rogelio Marcial Jiménez, historiador y miembro de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), indica que como muchos miembros no se involucran en procesos de preservación de la cactácea y son ciudadanos norteamericanos, entonces cruzan a México, extraen el peyote y regresan a Estados Unidos sin problema.

“Es más, si la policía norteamericana lograra detener a algún miembro de la Native American Church cargado de peyote en la línea fronteriza no pasa nada. La persona puede decir que ese peyote es porque tiene el derecho de usarlo. Saca su oficio donde dice que tiene permiso de usar peyote porque forma parte de la Native American Church y pasa. No lo puede detener el policía porque el peyote no es heroína, no es cocaína, no es mariguana. Tiene otro estatus”.

Entre su trabajo, Marcial Jiménez ha estudiado a fondo tanto la organización de la NAC así como del surgimiento de los movimientos de Fuego Sagrado y Camino Rojo. Ambos inspirados en la NAC, así como en la tradición prehispánica de los pueblos mexicanos.

Una forma de neoindigenismo

Sobre el consumo de peyote de estos dos movimientos señala que los líderes de cada uno —Aurelio Díaz Tekpankalli de Fuego Sagrado y Alfonso Pérez Tenoch de Camino Rojo— han promovido acciones de cosecha de los insumos que requieren para cada ritual. Entre ellos el peyote. Para evitar la extracción ilegal.

Aunque, el problema con estos movimientos es que se internacionalizaron. Marcial Jiménez detalla: “Ambos han generado como una escuela, han formado gente, la han capacitado y después de ellos habrá quien siga el movimiento”.

Pero al haberse internacionalizado afirma que se pierde el control. “Cuando tienes un grupo muy grande de gente que cruza las fronteras ya no hay un control real con respecto a lo que la gente hace. Ese es un problema. Cuando tú tienes a 20 representantes en América Latina ¿Realmente sabes lo que hacen?”.

Esto es lo que propicia que el peyote, molido o en piezas, sea enviado a países de Sudamérica, Europa e incluso a Asia.

“Alfonso se ha metido más en Sudamérica porque su esposa es de Uruguay. Aurelio se ha metido mucho en España, en Inglaterra, en Alemania, en Bulgaria, incluso se metió hasta Israel. Imagínate esa tradición del peyote se llevó hasta a Israel”.

Sobre todo este contexto, Diana Negrín comenta: “Para mí es muy problemático porque se ve que están aumentando en número los círculos (grupos que consumen plantas sagradas) y cada uno busca sustancias. Pasa como con la hoja de coca, algo que era una medicina sagrada entra a cadenas ilícitas y se van generando nuevos conflictos que tienen grandes implicaciones para los pueblos”.

Y sobre las confiscaciones, concluye: “Lo que tengo entendido es que si se confisca el peyote, muchas veces, la policía va y quema el peyote cuando debería de haber programas para que se lleven a viveros, que se vuelvan a plantar”.

La vía legal para acceder al peyote

En 2015 un grupo denominado Iglesia Nativa Americana de México buscó registrarse como asociación religiosa como un paso previo a la demanda de la permisión de consumo de peyote en sus ceremonias. La solicitud fue rechazada.

En marzo de este 2021, luego de una solicitud de amparo por un miembro de la asociación Latinoamérica por una Política Sensata de Drogas, la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó que la permisión que se dio por la cannabis no puede aplicarse al peyote y los hongos alucinógenos.

Se calcula que con este antecedente y el que se viene arrastrando desde 2015 se abrirá la oportunidad para analizar más a fondo la iniciativa de regulación.

“Yo no creo que se puedan modificar ahorita las leyes para abrir el uso (del peyote) al público en general bajo las circunstancias actuales de su población”, opina Diana Negrín, “eso no quiere decir que no se pueden hacer modificaciones a las leyes para aumentar las medidas de conservación, por ejemplo. Otro asunto que está bajo debate es modificar la ley para que pudiera ser investigado el peyote, para mí ese es el tema. La criminalización no funciona, de todas formas se está sobre extrayendo de forma ilegal y por lo pronto sabemos que el pueblo wixárika no quiere apoyar ningún cambio a las leyes sin primero tener una idea más clara de las implicaciones”.

Añade que se puede considerar que el pueblo wixárika está viviendo una serie de amenazas inusitadas que ponen en peligro a su cultura, pero que por otro lado hay

toda una nueva generación de jóvenes wixaritari que están pensando mucho en esto, que están cuestionando mucho y buscan educarse para integrarse de nuevo a la comunidad con propuestas de intervención: “Eso quiere decir que hay mucha esperanza, (aunque) es seguro que la amenaza que vive el peyote es una amenaza cultural muy fuerte más que ecológica”.

Describe que la defensa de Wirikuta por allá de 2010 fue un punto de propagación de los elementos culturales wixárika como el peyote. Muchos de los mestizos que apoyaron aquella defensa por el territorio sagrado contra las mineras son los que ahora han demandado más peyote.

“Todos tienen historias muy bonitas con el peyote; la forma en la que les ayudó a superar algo muy personal, muy difícil, pero también pienso que muchos se exceden; que hayas tenido una experiencia bonita o que las ceremonias te sirvan de alguna forma, eso no quiere decir que es sustentable y respetuoso el estar replicándolo. Luego a veces hablamos de personas que hacen de entre 10 y hasta 30 ceremonias al año. Eso es un uso bastante alto considerando el estado actual del peyote y creo que para muchos wixaritari es un insulto a la planta que se haga tan seguido. No es pensar mal pero siento que se ocupa más educación porque mucha gente no piensa en la cadena de saqueo que se genera”, por eso mismo Negrín no considera que ahora sea viable dar el paso a una suerte de legalización de consumo de peyote de manera recreativa.

Una opción: la regulación en el consumo

El Departamento de Seguridad Pública de Texas estima que en los últimos 20 años la Native American Church ha consumido tanto en Estados Unidos como en Canadá entre 1 millón 563,000 y 2 millones 317,000 cabezas de peyote por año. La mayoría llevado desde México.

Esto lo puntualiza Mauricio Genet Guzmán Chávez en el artículo Reflexiones sobre la expansión y legalidad del campo peyotero en México (2019), que escribió en conjunto con Beatriz Labate.

Guzmán Chávez es investigador del Colegio de San Luis Potosí. Ha estudiado el tema y declara que dentro del campo de análisis de la cultura del peyote, así como del saqueo y sustracción de esta cactácea por parte de otros grupos sociales que no son indígenas, muchos lo ven como una suerte de hurto e imitación burda; “yo he defendido que en nuestra situación globalizada y contemporánea no podemos defender los esencialismos”, dice.

Justamente por ese motivo asegura que un punto de partida para abordar el tema es que se trabaje en la regulación del consumo del peyote para establecer límites: “implicaría decir quién puede y quién no, y cuáles serían los mecanismos. El cambio en la regulación implicaría que la gente que está haciendo uso del peyote dentro de una perspectiva religiosa o terapéutica, pueda ser reconocido dentro de un modelo de manejo ambiental”.

Afirma que con esto se sentarían las bases de que cada agrupación que use o demande del peyote lo emplee con claridad y transparencia, con registros de la

cantidad de personas que forman un grupo, las ceremonias que se hacen al año, la cantidad de peyote que consumen y los procesos de cultivo y preservación que hacen.

“Si no hay una regulación y no nos abrimos a esa dimensión de reconocer la importancia del peyote dentro una serie de relaciones interculturales que rebasan lo estrictamente indígena sí estamos abonando para que se dé la extinción de esta planta”, comenta.

De hecho, dentro de la propuesta que plantea el doctor Mauricio Genet también destaca que se exploren otros modelos de implementación del turismo, que no se busque desde las dependencias del estado un arquetipo de masificación, sino que se adecúen alternativas para zonas pequeñas como la de Real de Catorce, que es la puerta de entrada a Wirikuta, donde los habitantes estén capacitados y puedan ofrecer rituales con peyote sembrado en invernadero y apuesten por cuidar y proteger la vida silvestre del desierto.

“Toda la zona de wirikuta hay un círculo crítico donde acontece el turismo peyotero. Es como un caso paradigmático de la colecta y el uso del peyote y forma parte de redes de mercado, digamos, internacionales porque el peyote de San Luis Potosí y de esta zona llega a estar presente en ceremonias que se realizan en Francia, en España… no tenemos el registro de todo el trazado, pero recuperando testimonios de aquí y por allá –así como datos— nos podemos dar cuenta de que es un producto que es una mercancía también, es una planta sagrada, pero es algo que ya entró en las cadenas comerciales. Eso es definido por la persona que lo recolecta, por quien lo paga, lo transporta de una u otra manera a estos países y por el costo de las ceremonias que obviamente en Europa o en Estados Unidos tienen un valor que no podría definirse. Es algo que allá está muy por encima”, explica.

“No estoy proponiendo mercantilizar todo el proceso; creo que debemos establecer ciertos criterios para que las familias estén mejor capacitadas para recibir a estos turistas e informarlos sobre las necesidades de la zona a la que llegan donde se pudiera participar en rituales que involucran al peyote y cuáles son las reglas. Deberíamos pensar en modelos sintonizados con los tiempos y que reconozcan cómo se está presentando en la actualidad un turismo que existe, pero que el estado no quiere ver y reconocer. Solamente quiere castigar cuando las cosas se ponen feas. En ese aspecto se ve solamente la parte oscura del turismo peyotero, pero no reconocemos todos los factores de integración, todos los factores de beneficios económicos de la localidad”.

Aclara que pueden surgir riesgos, aunque la opción podría apostar por ese otro turismo para hacerlo más benéfico que destructivo, un modelo parecido al de la Riviera Maya, donde los pobladores cuidan y protegen, por ejemplo, los cenotes.

“Podría ayudar a que saquemos de esa penumbra en la que está actualmente este fenómeno. Porque ese turismo que abona en muchas cosas en cualquier momento puede ser calificado como ilegal, como una violación a la ley y sus usuarios pueden

ser incriminados y se le puede aplicar el código penal y ser encarcelados. Eso deberíamos de modificarlo y creo que sí podemos y tenemos las condiciones para tener un turismo peyotero mucho más organizado y con beneficios directos a las comunidades”.

La discusión por despenalizar el uso recreativo del peyote parece que se intensificará. Mauricio Genet espera que en realidad se hable de regulación y de análisis de intervención, incluso económica con opciones como la que aquí plantea.

“Para alcanzar algo así sí debe haber un reconocimiento del fenómeno en lo nacional así como una nueva perspectiva para analizar el tema de las plantas sagradas, que incluso modifique las normas. Mi mayor crítica es no caer en la esencialización. Creo que debe haber un programa de investigación que nos ayude a reflexionar en torno a las nuevas prácticas y que permita definir ciertos umbrales. No digo que todo deba ser permitido, pero que sí se prime el derecho de las personas a elegir”.

Un centro para resguardar a las plantas saqueadas

El estado no se plantea ni siquiera opciones de inserción o estudio de las especies de peyote por estar prohibido su manejo en el Código Penal. Cuando la Profepa decomisa o asegura cualquier ejemplar de flora o fauna, su objetivo principal es regresarlos a su entorno natural. Con el peyote no.

Los hikuris recuperados por la Profepa o la FGR y que siguen con vida son llevados al Jardín Botánico de la UNAM. Existen varios motivos de que no se puedan reinsertar a su entorno natural. El doctor Salvador Arias Montes, especialista en cactáceas y jefe del Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM, comenta que no pueden entrar a un programa de reincorporación por no haber permisión en el manejo de peyote y otras razones son de carácter biológico.

“Cuando se hace reintroducción de un ser vivo se tiene que hacer al sitio original de donde se trajo. Prácticamente todas las plantas de peyote vienen de sitios diferentes. Claro, sabemos que son del norte de México, del altiplano, pero esa zona ¿cuántas hectáreas no tiene? Son miles. Biológicamente es improcedente que yo meta una planta que fue recolectada en Real de Catorce y que yo la quiera poner después en un área de Matehuala, aunque esté a 100 km de distancia hacer eso contraviene la organización natural de la planta, porque no proceden de la misma localidad. Desconozco dónde fueron recolectadas, por lo tanto yo no puedo a ciegas dejarla en cualquier lugar o en cualquier área natural protegida. En el altiplano hay varias áreas naturales protegidas. Yo no podría hacer eso porque estoy llevando individuos que no corresponden a esa población. Si lo hago, la dinámica de las poblaciones se verían alteradas si introduzco individuos que no son nativos de ahí. Eso es muy importante en proyectos que tienen que ver con la introducción de seres vivos. Esta pregunta no se responde igual para todos los seres vivos. Distinto sería si yo metiera peyote a un área donde no hay un solo peyote, para hacer una nueva población. Pero esa sería una estrategia diferente por cuestiones de procesos ecológicos”.

Esta acción de que las cactáceas con vida se envíen a este espacio ya cumple 25 años. Pero la UNAM los recibe como custodia, no como propiedad.

“No es propietaria ni la albacea ni depositaria para que pueda hacer algo con ellas, nosotros no podemos usarlas ni hacer proyectos de investigación con ellas, simplemente somos custodios de un equis número de plantas que históricamente han llegado a nosotros por alguna de estas dependencias”, ratifica el doctor Arias Montes.

No todos los ejemplares que se decomisan reciben una segunda oportunidad de vida. Esta dependencia reporta que de 2014 a 2021, se han recibido sólo 255 peyotes (en 2014, 171; en 2015, 6; en 2016, 18; en 2017, 2; en 2018, 58; y de 2019 a 2021 ninguno). Lo que quiere decir que el resto de lo decomisado ha sido incinerado.

A pesar de que el Jardín Botánico de la UNAM es un espacio donde los hikuris saqueados pueden recuperarse, la verdad es que la afectación de extraerlas se mantiene en el ecosistema, ya que desaparecen de su entorno natural.

Hablemos de Hikuri: la verdadera oportunidad de preservación Lisbeth Bonilla, Kupiri, empezó a sentir una cierta perturbación cuando comenzó a escuchar sobre la disminución de poblaciones de hikuri en el desierto. Fue cuando se preguntó qué podría hacer para atender el asunto, pero inicialmente se sintió limitada.

Así nació la organización Hablemos de Hikuri, como una inquietud para intervenir en el problema, también como una oportunidad de intercalar la ciencia con la tradición y abonar para evitar que la especie desaparezca.

“El proyecto nace después de yo acompañar dos peregrinaciones, de escuchar las pláticas de otros wixaritari y sobre todo de lo que platicaba mi abuelo de cuando era joven y había más hikuris; al estar en internet y encontrar noticias sobre las ceremonias que se hacen en las ciudades, las problemáticas de las jitomateras, las minerías, me empezó a interesar mucho el tema. Comprendí más la importancia de esta planta y lo que significa en la religión wixárika. Lo sentí muy valioso y sagrado, como que yo quería aprender más”.

El objetivo principal de Hablemos de Hikuri es que como grupo se abone a educar y concientizar sobre el peyote. La misión primordial es llevar información de valor a la comunidad wixaritari de San Andrés Cohamiata y que se abra el diálogo con los jicareros y con toda la gente.

“Que los propios wixaritari estén más conscientes de cómo lo están usando y que tengan información sobre lo que le pasa al hikuri, cuáles son sus amenazas y que nosotros seamos el puente para explicarles lo que está pasando alrededor del hikuri. Que sea la comunidad quien decida cuidarlo y reforestarlo”, explica Lisbeth.

Junto con ella, en esta organización, también colabora Pedro Nájera, que ha estado comprometido en sus investigaciones con la defensa del peyote. Con el apoyo de

Nájera, lo que buscan es hacer una especie de censos durante diversos periodos para conocer la presencia de peyote en la vida silvestre, precisamente para tener una cuantificación propia del saqueo.

Además, recolectan semillas de la cactácea que son esparcidas por las zonas donde el peyote se da de manera natural. Principalmente en Wirikuta.

Pedro Nájera detalla que se trabajan trípticos en tres idiomas y con perfiles de información distinta: en lengua wixa para las comunidades wixaritari, en español para los mestizos mexicanos y en inglés para los turistas extranjeros.

Uno de los planteamientos que tiene la Profepa es crear una red colaborativa de habitantes que sean conscientes del fenómeno de saqueo para evitar que desaparezca el peyote o se siga extrayendo de manera ilegal. Con mucho ímpetu y trabajo propio Hablemos del Hikuri han comenzado a hacerlo sin que dependencias del gobierno manifiesten interés en sumarse.

“No vemos interés de las autoridades por proteger el hikuri ni siquiera a elevarlo como cactus en peligro de extinción. Si estas organizaciones que quieren que se legalice lo logran, el ambiente no está para que suceda esta gran demanda. Para eso deberían crear primero viveros de donde se pueda tomar el consumo del peyote”, relata Lisbeth Bonilla.

Comenta que la intención es llevar el conocimiento científico con lo wixárika. “Lo que promovemos es que cuando se vaya a cazar el hikuri dejen semillas allá para que la naturaleza actúe. Eso es lo que queremos aprovechar. Que las semillas se queden en su casa, en Wirikuta y allá nazca. Y también que en los centros ceremoniales tengamos hikuris en invernaderos, pero cuando crezcan llevarlos a wirikuta que es su casa. Queremos que la misma gente vea cómo nace y crece”.

Recuerda que en un inicio hubo resistencia por parte de los líderes de San Andrés Cohamiata, “como que pensaron que yo iba a hacer algún proyecto para venderlo, se preguntaron mucho el por qué yo una mujer estaba proponiendo esto, para las autoridades el hikuri no debe ser tocado, son muy recelosos y se les comprende por lo que se le significa. Al final se hizo una consulta y las autoridades determinaron que teníamos permiso de trabajarlo y reportarlo todo a la Unión Wixárika que son los vigilantes de los animales y las zonas sagradas”.

Aunque el camino que ha emprendido Hablemos de Hikuri avanza lento, es una iniciativa que podría abonar a lo propuesto por otros especialistas que buscan proteger al peyote. Sobre todo que tienen la intención de llevar información para que la sociedad comprenda más el impacto que tiene un fenómeno de extracción.

Pedro Nájera sentencia: “Buscamos crear este vínculo de diálogo para concientizar a las personas y a su vez hacemos trabajo científico desde la parte biológica, estamos evaluando la fluctuación de las poblaciones de peyote en varios lugares del desierto chihuahuense, esto incluye a Wirikuta, con el fin de crear un plan de manejo biocultural no comercial con fines rituales para el aprovechamiento del peyote”.

Mientras tanto, en Real de Catorce la demanda de hiruki sigue…

David es un conversador nato. Al llegar a su puesto que está en la circundancia de la plaza principal de Real de Catorce explica las propiedades de algunas de las piedras que vende junto con su esposa, a quien llama compañera.

Es un hombre delgado, que acaricia los dos metros de altura con un argot limitado en palabras, pero con el ímpetu de un juglar. Cada ocasión en la que se refiere a una piedra la califica primeramente como “preciosa”. Luego toma una revista, donde aparece un catálogo con todas las bondades de los minerales y disecados que vende.

Habla un poco pausado, es rubio y pareciera tener un perfil sudamericano. Fácilmente podría cubrir el estereotipo de un argentino. Dice con cierto orgullo ser “chilango”. Se detiene de manera constante en sus emociones discursivas, pareciera como si pensara un poco lo que dirá y luego se suelta.

“¿Ya fuiste al Cerro El Quemado?”, me pregunta. Hace la pausa típica en él y se suelta: “es lo más hermoso que podrás vivir. El desierto es mágico. Puedes ver la vida desde allí. Hay paz y espíritu. Si vives la experiencia como debe ser, encontrarás en la vida una explicación de lo que somos. Podría decirse que encontrarías una explicación astral. Cuando estás allá y consumes el Hikuri con la consciencia que demanda, puedes pasar días sin probar alimento. Hay un Marakame en el desierto que debes encontrar cuando estás en lo más álgido de la experiencia. Convivir con él y consumir el Hikuri te responderá muchas preguntas.

David no es wixárika, pero consume comúnmente el peyote. Declara que la planta merece respeto y que para la preparación un interesado debe hacerlo con mucho tiempo previo. Porque el grado de consciencia es fundamental: “Tienes que empezar a conectarte contigo, con tu aura, con tu espíritu. Al final de cuentas el viaje que recibes es parte de lo que eres y uno tiene que disfrutarlo, no sufrirlo”.

La noche del encuentro con David fue fría. Él se frotaba de manera constante las manos y soplaba por una abertura que dejaba al unirlas. Luego decía que el frío de aquella no era tan fuerte como cuando el invierno tiene atrapado a Real de Catorce.

Al tomar un colgante con forma de fósil, David se acerca y dice que esa sería una excelente opción para llevar. Que a él mismo le sorprende pensar en la cantidad de tiempo que tiene ese animal y que el espiral que enreda su figura es una metáfora perfecta del paso del tiempo.

David hace una pausa y vuelve a hablarme del peyote. Me pide de favor que viva la experiencia. Alza la cabeza al cielo y mira la luna. Argumenta que una vez que coma hikuri nunca veré una luna mejor. Que nunca olvide cómo fue antes del hikuri, porque después, la luz que dibuja la aureola del satélite me hará sentir la energía que emana a la tierra... “solamente que cuando lo hagas, ve con los Marakames, aquí todos acceden al peyote, pero no todos le tienen el respeto que merece. Los wixarikas sí lo tendrán y a ellos les gusta compartir su conocimiento del mundo”.

La noche se cubrió de nubes y el frío cobró velocidad. De pronto se le empezaron a ver las venas al cielo con los rayos que advertían una tormenta. Durante la madrugada lloverá.

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