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La democracia estadounidense: ¿también está en peligro?

Las democracias a nivel mundial están amenazadas por una ola autoritaria que no es novedosa, pero sí diferente. Freedom House reporta que en la pasada década hubo un declive mundial de la democracia. Lo sobresaliente es que muchos de estos retrocesos democráticos no solo se presentan en los países en vías de desarrollo, sino ahora también en democracias consolidadas y con un elevado nivel económico. Este resurgimiento autoritario lo vemos en países como Austria, Bangladesh, China, Estados Unidos con Trump, Hungría, India, Italia, México, Nicaragua, Polonia, Reino Unido, Rusia, Serbia, Turquía, entre otros.

Foto EE: Archivo

Foto EE: Archivo

La novedad ahora es que este modelo de gobernanza autoritaria se esconde detrás de una fachada democrática.

Su manifestación más evidente es que el líder llega al poder como dirigente de su partido político y con elecciones libres para que luego, desde adentro del sistema, desmantele las instituciones democráticas para establecer su control. A menudo este proceso es lento, sútil e incremental, el cual muchas veces desemboca en una dictadura disfrazada de democracia.

¿Cuáles son algunos elementos de ese autoritarismo diferente? Es interesante destacar que cada país representa un caso concreto, pero que existe un común denominador entre todos ellos como es el hecho de que el líder: designe a gente leal en todas las posiciones de poder, sobre todo en el poder judicial y en las áreas de seguridad; desactive o elimine los órganos de control estatal y otros pesos y contrapesos institucionales; establezca el dominio sobre los medios tradicionales para controlar la libertad de expresión y perseguir a los periodistas críticos; utilice demandas judiciales, leyes e instituciones para hacer a un lado a la sociedad civil y a la oposición; aproveche el acceso que tiene a los recursos del Estado para consolidar su poder; haga uso constante de retórica divisiva a través de la televisión y/o redes sociales para polarizar a la sociedad y estar en constante contacto con su base; entre otros.

En Hungría, Víktor Orbán es el clásico ejemplo de desmantelamiento de la democracia desde adentro, culminando en un régimen autoritario. Orbán adoptó una estrategia multifacética, apoyándose del poder judicial donde mediante una reforma constitucional se apoderó de la Suprema Corte. El segundo elemento fue echar mano de los medios, creando un solo grupo de radio y televisión manejados por la coalición partidaria de Fidesz. El tercero fue promulgar cambios para socavar la imparcialidad de las instituciones electorales. Con Orbán la fachada democrática incluye celebrar elecciones regularmente y que exista representación legislativa de la oposición.

En Venezuela, con Hugo Chávez, el colapso de la democracia hacia una dictadura implicó múltiples tácticas desde adentro del sistema en varios frentes simultáneos. Al llegar al poder en elecciones libres y justas, Chávez adoptó una nueva Constitución. Posteriormente comenzó con el lento proceso de desmantelamiento de la democracia venezolana. Con sus adeptos en el Congreso logró la aprobación de leyes que lo llevaron a ganar el control total de la Suprema Corte. Llevó a cabo nacionalizaciones de industrias importantes; suprimió los medios, dejando pocos que eran afines a su régimen; manipuló las leyes electorales y utilizó la intimidación de votantes en las casillas electorales; arrestó y encarceló a críticos; incorporó a los militares a su gobierno, quienes ahora ocupan un papel fundamental. Venezuela pasó de democracia a autoritarismo y de éste a dictadura.

¿Y la democracia de Estados Unidos?

Trump asombró al mundo cuando en 2016 ganó las elecciones tras una campaña que desde el principio desafió normas; su gobierno resultó poco convencional. Sin experiencia militar ni de gobierno, Trump fue un presidente antisistémico, un recurso muy utilizado por varios líderes populistas: criticaba a quienes percibía como sus adversarios, desde personajes de medios de comunicación, integrantes de su propia administración, funcionarios de ambos partidos políticos, hasta jefes de estado. La agudización de las tensiones raciales fue una constante durante su mandato. La polarización fue el sello de su presidencia: no solo entre la élite política sino también entre la población estadounidense. Los más de 26 mil tweets enviados como presidente dan una idea del pensamiento provocador, autoritario e insensible en una amplia gama de temas, al grado de que Twitter canceló en definitiva su cuenta.

En una encuesta, el Pew Research Center mostró que durante el mandato de Trump su tasa de aprobación nunca rebasó el 50% y que ésta se desplomó al 29% en las últimas semanas de su presidencia justo después de que incitó a sus adeptos a atacar el Capitolio el 6 de enero. En otra encuesta, el Pew Research Center planteó 10 preguntas a los estadounidenses sobre valores políticos en temas como el papel del gobierno, la protección ambiental y seguridad nacional. El resultado fue demoledor: la brecha entre republicanos y demócratas se ensanchó en forma importante. La brecha promedio en 1994 era 15 puntos porcentuales, pero en 2017 esa brecha promedió 36, debido a la creciente polarización de Trump. Es precisamente este incremento en el nivel de polarización lo que ha llevado a varios analistas a preguntarse: ¿cuáles son los efectos de largo plazo de una política de polarización en la democracia estadounidense?

Para estudiar esta brecha y los niveles de democracia en 52 países, un artículo del Carnegie Endowment for International Peace usó una base de datos con episodios de por lo menos dos años de polarización perniciosa y su relación con los niveles de democracia en esos países. El resultado es devastador: una polarización severa se correlaciona con un descenso democrático grave. Lo más sobresaliente del estudio es que de los 16 países que llegaron a niveles perniciosos de polarización pero que después lograron revertir esos niveles tan altos, eventualmente siete de esos 16 países volvieron a caer en niveles perjudiciales. La amenaza de una polarización perniciosa nunca desaparece por completo; y esta dinámica de polarización contribuye directamente al alza pronunciada en la violencia política.

¿Intento de golpe?

Ante la derrota contundente de Trump en las elecciones presidenciales de 2020, éste se dedicó a polarizar más a la sociedad y a difundir el supuesto fraude electoral, o sea, la Big Lie. Esta gran mentira llevó a que una turba, incitada por él, de alrededor de 2,500 seguidores extremistas, irrumpiera violentamente en el Capitolio con la pretensión de detener la certificación de las elecciones presidenciales.

Debido al Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre el Ataque del 6 de enero al Congreso, creado en julio de 2021, es que cada día, gracias a los testimonios de subalternos y otras personas del entorno de Trump, se sabe más de qué fue lo que realmente sucedió y cómo sucedió ya que este hecho representa un peligro para futuras elecciones presidenciales y para la democracia.

Aprovechando la conmemoración del primer aniversario de esa insurrección, el Procurador General, Merrick Garland, declaró que a la fecha 30 personas enfrentan acusaciones federales que van desde alteración del orden público, agresión a la policía hasta conspiración sediciosa. Pero lo más sobresaliente fue cuando añadió que el Departamento de Justicia mantiene su compromiso de llevar ante la ley a todos los perpetradores del 6 de enero, sin importar su nivel, ya sea porque estuvieron presentes ese día o porque fueron criminalmente responsables del ataque a la democracia. Esta es la señal más contundente de que el Procurador General no permitirá que prevalezca la impunidad.

Simultáneamente, los líderes del partido republicano, los gobernadores republicanos y sus congresos dominados por republicanos han empezado a aprobar nuevas leyes locales que restringen más el ejercicio del sufragio de las minorías. La gran mentira ha servido de excusa para aprobar legislación estatal antidemocrática como aquella que atenta contra el derecho al sufragio universal, el proceso de conteo ciudadano, modificación a la distritación, etc.

Los republicanos, desde adentro del sistema, están decididos en debilitar al sistema electoral para aferrarse al poder. Algunos republicanos se han desmarcado de Trump, pero muchos otros lo han apoyado de manera incondicional. El futuro del partido republicano es de pronóstico reservado, sobre todo si sigue secuestrado por Trump. Es un hecho, en esta ocasión la democracia estadounidense resistió la prueba, pero ¿podrá resistir otro embate?

 * Asociada de Comexi Internacionalista (UNAM y Columbia University)

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